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Chocolate con churros

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Los dos oficiales de la Fuerza Aérea salieron ofendidos del Colegio Nacional Buenos Aires. Dieron una charla sobre Malvinas y mostraron un “video motivacional” con música épica y Ave María. Pero se enojaron cuando un padre les preguntó qué pensaban sobre la dictadura y los desaparecidos. Prefirieron no responder nada para no “ideologizar el debate”.

El evento no podía resultar ameno en un colegio que cuenta con 108 desaparecidos a manos de esas instituciones que los dos pilotos –uniformados y etiquetados con mil parches como bondiolas de exportación– representan al dedillo y como parodia. En TN, que les dio la voz que el vicerrector cortó cuando mandó a todos a tomar chocolate con churros, pusieron sus cascos sobre la mesa, por si hubiera que pilotear de urgencia alguna cosa. “Lo que hacemos es transmitir la historia”, dijo uno. “Un claustro es sagrado, se tienen que escuchar todas las voces. Se tiene que discutir normalmente, donde no prima la ideología. Y no podemos terminar demonizando profesiones.” Será para Vidal, que demoniza la profesión de los docentes, o para Macri, por los sindicalistas. Parece que la dictadura hizo una guerra como si en ello no cupiera lo ideológico.

No serían –en este caso– muestras de ideología el lenguaje negacionista, el marco católico en una escuela laica, el merchandising bélico, el uso político de una guerra, ni el silencio ante dos o tres preguntas ineludibles. La inexactitud de las palabras de esta vieja oligarquía y su exitosa cruzada contra la ideología nos han llevado hasta aquí, donde “ideología” sería solo lo de izquierda, o lo que es razonable.

Es probable que los alumnos del Buenos Aires sean inmunes a este patético shampoo. Pero la escena refleja otras, como el retorno del Servicio Militar echando mano de miles de jóvenes sin trabajo ni futuro, o el desfile del golpista Aldo Rico como si de su libertad de andar dependiera el espíritu democrático.

Por suerte había churros y había chocolate.