COLUMNISTAS
LAS COALICIONES EN EL PODER

¿Unidos por amor o por espanto?

Llama la atención que a medida que pasan los días, emergen las diferencias del Frente de Todos. La negociación por la deuda es un nuevo frente de conflictos.

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Lápiz rojo, Alberto Fernández. | Pablo Temes

Es curioso: según avanzan los días y las semanas el Gobierno va exhibiendo, cada vez con mayor claridad, las diferencias que constituyen la esencia de la duda que subyace en la génesis del Frente de Todos. Las coaliciones representan un verdadero desafío para las dirigencias que las integran. Son ámbitos de acuerdos en los que se debe trabajar en forma intensa para superar una gama de concepciones ideológicas en pos de un objetivo. En la Argentina, las coaliciones han funcionado muy bien para ganar elecciones. La Alianza para el Trabajo, la Educación y la Justicia de los 90, el Frente para la Victoria en 2003, Cambiemos en 2015 y el Frente de Todos así lo ejemplifican. Otra cosa es gobernar. A esa hora –la hora de verdad– es cuando se ve la consistencia de esa estructura política. Y ahí, aparecen las tensiones. Eso ya se vio en la historia reciente. Y, como la repetición de la historia es en nuestro país la norma, eso está ocurriendo ahora.

Lo llamativo de este presente es la prontitud y la forma con la que se viene manifestando. No es común que un ministro desautorice al Presidente en forma abierta y pública. Es lo que hicieron primero el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, y luego la ministra de la Mujer, Género, y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta. La discrepancia giró en derredor del tema de la existencia o no de presos políticos. Tanto fue el estrépito que ello obligó a Alberto Fernández a ordenarles a sus ministros que no polemizaran más sobre el asunto y a hablar el lunes por la mañana con Diego Schurman por Radio Continental para negar la existencia de esa categoría de detenidos y explicar los problemas que esa polémica le está acarreando allende las fronteras.

Al hacer mención a esa circunstancia, el Presidente dio en el blanco. En verdad, lo que esta discusión pública genera es la duda acerca de la real autoridad del Dr. Fernández. Sobre esto se habló en el entorno de la canciller de Alemania, Angela Merkel, y del presidente de Francia, Emmanuel Macron. Y no fueron solo los entornos: también se habló acerca de esto entre los empresarios con los cuales se entrevistó el Dr. Fernández. “No quiero un gobierno de pensamiento único”, le dijo el Presidente a Oscar González Oro por Radio Rivadavia. Eso es algo ciertamente valorable. Pero, una cosa es la pluralidad de pensamiento dentro de un gobierno y otra cosa –muy distinta– que los ministros de su gabinete desautoricen públicamente al Presidente.

“Lo que nos pidió Cristina es que el Frente no se rompa, ese es el límite”, se le escuchó decir a un intendente con llegada al Instituto Patria, poniendo en palabras lo que piensa la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sobre esta discusión y las que vendrán.

En la provincia de Buenos Aires las diferencias entre los intendentes del peronismo y el gobernador Axel Kicillof suman capítulos. El malestar tiene varios frentes. El primero es la falta de espacio en el gabinete bonaerense, donde hay más técnicos que políticos. Sin lugar en las primeras y segundas líneas, se entusiasman con ocupar algún cargo de tercer escalón. El otro es la falta de contención. Los intendentes, tanto del interior como del Conurbano, están buscando vías alternativas al Poder Ejecutivo para canalizar sus reclamos. La vicegobernadora Verónica Magario les abrió las puertas y el paso de intendentes por ámbitos legislativos es una constante en la capital bonaerense. Desde el entorno del gobernador niegan esas diferencias y hablan del “estilo Kicillof” que, afirman, los intendentes conocen.

La impresión que produjo el ministro de Economía, Martín Guzmán, en su presentación en el Congreso fue pobre. En un hecho inusual, asistieron a escucharlo hombres de negocios de diversas extracciones. No hizo grandes anuncios ni prometió grandes cosas. Es más, lo único que quedó claro de su exposición fue que la perspectiva de la economía a lo largo de los cuatro años de este gobierno es poco auspiciosa. Habló de una postura dura frente al Fondo Monetario Internacional, algo casi de libro. Y le faltó exponer, aunque sea algún lineamiento, sobre el plan económico. Hay un Plan A y otro B, insiste el Presidente. Uno pensado para el después de un acuerdo con el FMI en los términos que propone el Gobierno; otro, sin acuerdo.

Todo blanco sobre negro. El Presidente ha ordenado endurecer la negociación con el FMI. Esto ha ocurrido casi en sintonía con la declaración de Cristina Fernández de Kirchner desde La Habana, en la que criticó al Fondo por haber violado sus propias reglas al prestarle dinero al gobierno de Mauricio Macri para pagar deuda.

Con CFK en el medio, la negociación se complicará. No hay que olvidar lo que sucedió durante sus presidencias: se le terminó pagando al Club de París mucho más de lo que se habría pagado si hubiese habido una buena negociación. Y ni hablar de los fondos buitre, pesada herencia que debió afrontar la gestión de Macri.  

Lo que sucedió el viernes con la postergación de los anuncios de los aumentos y los medicamentos gratis para los jubilados ilustra acerca de los problemas de funcionamiento dentro del Gobierno. Insólitamente el último en ver las medidas fue el ministro de Hacienda. Fue él quien, al ver el volumen de las erogaciones que representaban, pidió aplazar la comunicación oficial. “Guzmán afirmó que esas propuestas no eran sostenibles en el tiempo”, señalan funcionarios de sus cercanías.

Ese será un asunto clave no solo de la negociación con el Fondo, sino también de la gestión de gobierno.

El 2,3% de inflación –que trajo alivio al oficialismo– deber ser tomado con pinzas. No porque haya sido manipulado por el Indec –el equipo técnico que lo elaboró es el mismo que estuvo con Jorge Todesca–, sino porque hay un componente que falta: la actualización de los aumentos de los combustibles y de los servicios públicos. “Sin ese congelamiento el índice de precios al consumidor habría estado alrededor del 4%”, señaló un analista económico afín al Gobierno.

A setenta días de comenzada la presidencia de Alberto Fernández, el principal problema que presenta la economía es la falta de certezas. Y mientras reine la incertidumbre, la reactivación será una quimera.