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El impacto de la pandemia en la clase obrera informal

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En negro. Las filas desbordadas del viernes 3 de abril. | cedoc

El episodio de los bancos del pasado viernes 3 de abril advirtió, de la manera más cruel, la fragilidad de la clase obrera argentina a la hora de enfrentar la pandemia. Las colas multitudinarias de jubilados pusieron en evidencia la impotencia del gobierno de regular una situación de cuarentena obligatoria para la parte de la población que vive en condición de informalidad.

Aparecieron diferentes explicaciones. Las más miserables fueron aquellas que recargaron culpas sobre los que hacían filas en los bancos. Algunos, más atinados, apuntaban a los bancos. ¿Por qué bancos públicos, y no más que algunos privados, estaban asignando jubilaciones y asignaciones sociales? Otros, en cambio, señalaron la falta de educación financiera y la baja disponibilidad de billeteras virtuales que podrían haber colaborado en esta crisis. En un artículo reciente se señala que el riesgo de haberse expuesto al contagio del virus sería la consecuencia directa de un sistema bancario que invirtió lo mínimo en cajeros automáticos a pesar de haber contado con ganancias extraordinarias en los últimos años. Aunque con matices, un punto en común en estas posturas es que pasan por alto el grado de informalidad que tiene la sociedad argentina.

El problema no es simplemente la falta de inversión en cajeros automáticos. De hecho, según datos del Banco Mundial, el número de cajeros automáticos en Argentina se multiplicó por 30 desde el 2004 hasta el 2018. Aquel viernes los jubilados no sólo hicieron filas para retirar efectivo en el Conurbano bonaerense sino también en los cajeros de Capital Federal. No es una novedad señalar que en Argentina se necesita efectivo para operar. La reticencia a operar por medios electrónicos, si bien se expresa en hábitos o pautas culturales, proviene de la forma en que están organizadas las relaciones económicas en nuestro país, donde capitales con una baja productividad del trabajo compensan sus costos por medio de operar en una economía informal.

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La causa principal de la informalidad es la baja productividad del trabajo que los capitales radicados en nuestro país compensan por medio de contratar fuerza de trabajo en negro y evadir impuestos. Según datos de la Cepal, Argentina tiene mayor proporción de empleo informal en el sector no agrícola que Brasil o Chile (48% en 2017 contra el 41% de Chile y 38% Brasil). Las empresas de mayor magnitud terciarizan empleados o contratan a los mejores contadores para evadir impuestos; las pequeñas y medianas empresas, que son las que pagan peores salarios y principalmente en efectivo, suelen operar en este mercado informal obteniendo así una ganancia extraordinaria la cual incluso es mayor al considerar el salario diferido impago (jubilaciones). Eso implica que esas fracciones de la clase obrera no perciban un salario en una cuenta bancaria y cobren directamente en efectivo. Aquellos que perciben asignaciones sociales o jubilaciones a través de una cuenta, en la mayoría de los casos deben pagar en efectivo porque existe una pluralidad de comercios en donde no se aceptan tarjetas de débito o crédito (según ARBA, al menos el 40% de los comercios de Pcia. de Buenos Aires).

De manera adicional, el que vende en negro cobra la alícuota del impuesto al IVA al que compra, pero no tributa, apropiando una porción de ganancia adicional. Lejos de ser elementos a corregir, constituyen formas concretas a través de las cuales el capital radicado en el país puede seguir operando. El investigador Juan Iñigo Carrera señala cómo a través de la evasión y la elusión fiscal el capital industrial radicado en el país se valoriza a una tasa de ganancia normal. Por esta razón, la dificultad de implementar billeteras virtuales no radica simplemente en la ausencia de su disponibilidad o la falta de educación financiera, sino en que de hacerse masivo su uso, las operaciones de compra y venta quedarían registradas siendo plausibles de pagar impuestos, quitándole la ganancia adicional de vender en negro.

En el mismo sentido, la economía en negro lleva a que la Argentina presente una alta recaudación a través de impuestos generales a las mercancías, como el IVA, en detrimento de otros mecanismos impositivos. Pero como más de un tercio no tributa, esto se recarga sobre los sectores en blanco. Así, el país cuenta con una alta carga impositiva, y al mismo tiempo, una evasión fiscal igual de alta, mientras que los subsidios económicos continúan teniendo una presencia importante.

Las formas específicas en que se sostiene el capital en nuestro país, condenan a que la clase obrera más pauperizada sufra las brutales consecuencias de la pandemia. La forma más potente para mitigar los efectos de la crisis en las fracciones de la clase obrera informal, es avanzar en medidas más radicales que ataquen los problemas estructurales de la realidad argentina.

*UNGS/Conicet.