Necesitamos oxígeno, también para el alma. Las personas se están sofocando por falta material de garrafas de oxígeno y espiritual” en el aislamiento, dice monseñor Francesco Beschi, obispo de Bérgamo, la pequeña ciudad lombarda donde el coronavirus colapsa hospitales y cementerios.
Una de las tantas joyas culturales de Italia, desde el primero al 24 de marzo Bérgamo padeció 446 decesos “348 más de la media de los últimos años”, escribió por su parte en Twitter el alcalde local, Giorgio Gori.
Con algo más de 120 mil habitantes, hasta el martes se habían registrado en Bérgamo 7.458 personas contagiadas, de las cuales 386 en un solo día, según datos oficiales.
“En este momento sirve el oxígeno, no solo para los pulmones sino también para nuestra vida civil, para las relaciones, para la economía y para el alma. En este momento el sufrimiento es grande”, fueron las dolorosas palabras del obispo Beschi que describen el drama local y del resto del país.
No es fácil convivir con un virus que amenaza a todos, aún a los niños, si bien en mínima proporción, pero que pueden ser transmisores asintomáticos.
Sin lugar a dudas, como dijo el religioso, se necesita oxígeno. Pero también empatía, ponerse en el lugar de otras personas y tratar de comprender sus sentimientos en este aislamiento que requiere la pandemia y que recuerda a “A puerta cerrada”, ese infierno imaginado en una obra de teatro por Jean Paul Sartre en 1944. Es una situación que expone lo peor y lo mejor de cada uno a nivel social e individual.
Con las puertas cerradas se comienza a reflexionar desde otro lugar sobre el valor de la ciencia, de la investigación, de los operadores sanitarios y de tantas otras tareas y personas imprescindibles.
En este sentido se revalora la investigación científica, que tantas veces ha hecho preguntar casi con desprecio “¿para qué sirve?
Francesca Colaiori, joven investigadora italiana, Ph.D. en Física e investigadora del Instituto de Sistemas Complejos del Centro Nazionale di Ricerca (CNR, similar al Conicet argentino) desde enero pasado comenzó a seguir la evolución de la epidemia del Covid-19 en China.
“Estoy formada para observar datos y comprender su evolución. Como la mayor parte de los físicos evito la información filtrada y trato de mirar los datos crudos“, en bruto, explica.
Esos datos los buscó en un sitio chino “que traducía con Google", cuenta. “No soy médico, no soy experta en virología ni en epidemiología, pero sé mirar los datos y entender su evolución”. Frente a los datos que observaba, Francesca comprendió rápidamente que se trataba de “algo serio” que “las imágenes, los videos y los relatos de China confirmaban”.
En enero, en Italia, “nadie hablaba y pasé varios días haciendo gráficos y modelos que discutía con pocos amigos”, que la miraban con “recelo”, continúa.
En ese marco, a principios de febrero comenzó a intercambiar mensajes Giorgio Parsi, presidente de la Academia Nacional dei Lincei (una academia de ciencias italiana fundada en el siglo XVII), al que define como “sin duda alguna una de las mentes más brillantes de este momento”. Parisi también estaba siguiendo la marcha de la epidemia en China.
“Cuando la epidemia llegó a Italia por segunda vez, pues los casos de enero habían sido controlados y no habían originado un ‘foco’, pensé que era posible hablar”, dice la física italiana.
Como Francesca señala, oficialmente aún entonces se repetía que se trataba de una gripe. Preocupada y casi jugando, el 6 de marzo dibujó un logo que “representaba un virus capturado en órbitas atómicas, para simbolizar la física”. Dado ese primer paso, la doctora abrió el grupo “physicists against sars-cov2” e invitó a unos pocos colegas preocupados como ella que ya estaban analizando datos.
“En pocos días los inscriptos llegaron a cien y luego a mil. Ahora son cuatro mil, muchos de ellos físicos y entre los los cuales nombres importantes”, dice.
Los físicos saben hacer modelos a partir de datos brutos. “En Física se aprende a leer la realidad con modelos muy simples, a descartar casi todo y a desentrañar las pocas cosas determinantes”, comenta Francesca y acota que “’todo debería hacerse lo más simple posible, pero no más simple’, como dijo Einstein”.
Con Francesca colaboran ahora una socióloga (Francesca Coin, senior lecturer en la universidad de Lancaster UK), una investigadora independiente y activista feminista (Beatrice Busi, con formación en historia y sociología de las biociencias), un licenciado en Estadística con doctorado en Demografía (Lorenzo Cassata, investigador y sindicalista en el Instituto Nacional de Estadística Italiano, ISTAT), un doctor en Física (Francesvo Valle, investigador en el instituto de Materiales Nanoestructurados del CNR de Bologna), una doctora en sistemas complejos (Martina Pugliese, que trabaja en Edimburgo), y un doctor en Física (Vittorio Morandi, investigador CNR en el Instituto de Microelectrónica y Microsistemas de Bolonia.
Así, mientras se buscan fármacos para combatir la pandemia y se espera una vacuna que probablemente no llegará en menos de 18 meses, los científicos trabajan.
“Seguramente la pandemia marcará nuestra historia. Me agrada pensar que sabremos aprovechar esta ocasión para reflexionar sobre un modelo nuevo de sociedad”, finaliza Francesca Colaiori.
*Desde Roma.