COLUMNISTAS

Catilinaria a la oposición

La situación del vicepresidente Amado Boudou ameritaba una pronunciación de postura de quienes aspiran a gobernar el país a partir de diciembre de 2015.

Foto: TELAM
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Hay un ángulo para nada escandaloso y sin embargo muy gravitante, en torno a lo que viene sucediendo sobre la indagatoria judicial del Vicepresidente. Sobre eso se ha dicho todo, y no puedo ni quiero añadir ahora más nada porque sería redundante. En definitiva, lo que vayamos sabiendo será la única realidad.

Pero ese ángulo, que no provoca escándalo, ni ruido mediático, ilumina lo que aparece oscuro: ¿en dónde está el resto del país mientras el Vicepresidente de la Nación, tan notorio durante tantos años, un hombre que operaba convencido de que la impunidad sería eterna, presta declaración? La respuesta a esta pregunta es bastante deprimente, porque, efectivamente, lo que solemos llamar la oposición, parece entre ajena y confundida, distante, como si de alguna manera, el partido que se está jugando no le perteneciera, o no tuviera nada que decir.

Hay quien dirá que la oposición no tiene por qué intervenir siempre en todo lo que es público. Es probable. Es un razonamiento relativamente admisible. Pero también es cierto que lo que aparece en los medios a propósito de los juegos de la oposición –estoy hablando de Mauricio Macri, estoy hablando del Frente Amplio UNEN, estoy hablando del Frente Renovador– es una cantidad realmente asfixiante de especulaciones electorales,una interminable hilera de fotografías (hemos llegado a ser una política que depende de quién se muestra con quién) y una distancia que, en verdad, es muy preocupante y central. Porque la oposición, además de oponerse, tiene que hacer docencia. Tiene que expresar su punto de vista. Tiene que plantear, negro sobre blanco y de una manera enjundiosa y clara para todo el mundo, cómo sería el país si a ellos les tocara gobernar el país a partir de diciembre de 2015.

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Nadie está pidiendo híper-oposicionismo, como mencionaba algún columnista dominical: no se trata de oponerse al Gobierno de manera necia, sin darle crédito por nada y en ningún momento. Por el contrario, el pensamiento de quien les habla es que el país está reclamando la fundamentación sólida de quienes aspiran a conducir la nueva etapa, de cuáles son las divergencias, más allá de los insultos, las descalificaciones y las chicanas. Y esto está ausente. La sensación de que es tan grande el nivel de autorreferencialidad del Gobierno con sus propios problemas, que la oposición aparece como relativamente ajena, por no decir totalmente ajena.

Esa fundamentación sólida de las divergencias es lo que hoy está faltando. Tengo para mí que si las fuerzas opositoras, más allá de sus enjuagues, de sus posibles denominadores comunes o de sus desencuentros, realmente estuviesen animadas de una vocación democrática de poder, tendrían que ponerse manos a la obra, más allá de las internas, para determinar candidaturas presidenciales. Una pregunta que se me ocurre absolutamente razonable: ¿por qué las fuerzas opositoras no organizan en serio “gabinetes fantasmas”? Se llama “gabinete fantasma” (Shadow Gabinet) en Reino Unido a una vieja tradición según la cual cada uno de los ministros del gobierno tiene una contraparte en el partido opositor que lleva de los asuntos de cada materia: electricidad, petróleo, educación, cultura; lo que corresponda. Esto hoy no aparece en Argentina. Aparecen equipos, asesores, asesores de asesores, y, sobre todo, lo que para mi modo de ver es una enorme frivolidad en el manejo de la coyuntura política.

Esa frivolidad no sería tan grave ni tan importante si no estuviéramos viviendo lo que estamos viviendo. Porque no es una exageración decir que la presencia del Vicepresidente en la justicia marca realmente un dato central de la descomposición del poder kirchnerista. Entonces, quisiera saber, de boca de macristas,  renovadores o gente del Frente Amplio UNEN, qué harían en cada caso, cómo harían las cosas qué harían y en qué se diferenciarían, sobre todo, porque hay algo que debería quedar muy claro. Más allá del 25 o 30 % que pueda permanecer relativamente leal al kirchnerismo, es evidente, como ya se ha demostrado hace varios años, que una gruesa mayoría del país está imaginando un nuevo cambio de rumbo. Más que imaginando lo está deseando, más que deseándolo, se está preparando para eso. Esa gente, ese electorado y esa ciudadanía no es respetada ni tenida en cuenta por las fuerzas opositoras en tanto y en cuanto no se le hable a esa ciudadanía adultamente, con las palabras que corresponden, expresando de manera sencilla, clara y comprensible, en qué se equivoca el Gobierno y cómo haría las cosas aquel que llegara a gobernar.

La idea de propiciar el diálogo y terminar con el enojo entre los argentinos es muy alentadora y no puedo menos que adherir a ella; pero no alcanza. No es lo suficientemente rotunda como para encender la imaginación del pueblo argentino. Por eso, mientras asistimos a las idas y venidas del caso Boudou y a lo que decida en su favor o en su contra la justicia, noto un vacío importante, un vacío en una oposición que no se puede seguir quejando de que todo es culpa del Gobierno.

El vacío, la chatura, la frivolidad, la superficialidad o el dejar hacer de la oposición es de su propia cosecha. Si algo está reclamando la Argentina en momentos institucionales tan delicados y excepcionales como éste, es precisamente eso: una rendición de cuentas que permita imaginar el futuro; hoy el discurso opositor es apenas un borrador sumamente vaporoso que ciertamente no da elementos de ánimo para imaginar ese futuro.

En ese punto, hay que admitirle al kirchnerismo el liderazgo de su audacia y de su falta de escrúpulos. No le pido falta de escrúpulos a la oposición. Lo que estoy pidiendo y reclamando es imaginación, vocación, poder, seriedad, articulación de ideas y prepararse en serio para que no suceda lo que sucedió en 1999, cuando el gobierno de Menem terminaba y, prácticamente sin haberlo imaginado demasiado, la oposición de la Alianza se quedó en el poder. No los estoy comparando.Lo que hoy hay en el llano político opositor no tiene nada que ver ni con Fernando de la Rúa ni con la Alianza, pero si hay un peligro importante, es el peligro de no prepararse, no respetar a la sociedad, y no imaginar que, efectivamente, si se da esa alternativa de una nueva opción política para los argentinos, será la última. Porque de lo contrario, este país seguirá siendo gobernado por los mismos que vienen gobernándolo en el 75% del tiempo que ha transcurrido desde la restauración democrático.

(*) Emitido en Radio Mitre, el lunes 9 de junio de 2014.