COLUMNISTAS
opinión

Buenas noticias

En poco más de cincuenta páginas, la propia sintaxis avanza de a golpes, en un efecto de continuidad que dura lo que un suspiro.

imagen default
| Cedoc

Desde hace ya mucho tiempo llegan sin cesar noticias malas de Brasil. Primero el golpe de Estado institucional contra Dilma, apoyado por los grandes medios y las clases dominantes locales e internacionales (en Argentina obviamente fue apoyado por Macri y nuestras clases dominantes, valga la redundancia), luego el encarcelamiento de Lula solo para que no pudiera ganar las elecciones, más tarde la elección de Bolsonaro, que acelera y desvía el curso de las cosas hasta que se les va de las manos a los medios hegemónicos y a las clases dominantes, que pasan a ser opositores (¡Ah!, la dialéctica inesperada de la revolución). Recordemos, sin embargo, que al día siguiente de la asunción de Bolsonaro la Bolsa de San Pablo alcanzó su récord histórico y los diarios, nacionales e internacionales, que hasta entonces lo llamaban “de extrema derecha” pasaron simplemente a nombrarlo como “líder conservador”, que en el idiolecto de los medios debe entenderse como un elogio (pequeños detalles como este son sin embargo reveladores: reveladores de la imbricación entre neoliberalismo y neofascismo, o dicho de otro modo, del liberalismo entendido como lo que es: el fascismo de nuestro tiempo). Más tarde llegaron el Covid-19 y los desastres sanitarios y de todo tipo (que incluyen a Moro, candidato del establishment a sucesor. Pero Moro es solo un Bolsonaro con corbata, no más que eso). Sobre los presupuestos ideológico-políticos en los que basan sus acciones los gobiernos neofascistas –en Europa, Estados Unidos y otras partes– frente al Covid-19 habría mucho para decir, pero prefiero no avanzar aquí por una cuestión de espacio (volveré sobre el tema seguramente en otra oportunidad).

En el medio de todas esas desgracias, buscadas algunas, imprevistas otras, no obstante en Brasil todavía pasan pequeñas (o tal vez grandes) cosas interesantes. Una de ellas es la traducción de El apando, de José Revueltas, como A gaiola, en la paulista Editora 34. A cargo de Samuel Titan Jr., la traducción es decididamente notable, cargada de los matices, aceleraciones temporales y sensación de opresión espacial que caracterizan el texto original. Texto que, por cierto, vuelve incluso difícil la lectura en castellano fuera de México, debido al uso del habla carcelaria, de la lengua oral de los prisioneros, de una sintaxis quebrada, por lo que la traducción de Titan Jr. debe valorarse aún más.

El apando no solo es la obra mayor de Revueltas, sino una de las obras maestras de la literatura mexicana del siglo XX. Publicada en 1969, fue escrita en febrero y marzo del mismo año en la celda que Revueltas ocupaba en la cárcel preventiva de Lecumberri (pocos apellidos hacen tanto honor a la posición ética de un autor como el de Revueltas). Revueltas había ingresado a la cárcel acusado de incitación a la rebelión, asociación ilícita, daño a propiedad ajena, ataques a las vías generales de comunicación, robo, despojo, acopio de armas, homicidio y lesiones. Era simplemente un escritor e intelectual de izquierda, situación insoportable para el México de esos años.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Historia de la deshumanización inherente al sistema carcelario, lo notable de El apando es la sintaxis: en poco más de cincuenta páginas, la propia sintaxis avanza de a golpes, en un efecto de continuidad –el texto no tiene puntos y aparte– que dura lo que un suspiro: lo que dura la muerte.