El Gobierno dio comienzo a la campaña electoral. Fue el hecho político de la semana. El lanzamiento ocurrió el miércoles pasado y el marco fue la conferencia de prensa que brindó el Presidente. Fue una puesta en escena muy bien montada para la que Mauricio Macri se preparó con esmero.
El entrenamiento –coaching– al que se sometió durante los días previos se hizo evidente en cada detalle. Amable fue su trato y serena su manera de responder. La fortuna hizo que el sorteo de los periodistas que lo interrogaron incluyera a colegas de medios altamente críticos de la gestión de gobierno. Las preguntas fueron buenas. Las respuestas del jefe de Estado, en cambio, no. No contestó sobre las contradicciones entre Elisa Carrió y Marcos Peña por el tema del aborto, dio cifras inexactas sobre el empleo, inexactitudes al querer justificar en referencia a los despidos de colegas de Télam, ausencia de condena política a las escandalosas afiliaciones falsas de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires y promesas de inversiones que nadie sabe si vendrán. A lo largo de la conferencia de prensa, el numeroso equipo comunicacional del que dispone el Gobierno estuvo muy activo en las redes sociales. Es curioso lo que ocurrió entonces. Durante la conferencia hubo euforia. Luego –cuando la reflexión y el análisis se apoderaron de esas mentes tomadas por el fervor de lo que se vivió como una batalla– los pareceres cambiaron.
La mano del asesor. Ahí se tuvo conciencia de los errores cometidos por el jefe de Estado. El lanzamiento de la campaña comprendió también el debut de Macri en Instagram. Lo suyo ahí fue poco feliz, por decirlo de una manera elegante.
El “coucheo” representó el regreso a la escena política de Jaime Duran Barba que, por un problema de salud, estuvo ausente durante algunas semanas. Duran Barba fue quien sugirió el uso de la palabra “tormenta” en vez de crisis. La crisis es algo permanente y la tormenta algo pasajero, fue la explicación que dio para fundamentar la ocurrencia. Por eso en el Gobierno se dice ahora que lo peor está por venir en los próximos cuatro meses.
Ahí está el concepto del estado del tiempo: se anticipa una crisis en formato de tormenta. En esta forma de comunicación, en la que se hace aparecer la política ligada a la meteorología, se usa la figura del tiempo, que es cambiante: puede pasar del calor al frío y del agua a la sequía.
La idea es no negar la realidad pero utilizar sinónimos en la comunicación con el objetivo de atenuar el impacto de la crisis en la opinión pública. Es notable observar cómo se subestima la inteligencia de la gente.
Al interior de Cambiemos, las encuestas han encendido las alertas amarillas. En varias, la caída de imagen del Presidente lo ha dejado por debajo de Cristina Fernández de Kirchner. Dicho con claridad: CFK no ha subido; el que bajó es Macri.
Antes de la conferencia, María Eugenia Vidal hizo el anuncio del pedido de renuncia de quien había sido nombrada al frente de la Contaduría General María Fernanda Inza. Fue una circunstancia que le pegó fuerte a la gobernadora: Inza es una persona de su cercanía. En el oficialismo se dice algo más: fue un pedido taxativo del Presidente. En la Rosada están molestos hace rato porque todas las medidas del gobierno le pegan a Macri y a Vidal le pasan por el lado. Recién en los últimos meses empezó a caer la imagen de la gobernadora, pero el mayor costo político siempre lo paga el jefe de Estado. Salvando distancias, hace acordar a CFK y Daniel Scioli.
Money. Atrás quedó la frase de Macri que hoy no para de circular por las redes sociales: “Eliminar la inflación va a ser lo más simple que tenga que hacer si soy presidente”. Lo dijo en el programa de Mirtha Legrand del 7 de febrero de 2015.
Lo grave no es la frase sino los hechos. Dos años y medio de gestión demuestran que el Gobierno se equivocó en las proyecciones inflacionarias que hizo hasta aquí: para 2016 proyectó un 25% y fue superior al 40%; para 2017 proyectó un 17% y fue del 24,8%; y para este año proyectó primero entre el 10% y el 12% y luego el 15%, cuando ya se sabe que estará alrededor del 30%. Es decir que, sumando los tres años de gestión, Cambiemos habrá acumulado una inflación del 100%. Demoledor.
En el Gobierno hay una fuerte sospecha de que va a ser difícil cumplir con una parte de las metas comprometidas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Muy probablemente las metas fiscales se cumplan en parte –y hasta se sobrecumplan–, por lo pronto este año y seguramente el año que viene. “Lo más difícil va a ser cumplir las metas de segunda generación, que son los aspectos vinculados a la tasa de inflación prevista”, señala un economista de la cercanía del oficialismo. Dentro del acuerdo la Argentina no debería pasar del 32%, al Gobierno le encantaría estar sub 30, pero al ritmo que va es muy difícil que lo consiga.
Para lograrlo tendría que ir a una caída del producto de más del 3% o 4% en el segundo semestre, un ajuste, dejar la tasa muy alta y controlar las paritarias. El costo político sería muy alto: el proyecto de la reelección iría a parar a la basura.
Lo verdaderamente singular es que toda esta situación de crisis se da en el marco donde Argentina es anfitrión del G20, razón por la cual el concierto internacional del G8 y todos los otros miembros que hacen al G20 han manifestado directa e indirectamente su apoyo al país en sus nuevas medidas. Fue ese el sentido que tuvieron las declaraciones de Christine Lagarde porque el objetivo que se espera después del acuerdo con el Fondo es que la Argentina pueda volver al mercado voluntario de deuda y poder captar los 18/20 mil millones de dólares que le faltan para cerrar el programa financiero global 2018-2019. “Cuando la fortuna nos muestra una cara más hermosa que nunca, es precisamente cuando se está fraguando la tormenta sobre nuestras cabezas”, es la célebre frase de Píndaro que resume de manera impecable lo que le pasó a Macri y a su gobierno después del triunfo electoral de octubre pasado.
Producción periodística: Lucía Di Carlo.