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Carta abierta a la tercera vía

cupula congreso 06042019
La cúpula del Congreso Nacional. | Cedoc

Lavagna y Massa se acusan mutuamente de ser los sicarios de la tercera vía. Lavagna argumenta que siempre desconfió de que Massa se terminaría yendo con el kirchnerismo, y Massa, que Lavagna, con su protocandidatura, impediría que creciera la suya y la de los demás candidatos de Alternativa Federal para luego no estar en Alternativa Federal. Paradójicamente, los dos mayores candidatos de Alternativa Federal, Lavagna y Massa, no competirían en Alternativa Federal, uno  en Consenso 19 y otro en Nueva Mayoría (?), extraña elección de nombres donde no hay consenso ni mayoría. El peor escenario para Macri: Lavagna le sacaría votos por su lado y Massa por el suyo se los sumaría al kirchnerismo. Peor aún para el país, otra vez esclavo del duopolio electoral.

Es cierto que los votantes de Lavagna son más cercanos a los de Cambiemos, con su componente radical, y los de Massa, al peronismo más popular. Pero Lavagna no es Macri ni Massa es Cristina Kirchner, y la apuesta de la tercera vía era producir un amalgamamiento de la parte progresista de Cambiemos y la republicana del peronismo que compartieran dos insatisfacciones fundantes: la corrupción kirchnerista y la ineficacia económica del macrismo.

Massa dice que dijo el martes en Córdoba que el jueves lanzaría un ultimátum en su convención nacional 

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Un tercer acusado de ser sicario de la tercera vía es el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, con quien tanto Massa como Lavagna son igualmente críticos porque ambos habían delegado en él la tarea de contención y aglutinamiento de los gobernadores peronistas no kirchneristas y, tras ser reelecto gobernador, se corrió de la escena a lo Poncio Pilatos, haciendo coincidir sus vacaciones con los cruciales pocos días que faltan hasta la inscripción de alianzas electorales, y luego, de los candidatos para las PASO.

 Lavagna interpreta la actitud de Schiaretti por su cercanía con Macri, con quien se fotografió la misma semana de su triunfo electoral en Córdoba, y porque sumó su apoyo a los diez puntos del acuerdo que promueve el Gobierno sin proponer agregados sobre el empleo, el consumo o el crecimiento, que diferencian a la tercera vía del oficialismo y justificarían su identidad superadora. También lo atribuye a que Alternativa Federal fue un espejismo, algo que nunca existió, porque inmediatamente después de que Cristina Kirchner anunció su fórmula con Alberto Fernández, diez gobernadores peronistas salieron a apoyarla.

Massa dice que todavía conserva una esperanza y que su pronunciamiento el jueves pasado en la convención del Frente Renovador no fue una confirmación de que estaba dispuesto a incorporarse al kirchnerismo sino “un ultimátum”, buscando hacer reaccionar a Schiaretti y otros gobernadores peronistas que hasta hace pocas semanas se mostraban convencidos de la conveniencia de apoyar a Alternativa Federal.

El escenario más probable es que Lavagna deje de ser protocandidato para competir en las PASO como candidato único de Consenso 19, integrado por el socialismo, pocos radicales, algunos referentes provinciales y la mínima parte del Frente Renovador que no aceptaría ir con Massa al kirchnerismo, cuyo ejemplo más emblemático es Graciela Camaño, mujer de Luis Barrionuevo, el líder sindical que con más fervor continúa apoyando a Lavagna.
Dicen que nada hará cambiar de idea a Lavagna, a pesar de los múltiples ofrecimientos que recibe tanto desde el Gobierno como desde sectores empresarios (en dinero) para que baje su candidatura, ya que sin una alianza con Massa directamente le restará votos a Macri. Se rumorean ofertas de 8 millones de dólares de un grupo de empresarios para que Lavagna no sea candidato.

Y por el lado de Massa, es probable que finalmente encuentre la forma de negociar con el kirchnerismo, lo que no le viene resultando fácil porque así como a Schiaretti se le fueron los gobernadores tras el anuncio de Cristina Kirchner de su fórmula con Alberto Fernández, a Massa se le fueron intendentes y legisladores asustados de quedar a la intemperie.

Massa está emocionalmente muy afectado. Critica el “macrismo” de Schiaretti y de Urtubey, de quien dice que no tendría que haber permitido esa foto familiar con Macri en el living de su casa y solo debería acompañarlo institucionalmente como gobernador a los actos que el Presidente realizara en Salta.

Los crujidos de la tercera vía son resultado de los lógicos tironeos que realizan sobre ella Macri y Cristina Kirchner. Pero ni Schiaretti, ni Massa ni Lavagna podrían haber esperado algo diferente. Asumiendo que tanto el peronismo como el radicalismo, al ser grandes partidos, tuvieron alas de derecha e izquierda, la tercera vía sería, por su terceridad, constitutiva de un twist que, en su torcedura le permita, en una espiral ascendente, reconfigurar los dos componentes anteriores, siguiendo el modelo dialéctico donde la terceridad es una síntesis de tesis y antítesis, pero no para llegar al fin de la historia sino para avanzar un peldaño donde nuevamente la bifurcación de las contradicciones produzca una nueva controversia enriquecedora y no la estancada que hay que dejar atrás.

Los dos principales referentes de una tercera vía hoy se encuentran prisioneros de su propia razón. Lavagna dice: “Al final yo tenía razón, Massa se iba con el kirchnerismo y Alternativa Federal no existió nunca”. Y Massa dice: “Al final yo tenía razón, Lavagna no participaría de la interna de Alternativa Federal y la destruye”. Ambos razonamientos son tautológicos, como el ejemplo repetido del paranoico que cree que quien se le acerca le va a pegar y le pega antes para defenderse, obligando a la persona a responder la agresión y permitiéndole decir: “Tenía razón, me quería pegar”. Así, en lugar de parteros de la tercera vía, terminan regalándoles a los polos su centralidad tupacamaruzada: a un Cambiemos que trata de abrirse y a un kirchnerismo que muestra su cara más republicana, lo que dejará de ser verdad cuando se hayan asegurado que la tercería vía está lo suficientemente sepultada y uno de los dos le gane al otro. En ese contexto, la Argentina corre el riesgo de vivir los próximos cuatro años bajo la misma agenda de los cuatro años anteriores, detenida en el terreno de las ideas.

En un reciente reportaje en el programa Corea del Centro, el ex secretario de Comercio kirchnerista Guillermo Moreno explicó su rechazo a la candidatura de Alberto Fernández por no ser un verdadero peronista sino ortodoxo en economía y socialdemócrata en política. Si fuera correcta esa descripción de Moreno, la tercera vía ya habría florecido en el propio jardín kirchnerista, pero cuesta mucho creer que su más distinguido jardinero sea quien fue jefe de Gabinete y principal colaborador de Néstor Kirchner mientras se organizó el mayor sistema de corrupción del Estado en democracia.

Grupos empresarios le habrían ofrecido a Lavagna 8 millones de dólares para que baje su candidatura.

También cuesta creer que la cúpula del gobierno nacional haya aprendido la lección y corregido su cerrazón solipsista porque el miedo que hoy la humaniza precisará de otro combustible para mantener la soberbia a raya tras una eventual reelección. Lo mismo pasa en Brasil con Bolsonaro, parece muy difícil superar gobiernos populistas solo a través de la polarización contando con que la fuerza del opuesto sea el opuesto.

Hace falta un twist superador que nos saque del primitivo binarismo conceptual.