Quienes acusaban a Kicillof de ser económicamente marxista no tuvieron en cuenta que se trata de una doctrina demasiado exigente para el peronismo, el kirchnerismo y, en general, la Argentina. Pero sí empatiza con nuestra indisciplina general la vulgata trotskista de “cuanto peor, mejor” (en realidad, la frase es de Lenin, antes de que tomara el poder).
En una foto –publicada hace dos semanas por la revista Noticias– aparece Kicillof luciendo en 2003 una barba candado y anteojos, una apariencia bastante diferente a la actual y con cierto parecido a la de Trotsky, cuya rebeldía perpetua pudo haberle sido inspiradora. El Che Guevara, aunque desilusionado con la ex Unión Soviética, rescataba a Trotsky.
Ser culturalmente trotskista “a la Argentina” es un sentimiento. La economía planificada es otra cosa. El Partido Comunista de China defiende el capitalismo competitivo que implantó porque, asumiéndose como marxistas ortodoxos, dicen que cumplen con los pasos de Marx, quien concebía el comunismo como una instancia posterior al capitalismo. Primero hay que generar la riqueza, y tienen claro que comunismo y pobreza son una contradicción (que hoy la TV hace evidente). En cambio, peronismo y pobreza no son una contradicción; ésa es la ventaja del peronismo y de Kicillof.
Entre nosotros se puede rescatar el inconformismo y la rebeldía, que son el punto de partida de cualquier emancipación pero sin tener la obligación de conseguir resultados concretos, entendiendo por concretos aquellos que son sostenibles en el tiempo y que alcanzan a modificar estructuralmente. Y no mejoras a la población que, al estar consumiendo ahorro o capital público, se vuelven a perder en la siguiente crisis que contribuyen a desatar las propias inconsistencias en la financiación de esas mejoras.
El modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social dejó de acumular hace tiempo, comenzó a excluir socialmente y nunca fue muy diversificado. En la contratapa de ayer, para referirme a la responsabilidad de De Vido en la crisis empresarial de Pescarmona, cité el reciente libro titulado El empresario argentino de Aldo Ferrer, el economista de mayor prestigio cuyas ideas son más afines a las declamadas por el kirchnerismo. Y quedé en continuar hoy con otras recomendaciones del libro de Ferrer que resultan duras críticas a Kicillof.
“Las restricciones realmente severas no son las que vienen de afuera, sino las de adentro, que responden a intereses y visiones alienadas, hostiles al interés nacional”, escribe Ferrer, para quien la apreciación cambiaria que genera un dólar barato es el mayor error, al punto de considerar la sobrevaloración del peso la herramienta que tanto la dictadura como el menemismo usaron para beneficiar al sistema financiero y destruir las empresas nacionales.
“La apreciación cambiaria cumple doble función. Por una parte contribuye a generar diferencias de interés entre la plaza local y el mercado internacional, necesarias para atraer los capitales especulativos. Por otra, deteriora la competitividad de la producción doméstica, genera un déficit creciente en el balance de pagos y acrecienta la demanda de crédito externo”.
Y para que no queden dudas, en otro párrafo sostiene: “La apreciación cambiaria es el más poderoso instrumento de la estrategia neoliberal de subordinación a la financiarización”.
¿No lo sabe Kicillof, o en realidad lo que buscan es “cuanto peor, mejor”, porque su objetivo es dejarle al próximo gobierno la bomba más cebada posible y trabajar políticamente para que gane la oposición?
Antes del fallo de Griesa, el plan económico de Kicillof era endeudarse en dólares para no tener que enfriar la economía. Ahora que no puede, en lugar de agregar deuda en dólares, busca agregarla en pesos (los billetes son también un pagaré). Pero, en cualquiera de los dos casos, hace lo contrario a la prescripción de Ferrer, para quien el peor pecado es contribuir a un dólar artificialmente barato porque “la apreciación del peso es igual a pérdida de competitividad de la producción nacional”.
Ferrer cita al célebre economista polaco Michal Kalecki al decir que como “para algunos grupos económicos poderosos, las políticas públicas para el pleno empleo y desarrollo fortalecen la capacidad negociadora de los sindicatos e implican la interferencia del Estado en sus posiciones dominantes, aunque pierdan ganancias por menor actividad económica, apoyan las políticas neoliberales”.
Quizás lo mismo en sentido inverso esté haciendo el kirchnerismo para que gane Macri. En el libro El anarquismo, su autor, Edouard Jourdain, cita a Trotsky cuando aún dirigía los ejércitos soviéticos, diciendo: “Es mejor ceder Ucrania entera a Denikin antes que permitir una extensión del movimiento makhnovista: como el movimiento de Denikin es abiertamente contrarrevolucionario, podría quedar fácilmente comprometido por una razón de clase, mientras que el movimiento de Makhno se desarrolla en el fondo de las masas y subleva justamente a las masas contra nosotros”. Con sólo cambiar Makhno por Massa y Denikin por Macri se actualiza la frase.
El kirchnerismo quiere dejarle a su sucesor “cuanto peor, mejor”. Si se esmera tanto, corre el riesgo de que lo peor se precipite durante su mandato. Algo que es mucho más difícil de superar por un gobierno saliente que por uno entrante.