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El bonsái

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Autor y obra. Ensayo sobre el día logrado, de Peter Handke de 1994. | cedoc

Releo el Ensayo sobre el día logrado, de Peter Handke. Es un librito mínimo, publicado en 1994, vísperas de la red y por eso podríamos preguntarnos si la inquietud de Handke sobre la posibilidad de alcanzar un día logrado está relacionada con la época, o no.

En la búsqueda que emprende intenta separar el día logrado del día perfecto, ya que, sobre éste último, a su juicio, poco hay que decir, pues la mera perfección de una jornada lleva al terreno religioso y prefiere, incluso, buscar el momento, la hora lograda, ya que da por válida la sentencia de Goethe: la vida es corta, pero el día es largo. Más aún (y más acá), trae la canción de Marilyn Monroe al libro: “One day too long one life too short”. Hay más canciones. Cita sin mencionarla Coney Island de Van Morrison, que cuenta un viaje corto, el de un domingo, el de una supuesta pareja, por la montaña, deteniéndose a tomar algo, continuando el viaje, ver la llegada del anochecer y preguntarse, al final: “¿por qué no pueden ser todos los días como éste?”.

Más adelante, Handke, vuelve a buscar un momento, incluso un destello, que haga la diferencia y cargue todo el día con una percepción distinta poniendo como condición, conclusión, que un día logrado no se tiene, se hace, como el ensayo que estamos leyendo: “No he tenido un día logrado, lo he hecho”.

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Volví a Handke y su especulación sobre la buena fortuna en un día cualquiera, frente a la obra de su otrora compañero de ruta, Win Wenders quien, como todos saben, lleva meses en los cines de medio mundo, en los que se continúa exhibiendo su última película Dias perfectos. Qué lejos está de aquellos films que Wenders hacía con Handke, como Movimiento Falso que comenzaba con el puñetazo que su protagonista, un escritor, daba al cristal de una ventana para expresar su impotencia creativa. Aquí, como se sabe (ya que el argumento de Días perfectos flota en las redes como un haiku) no hay pulsión alguna: se narran los días (perfectos) de un limpiador de retretes que solo mira las copas de los árboles detenido en el tiempo. Después de ver la película, más allá de su armonía formal, nada parece aportar el director si se lo compara con, por ejemplo, su documental sobre el papa Francisco. Esto también es religión: la que Handke advierte en su ensayo ante la mitificación de los días.

Hirayama, el protagonista, se presenta como un personaje analógico (fuera de su tiempo o fuera del tiempo, al contrario de Handke) quien escucha en cintas de casetes las canciones de otra vida (entre ellas, Van Morrison, justamente), saca fotos con una cámara instmatic, pero limpia baños públicos asistidos por la más alta tecnología y cuyos autores son arquitectos premiados con un Pritzker y hay que señalar una de las claves de todo este largo videoclip: a Wenders le ofrecieron trabajar en un proyecto que diera a conocer los impecables aseos públicos de Tokio y él propuso una película. Es ésta.

Hiroyama no tiene pasado y el poco que se insinúa no parece afectarle; tampoco futuro, porque la perfección de sus días reside en el milagro de la repetición. Como apuntó Richard Brody en el New Yorker, la película no es otra cosa que la exaltación que Wenders hace de la sumisión humilde y sin quejas; la de otra persona, no la suya propia.

Wenders en lugar de dejar crecer los días de Hiroyama como los árboles que mira, los mutila; cercena cada día hasta convertirlo en un perfecto bonsái. Una vida bonsái. Un proyecto que está, por otra parte, en la agenda de trabajo de algún que otro gobierno.

*Periodista.