El Gobierno no pudo escapar a la tentación de atribuir la severa recesión actual a la crisis internacional. Si bien el contexto externo colaboró, su incidencia es escasa a la hora de explicar la recesión argentina de 2008-2009.
El argumento del Gobierno enfrenta dos problemas. En primer lugar, muestra una obvia inconsistencia temporal: ya desde fines de 2007 nuestra economía comenzó a mostrar una fortísima desaceleración (aun si los datos del INDEC fueran ciertos), que se transformó luego en recesión hacia el cuarto trimestre del año pasado, con anterioridad al impacto de la crisis internacional, que comenzó a sentirse recién hacia diciembre de 2008. En segundo lugar, el discurso oficial exhibe un problema de grado: la magnitud de la recesión doméstica no se explica por el posible alcance que el impacto de la crisis internacional haya tenido sobre nuestra economía.
¿Cuáles serían los canales de impacto de la crisis internacional? Básicamente dos. El canal real, la demanda de nuestras exportaciones, y el canal financiero, dado por la salida de capitales y la contracción del crédito bancario. La contracción de las exportaciones amerita dos consideraciones: a) el total de las exportaciones representaba no más del 10% del PIB; y b) si bien hubo una severa contracción de las exportaciones industriales, las exportaciones agropecuarias sólo enfrentaron un problema de oferta doméstico, originado en una fallida política económica, y no un problema de demanda (hoy, en lo más agudo de la crisis internacional, la soja cotiza a 430 US$/ton.). Por su parte, el canal financiero en el caso argentino no operó: dado que Argentina se mantuvo aislada financieramente del mundo con mucha anterioridad a la crisis, los capitales ya habían salido y el crédito bancario nunca jugó un rol relevante.
¿Qué es lo que explica, entonces, la actual situación argentina? Un escenario recesivo inducido por altas tasas de inflación en 2007 (26%) y 2008 (23%), lo que se conoce en la literatura económica como “estanflación”, que en el caso argentino fue impulsada desde una política económica de neto corte inflacionario. Al disminuir el poder adquisitivo del salario, la macroeconomía “pegó la vuelta”, desacelerándose velozmente, de la mano de una inflación persistentemente elevada.
¿Por qué el Gobierno no implementa realmente un plan de reactivación “keynesiano”? ¿Cuánto durará la recesión?
Ninguna familia, empresa o país está en condiciones de afrontar los pagos del “capital” de su deuda con recursos “corrientes” (superávit fiscal primario) por mucho tiempo. En 2006, un año después de la reestructuración de la deuda, Argentina no le había pagado aún al Club de París ni a los holdouts. Tampoco había intervenido el INDEC. Bajo estas tres condiciones, Argentina pagaba 8% en dólares y 12% en pesos por colocar deuda en los mercados de capitales. Pero hacia fines de 2008, ex ante a la crisis internacional, Argentina pagó 16% en dólares a Venezuela para tener acceso al financiamiento (nota: De la Rúa pagaba 13% en dólares en 2001).
¿Qué nos pasó? Dos de estas tres condiciones permanecieron inalteradas, y sólo una cambió: la intervención autoritaria en el INDEC, que tuvo dos enormes consecuencias económicas. Por un lado, contribuyó a acelerar la inflación. Por el otro, el nuevo default de los bonos ajustados por inflación K provocó el cierre de los mercados de capitales para Argentina.
La génesis del problema está, pues, en un lugar que el Gobierno desprecia: la transparencia institucional del INDEC. He aquí la llave para empezar a destrabar una macroeconomía colapsada: la recuperación del acceso a los mercados de capitales permitiría refinanciar los pagos del capital de la deuda, para atender con superávit fiscal primario sólo sus intereses, liberando así la liquidez necesaria para financiar la reactivación del sector privado, tal como están haciendo hoy todos los países “normales” del mundo. La intervención del INDEC no es sólo una cuestión de orden moral, sino también económico; no habrá recuperación económica sin recuperación del INDEC.
*Investigador de la UBA y el CEDES.