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gualeguaychu no cede, lole regula y cristina no va a cuba por su salud

El clima abdicante

Pocos hechos fotografían mejor a la Argentina que un aviso publicado en diarios el martes 6 de enero. Firmado por Autopistas del Oeste y Autopistas del Sol, el destacado anuncio está encabezado por un rimbombante “AVENIDA GENERAL PAZ. COMIENZAN LAS OBRAS”, con esa ebriedad de mayúsculas proverbial de publicitarios mediocres o poco cultos.

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Pocos hechos fotografían mejor a la Argentina que un aviso publicado en diarios el martes 6 de enero. Firmado por Autopistas del Oeste y Autopistas del Sol, el destacado anuncio está encabezado por un rimbombante “AVENIDA GENERAL PAZ. COMIENZAN LAS OBRAS”, con esa ebriedad de mayúsculas proverbial de publicitarios mediocres o poco cultos. Pero lo relevante es que en el cuerpo de texto, las otrora orgullosas concesionarias de esas autopistas aseguran que proporcionan esa información “en el marco de los anuncios formulados por el Señor Ministro de Planificación Federal de la Nación”.
Prometen “invertir” 340 millones de pesos y darles trabajo “a muchos argentinos”.
Pero no explican quién hace esa inversión. ¿Ellos? ¿Julio De Vido? La razón: se trata de la contrapartida por el aumento del peaje, del que saldrá ¿parte? de esa inversión.
Notable estilo y concepto: empresas privadas anuncian una obra “en el marco de los anuncios” de alguien aludido como un monarca prodigador de fortunas.
Dato de época: empresas privadas asociadas al Gobierno se regocijan públicamente de lo que les deja hacer el poder político, renunciando por completo a toda autonomía o elemental orgullo corporativo, fascinadas por ese capitalismo de amigos que caracteriza al gobierno de los Kirchner.
¡Los Kirchner! Nunca tan precisa y verdadera una descripción periodística como ésta. Como Cristina padeció este jueves lo que fue presentado como una lipotimia, y que terminó provocando la postergación de su esperado viaje a Cuba, poco antes de ir a hacer anuncios de obras en Florencio Varela, su marido, teórico “ex” presidente, fue a poner la cara.
Sin ruborizarse ni excusarse, Néstor Kirchner y su cónyuge se rotan en el protocolo, con la misma frescura con que él usa la residencia de Olivos para tejer planes electorales de cara a 2009 y con vistas a 2011.
Ya nadie advierte la grosera irregularidad, ni se sorprende.
La ausencia de sorpresa y la sensación de que nadie se asombra de nada se patentiza en el conflicto con Uruguay. Agotado y obsoleto hasta el ridículo, el bloqueo a la frontera internacional con Uruguay desde la Argentina se desvanece de manera patética.
El Gobierno viene desgranando hace ya varios días un lamento quejumbroso por el corte de Gualeguaychú. Alega que no está de acuerdo, no es correcto, no sirve y hace daño. Pero menciona esa gruesa irregularidad como si aludiera a un incidente remoto y exótico, un episodio sobre el cual el Estado argentino no tendría jurisdicción.
Lo más corajudo que ha intentado es ordenarle al pasteurizado Luis D’Elía que salga a gritar que Botnia no contamina y que el corte debe ser levantado.
De eso vive y con eso se mantiene el otrora feroz piquetero, chico de los mandados de Irán, Hezbollah, Hamas y siguen las firmas.
Pero, ¿puede un gobierno serio comentar un ilícito y repudiarlo sin tomar medidas de oficio para confrontarlo?
El rasgo central del disco rígido del peronismo es su deliberada y maciza reivindicación del poder del Estado. Por eso, De Vido exige y consigue que las empresas publiciten su propia dependencia y esclavitud del Gobierno, en reiteración del conocido “síndrome de Estocolmo”, que describe perversos enamoramientos entre rehenes y sus captores.
¿Por qué no se ejerce el natural y legítimo derecho estatal a hacer cumplir las normas ante los que el propio intendente de Colón caracteriza como “una plaga, un grupo de trasnochados”?
Porque los piqueteros de Gualeguaychú, desacreditados y menospreciados porque ya no sirven, fueron oportunamente exaltados por las mismas autoridades que –ahora– los tratan como marginales, como si fueran esos famosos “paracaidistas búlgaros” de los que suele reírse con hiriente vulgaridad el Dr. Kirchner.
Los cortadores del puente internacional han sido, además, clamorosamente ineficaces. Cifras conocidas ayer, viernes, subrayan que los argentinos siguen siendo, de manera rotunda, los principales visitantes de Uruguay: el 58% de los ingresos de extranjeros de 2008, año en el que el ingreso de argentinos aumentó en casi el 12% (más de un millón de viajeros). Del total de 1.011.665 argentinos, los piqueteros dejaron pasar (con su “oficina de migraciones” propia) a unos 4.500, un promedio de una docena diaria.
La clausura de Gualeguaychú-Fray Bentos potenció de manera formidable a Colonia, Carrasco, Salto y Paysandú. Los desaforados sólo les hicieron daño a su propia ciudad y a Entre Ríos.
Hay, por consiguiente, un tema de Estado, una profunda y determinante cuestión institucional.
Los “ambientalistas” de Gualeguaychú reproducen un dañino tic argentino, tal como lo patentiza la usurpación de funciones que, de hecho, concreta el matrimonio presidencial con sus usos cruzados y alternativos del máximo cargo.
Es una deficiencia sistémica. Normas, leyes, acuerdos y valores viven hamacándose entre permanentes interpretaciones coyunturales. Lo legal y lo ilegal lo son en función de decisiones verticales. Como dice el prestigioso politólogo Juan J. Linz (Bonn, 1926): “Cuando la violación de las leyes y la violencia con intención política son toleradas por un liderazgo con un número de seguidores considerable y no son condenadas por grandes sectores de la sociedad, un régimen tiene que responder y no puede ignorar las implicaciones políticas de su decisión”, afirma en su obra seminal La quiebra de las democracias (1978).
Ahora, en la Argentina, dando un inconfundible giro político al colgarse de Reutemann, desde Olivos se esfuerzan por emitir señales apaciguadoras, además de manejarse con criterios ásperamente prácticos.
Es que el pequeño e inteligente Uruguay le causó ardiente acidez al estómago kirchnerista cuando vetó la aspiración de Néstor K de presidir la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), entente armada en mayo de 2008 por Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
Se trata ahora de replegarse con la mayor austeridad, sin bandera, ni banda, pero a paso redoblado.
La idea, de elementalidad notable, es que los “ambientalistas” abran el puente a Fray Bentos, proclamando victoria, pero sin que la Gendarmería actúe, lo cual produciría el sueño kirchnerista de una victoria sin costos.
En el concepto oficial, haber tolerado más de 700 días una frontera internacional cortada muestra sensibilidad y espíritu tolerante y no una gruesa omisión de los deberes del funcionario. Creen que, así, Néstor K podría superar el veto uruguayo para instalarse como factótum de Unasur.
En el imaginario gobernante, es casi infinita la posibilidad de usar maquillaje y vestimentas diversas, según cuadre en cada caso.
El mismo Reutemann, que les votó en contra en el Senado cuando Olivos caracterizaba la protesta agropecuaria como golpe de Estado pergeñado por fuerzas de tareas oligárquicas, procesistas y destituyentes, es ahora un chacarero peronista, amable y razonable. Y no sólo llueven plácemes desde los campamentos oficiales.
Elisa Carrió tomaría café con Reutemann, que es, dice, lindo.
¿Revela, acaso, la tibia y ambigua salida al escenario del titubeante ex gobernador santafecino un cambio cualitativo en el coloidal y siempre desconcertante peronismo?
En el corazón del poder actual las nubes de 2009 siguen siendo cerradas y oscuras.
Aunque parezca mentira y suene a ominosa y dramática realidad, no pocos observadores cuidadosos incluyen como hipótesis atendible para 2009 la posibilidad de un turbulento colapso definitivo del sistema de poder nacido en mayo de 2003.
En un documento que circuló a comienzos de año entre el reducido grupo con acceso a los análisis de coyuntura del ascendente Club Político Argentino (CPA), se percibe, por ejemplo, “la instalación (…) de un cierto clima de fin de gobierno (…), un clima equívocamente ‘abdicante’”.
El punto más delicado que se viene procesando y que ilumina la emergencia de la hipótesis Reutemann es que, tras su primer, accidentado y mediocre año de gobierno, Cristina Kirchner no consigue ni remotamente suscitar un compromiso de fidelidad en la dirigencia peronista.
Históricamente, se sabe que para los punteros peronistas fue mucho más negocio, en términos electorales, permanecer que irse.
Pero en 2009, nuevamente, los peronistas se disgregan y se desdicen. Nada menos que Felipe Solá estigmatiza a Reutemann por haberse dado cuenta tardíamente de ciertas realidades del kirchnerismo.
Solá le critica a Reutemann no haber sido anti K antes de la guerra con el campo, como si el ex gobernador bonaerense se hubiera distinguido por diferenciarse del Gobierno nacional entre 2003 y 2007.
No resulta, por eso, lunático postular que el peronismo puede despingüinizarse en 2009 como otrora se desisabelizó, se desmontonerizó y se desmenemizó. Todo en un santiamén, ¿por qué no? ¿Cuál es el problema?
Kirchner manda, ordena y disciplina, pero su hegemonía no es universal, ni incuestionable.
Lo favorece el desprejuiciado y descarnado uso de los recursos económicos del Estado. Si las empresas privadas tienen que publicar avisos para agradecerle a De Vido por las obras que ellas hacen, en municipios y gobernaciones la sodomización producida por el favoritismo presupuestario del Ejecutivo es imponente.
Pese al fornido intento de ejercer un poder indiscutido y concentrado sin elementales visos de democracia o participación, el justicialismo aparece estos comienzos de año desprovisto de un líder carismático e indiscutido.
Hay un coro disonante, en el cual se escuchan voces y proyectos diversos, pero siempre con formidable vacío de contenidos programáticos que vayan más allá de la consigna de barricada.
¿Qué tiene para ofrecer, por ejemplo, Reutemann, la supuesta bisagra entre la era K y su núcleo vital, y lo que viene? ¿Qué podría aportar un eventual e hipotético kirchnerismo “auténtico”, encarnado quizá por Alberto F, Graciela Ocaña, Nilda Garré o Rafael Bielsa? Tampoco se percibe de qué modo podría intervenir un justicialismo abiertamente anti K, pero desligado del viejo menemismo, con jugadores como Solá, junto a una cohorte de apóstoles del “verdadero” peronismo (Duhalde).
Los tiempos vienen cambiando, y mucho, en América del Sur.
La disputa presidencial de 2009 en Uruguay abre posibilidad cierta de retorno a las fuerzas tradicionales (Luis A. Lacalle o Jorge Larrañaga) o, si el Frente Amplio no se suicida con José Mujica, un segundo mandato progresista, pero con Danilo Astori como sucesor de Tabaré Vázquez. En Chile, la opción a la derecha tradicional (Sebastián Piñera) en las elecciones de 2010 será el democristiano Eduardo Frei, ya que el Partido Socialista se quedó sin candidato al renunciar a la interna José Miguel Insulza.
Los Kirchner ya renunciaron en julio de 2008, cuando el Senado los repudió. Lo repensaron y se quedaron.
Ahora, olvidado el confuso término “destituyente”, cabe prever, si las cosas se complican más, un clima abdicante, en caso de que las elecciones de octubre les dé malos resultados o si, antes incluso, las encuestas dan un panorama negro.
Sería imperdonable que los Kirchner no se queden hasta el final.