COLUMNISTAS
DEUDA E INTERNAS

Buenas y malas noticias

El apoyo del FMI al Gobierno no cierra las tensiones y conflictos que persisten puertas adentro. Los roles de Guzmán, Kicillof y Cristina.

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Deuda, Martín Guzmán. | Pablo Temes

El FMI le dio al Gobierno la mejor noticia de la semana, cuando expresó en su comunicado que la deuda de la Argentina no es sostenible, por lo que les sugirió a los acreedores privados que debían aceptar la renegociación de sus acreencias con una quita “apreciable”. Y para eso, que no fue magia, hubo un protagonista muy importante: el papa Francisco.

De eso habló el Sumo Pontífice en la extensa reunión que mantuvo con Alberto Fernández el 31 de enero. A quien el Papa le contó en persona y en detalle su compromiso en ayudar al Gobierno en la compleja y difícil renegociación de la deuda fue a Alicia Barrios, la periodista de mayor llegada a Francisco. Y esa decisión no solo se concretó a través de las gestiones ante la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, durante la reunión que sobre el tema de la deuda organizó la Santa Sede el 5 de febrero, sino que se extendió a la canciller alemana, Angela Merkel, una admiradora ferviente de Francisco, a quien visitó doce veces. Era un contacto que Alberto Fernández ya había buscado establecer durante su gira europea en su condición de presidente virtualmente electo post PASO.

Guzmán contra reloj. Sin embargo, las cosas dentro del Gobierno no son simples. Las tensiones están. Uno de los que está en la mira es el ministro de Economía, Martín Guzmán. La fecha del 31 de marzo, puesta como tope para el arreglo con el FMI, le pone presión. “Su función es arreglar lo de la deuda. Si no lo logra, su futuro va a ser difícil”, confirman desde despachos importantes de la Casa Rosada. En ámbitos empresariales y financieros vernáculos consideran un error haber puesto el 31 de marzo como fecha tope para cerrar esa compleja negociación.   

El viernes 21 fue un buen día para el ministro. Durante su reunión en Riad con Georgieva se avanzó en la elaboración de un nuevo acuerdo con el FMI. Eso sí, a cambio de la inclusión del famoso y vilipendiado artículo IV, que le permite al organismo auditar las cuentas argentinas. Por aceptar esto mismo, a Mauricio Macri lo lapidaron. Otra vez, la vigencia del teorema de Baglini: cuando llegan al gobierno, los opositores se parecen a los oficialistas que los precedieron.

A pesar de estos avances, las diferencias de criterios persisten en relación con la estrategia de renegociación de diversos aspectos de la deuda. En el equipo económico hay discusiones sobre algunos desmanejos financieros. Por eso surgen internas dentro del propio gabinete del ministro respecto de cómo se maneja la relación de la deuda en pesos versus la deuda en dólares. Esto generó gran conflictividad con el secretario de Finanzas, Diego Baosturre, a quien se le asigna toda la responsabilidad de los fracasos en la reestructuración del bono AF20. No es bueno maltratar a los que financiaron al Estado. Algún día se los puede volver a necesitar.

Estos desmanejos de la Secretaría de Finanzas generan ruido. El diálogo tanto con los acreedores locales como con los extranjeros no es bueno. Los que están dispuestos a acompañar una refinanciación de sus deudas ven diferencias apreciables entre lo que dice y plantea la gente del Instituto Patria y lo que expresa el pensamiento de AF.

Por los rincones del GBA. Las cosas están complicadas y difíciles en ese territorio indómito. Lo que mejor funciona por allí es la tarjeta alimentaria. Pero con eso no alcanza. De eso se habló –y mucho– en la reunión que mantuvieron Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa. Hay problemas con el Fondo del Conurbano que está generando una tensión creciente entre la Provincia y la Nación. Para plantear la restitución del Fondo del Conurbano se necesita apoyo político y financiero. Ese fue el objetivo de la reunión. Kicillof está buscando apoyo. El gobernador sostiene que Guzmán está parado arriba de la caja a la que, además, le puso un candado. Y eso dificultó –y dificulta– la reestructuración de la deuda bonaerense. Sin ese arreglo es imposible hacer gestión. “Si se acuerda la reestructuración, se libera guita para ponerla en la calle en esquemas productivos”, señala con toda crudeza un senador provincial del FdT.

Este episodio ha resentido la relación entre el gobernador y el Presidente. Algo no quedó bien después del debate por el pago del Bono 2020 emitido en 2011 durante la administración de Daniel Scioli. “Axel esperaba otra cosa de Alberto. Se lo está respetando demasiado a Guzmán”, se escucha decir en las cercanías del gobernador.

Siempre las internas. Esta semana fue el turno del aumento, o no, de las tarifas de los servicios públicos y del precio de los combustibles. El tema es más profundo que el contrapunto de declaraciones radiales que hubo entre el Presidente y su jefe de Gabinete. Santiago Cafiero afirmó que, en junio, va a haber un aumento de tarifas, mientras que AF dijo que eso hoy no está en carpeta. No es lo mismo.

Pero la interna más profunda no es esa sino la que se genera con Cristina Fernández de Kirchner por el precio de los combustibles y el rol de YPF. La vicepresidenta habla permanentemente sobre el tema con el ex presidente de la petrolera estatal, Miguel Galuccio. Es sabido que no siente afecto ni respeto por el actual titular de la empresa, Guillermo Nielsen, a quien, de hecho, le copó la segunda línea de la compañía con miembros de La Cámpora. Nielsen casi ni se habla con ellos. Galu-ccio le señaló a CFK que el aumento de combustibles se debe concretar porque, si no, la situación de YPF se va a tornar muy complicada.

Es conocida la postura del Presidente de no confrontar con CFK. “Alberto no quiere oír hablar del albertismo”, confiesa uno de sus cercanos. La pregunta que cabe hacerse es: ¿a qué costo?

Hasta aquí, la vicepresidenta le ha venido marcando la cancha a AF en varios temas claves. El único gesto significativo que tuvo en resguardo de la autoridad presidencial fue no firmar ningún decreto durante el tiempo en que estuvo a cargo del Ejecutivo durante el viaje de AF por Europa. Pero después impuso su criterio en relación con los recortes presupuestarios a los fondos de la Capital, se entrometió imprudentemente en la renegociación de la deuda con el FMI y estuvo –y está– activa con las designaciones de funcionarios en las segundas líneas que, en algunos casos, actúan como comisarios políticos y traban la gestión de los superiores a los que deberían responder. “Tengo la tranquilidad de tener a Cristina a mi lado”, dijo Alberto Fernández esta semana. ¡Qué frase intranquilizadora!