Organizaron en CABA un festival Borges del modo en que hoy en día se hacen estos encuentros, de un modo virtual. Participan muchos críticos, escritores, poetas, coordinadores de talleres literarios, me imagino que filósofos también. Hace tiempo que escuchamos los murmullos de admiración hacia la obra del gran vate argentino. Todos hablan maravillas de Borges, descubren aspectos inéditos de su obra, subrayan que es un genio, que leerlo te cambia la vida, literatos con sueños de gloria preguntan ¿cómo escribir después de Borges?, otros le dan una mano franca y de la otra se acompañan de Rodolfo Walsh en una fraternidad que vuelve a unir arte y revolución, otros se ponen serios y dicen que es un pensador internacional por lo tanto inmortal, que no es un cosmopolita eurocentrista sino un buen conocedor de la ciudad a la que amaba y recorría. Inventó a Buenos Aires, la hizo mágica y orillera, y para los que lo consideraban elitista la prueba de lo contrario se encuentra en todos los textos que escribió para periódicos populares por no decir populistas. Nuestro querido Georgie, que algún atrevido semiólogo nacional y popular lo acercó a Perón, o a Lacan, que es lo mismo.
En fin, el tono monocorde de la cultura nacional, un país que le dijo a Borges gorila, racista, reaccionario, pro inglés, cipayo, antiargentino, ahora lo encumbra como al gran beato de las letras, o un nuevo progre, que también es lo mismo.
Hoy es progre, peronista y lacaniano.
Me aburre. Borges me gusta un rato, digamos seis páginas y cierro el libro. Debo haber leído cientos de páginas de Borges de este modo, con cortocircuitos. No me interesa el infinito ni la eternidad y menos el Aleph. De espejos y tigres tengo hasta los huevos. A Islandia la quiero porque ahí murió Bobby Fischer y se come arenque. De los laberintos como los de Las mil y una noches, mejor salir, o sea dejar de leer. Para mí la Cábala sigue siendo un asunto de brujería, no offense. A Schopenhauer lo leo en francés y le creo poco que lo lea en alemán. Tampoco sé porque le gusta Carlyle que no sirve para nada, ni el Obispo Berkeley que estaba del marote. Al Dante lo dejo para más adelante, no se puede leer todo. Ni hablar de Samuel Johnson.
Pero me gusta cómo escribe, a veces no, se me amanera, busca adjetivos rebuscados que quedan lindo, y se nota. Aprecio cuando dice en el gran libro de Bioy que Victoria llamó a “madre” para invitarlo a la casa para departir con Vivian Leigh. Dice “madre” sin artículo, como una vez una nieta de Manuel Gálvez me dijo que “abuelo” le recomendaba leer un determinado libro, también sin artículo. Será cuestión de suprimirlo y decir “zeide” me pidió varenikes y no “el” zeide, que suena vulgar.
En todo caso Borges no fue a la casa de Victoria porque dijo que no tenía ganas de conocer a una payasa. Tenía esas cosas, como las de decir que no le importaba cuáles generales voltearían a Frondizi con tal que no volviera la democracia. La razón era simple, si los fetos no votaban tampoco podían hacerlo los peronistas ni los comunistas.
Al querido Georgie algún semiólogo nac&pop lo acercó a Perón
Pero me gusta la gente mala, también que copie a Chesterton porque me gusta Chesterton. De Chaucer no hablo porque no sé quien es. A Keats y Yeats siempre me los confundo, como a Doris Lessing y Clarice Lispector, quizá porque tienen el mismo número de sílabas.
Borges escribe muy bien, tiene talento literario, inventó este género al que creo que se refirió Piglia: la ficción especulativa. En eso chapeau. Pero justamente en esta cuestión de la ficción especulativa se presenta un problema relacionado con su afición por las enciclopedias.
Borges puede aclarar porqué en inglés ciertas palabras pegan en el blanco con un solo disparo y en castellano se requiere un Kalashnikov para decir lo mismo, imagino que para eso también le sirven los diccionarios, en buenahora, ejerce un rol docente. Pero la enciclopedia, esas buenas como la Británica, te cuentan todo, por eso son enciclopedias.
Ahí te informás que un peregrino árabe del siglo XII, encontró en una cueva de la ciudad de Herat un pergamino de un tal Almotásim de Bagdad en la que relataba la vida de Avenjacán que habla de una traición de Abucasim el Hadrami. Y como el hombre tiene talento literario, te arma el relato. ¿Será verdad? ¿Será mentira? Es Borges.
Invitación. En el segundo cuatrimestre de 1984 por intermedio de Alejandro Rússovich lo invité a mi cátedra de filosofía en la Facultad de Psicología de la UBA. Era para un diálogo con los estudiantes. Me importaba que la enseñanza no quedara intramuros. Por eso luego vinieron Ernesto Sábato, Nicolás Peyceré y Raúl Sciarreta, de los contados que había tratado durante la dictadura.
Borges aceptó en seguida si lo acompañábamos a cenar. Un viejo delicioso. Canchero, pícaro, humorista, pidió una crema de choclo, intercambió unas palabras en guaraní con Alejandro, y me pidió que lo ayude a comer la naranja pelada que le habían traído de postre. Le di de comer a Borges, gajo por gajo hasta el fin del cítrico. Y no me invitaron al festival.
En el aula magna repleta sedujo a todos, en especial a quienes le preguntaron por su apoyo a Pinochet. En el regreso en taxi, no sé cómo salió el tema del juicio a la Junta y de lo que hacía Ernesto Sábato en la Conadep, y sólo comentó: este Ernesto… la justicia…
Dijo estar cansado porque volvía de un congreso sobre Sarmiento en Tucumán al que lo había invitado Anita Barrenechea, ¨no sé para que me invitan, dijo, si no les gusta Sarmiento, ¿para que yo también diga sintagma?
Borges tenía un sentido del humor en su genotipo como otros tiene oído absoluto. Ni hablar del humor de Witold Gombrowicz que, invitado a tomar el té a la casa de los Bioy acompañados por Borges, el polaco dijo no haber entendido de lo que hablaban dado su escaso conocimiento del inglés.
*Profesor emérito de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires.
“La lectura tiene que ser una felicidad”
Jorge Luis Borges*
He dicho alguna vez que la filosofía es una rama fantástica. Pero eso no lo he dicho contra la filosofía, al contrario, podría haber dicho por ejemplo -que era exactamente lo mismo conservando la sintaxis desde dos lugares distintos- que la filosofía depara un placer de orden estético. Si se ve a la teología o a la filosofía como literatura fantástica, se verá que son mucho más ambiciosas que los poetas. Por ejemplo, ¿qué son las obras de la poesía comparadas con algo tan asombroso como el dios de Spinoza: una sustancia infinita dotada de infinitos atributos?
Cada filosofía crea un mundo con sus leyes especiales, y esos modelos pueden o no ser fantásticos, pero eso no importa. Yo he entrado a la poesía, y también a la fábula, es decir, yo no soy un novelista. Yo he leído muy pocas novelas en mi vida; para mí el principal novelista es Joseph Conrad. No he intentado jamás la novela, pero he tratado de escribir fábulas. He dedicado mi vida a la lectura sobre todo, y he encontrado que la lectura de los textos filosóficos no es menos grata que la lectura de los textos literarios, y quizás no haya diferencia esencial entre ambas.
Mi padre me mostró su biblioteca, que me pareció infinita, y me dijo que leyera lo que quisiera, pero que si algo me aburría lo dejara inmediatamente, es decir, lo contrario de las lecturas obligatorias. La lectura tiene que ser una felicidad, y la filosofía nos da una felicidad, que es la de considerar el problema. De Quincey dijo que descubrir el problema no es menos importante que descubrir una solución, y no sé si se han descubierto soluciones, pero se han descubierto muchos problemas. Todavía es más enigmático el mundo, más interesante, más encantador.
Yo he dicho hace un momento que he dedicado mi vida a la lectura y a la escritura. Para mí son dos actividades igualmente gratas. Cuando hay escritores que hablan de la tortura de escribir, yo no entiendo esto, para mí escribir es una necesidad. Si yo fuera Robinson Crusoe escribiría en mi isla desierta. Cuando yo era joven pensaba en la vida que yo consideraba épica de mis mayores militares, que había sido rica, y la mía..., una vida de lector, y a veces imprudentemente, me parecía una vida pobre. Ahora creo que no, que una vida de lector puede ser tan rica como cualquier otra vida. Supongamos que Alonso Quijano no hubiera salido de su biblioteca, o librería, como la llamaba Cervantes, creo que su vida hubiera sido tan rica leyendo como cuando concibió el proyecto de convertirse en el Quijote. Para él esa vida es la más real, para mí su lectura ha sido una de las experiencias más vividas.
Y ahora que he cometido la imprudencia de cumplir 85 años, compruebo sin melancolía que mi memoria está llena de versos y llena de libros, yo no puedo ver desde el año 1955, perdí mi vista de lector, pero si pienso en mi vida pasada, pienso desde luego en amistades, en amores también, pero pienso sobre todo en libros. Mi memoria está llena de citas en muchos idiomas, y creo que, volviendo a la filosofía, no nos enriquece por sus soluciones, ya que estas soluciones son dudosas, son arbitrarias, y sí nos enriquece mostrándonos que el mundo es mucho más misterioso de lo que pensábamos. Es decir, lo que la filosofía nos ofrece no es un sistema, no es como alguien dijo un conocimiento claro y concreto, es una serie de dudas, y el estudio de esas dudas es un agrado.
*Fragmento de su participación en una clase en el Aula Magna de la Facultad de Psicología de la UBA, el 12 de septiembre de 1984.