La situación crecientemente preocupante y peligrosa entre Ucrania y Rusia se agravó hoy de manera fenomenal, con el derribo de un avión comercial de la empresa Malaysian Airlines, el vuelo MH17 que cubría la ruta desde el aeropuerto holandés de Schiphol, a Kuala Lumpur, la capital de Malasia. El Boeing 777 transportaba un total de 298 personas que perdieron la vida cuando el avión, según acaba de denunciar el gobierno de los Estados Unidos, fue alcanzado por un misil tierra - aire a la altura de la localidad de Grabovo, en el este de Ucrania.
Esta misma tarde hubo una comunicación telefónica entre el presidente norteamericano Barack Obama y el presidente ruso Vladimir Putin, de la cual poco se sabe. Este es el primer episodio que establece el punto de partida de mi reflexión. El segundo es que a estas horas, ya superada la medianoche en Israel y Gaza, ya lleva varias horas la ofensiva terrestre de la Fuerza de Defensa de Israel en territorio palestino.
Hamás había rechazado la tregua procurada no por Israel, sino por la República Árabe de Egipto. En estas últimas horas del jueves, incluso, también hubo algunas horas de alto el fuego, en la expectativa de que el régimen de Gaza admitiera que una manera razonable, aceptable y comprensible de generar un espacio de diálogo era ordenar el cese del lanzamiento de cohetes sobre Israel.
Los ítems que acabo de mencionar, no tienen ninguna vinculación entre ellos, porque lo de Ucrania es una cosa y lo de Israel y Gaza es otra.
Desde la consagración de poder prácticamente omnímodo del presidente Putin, una Rusia desvencijada tras la desagregación del viejo bloque soviético, y sobre todo tras la desaparición de la llamada Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se ha consagrado a restaurar de todas las maneras posibles el viejo poder imperial que durante 80 años, con etiqueta comunista o marxista leninista, fue la continuidad de las viejas aspiraciones rusas, previas al comunismo, de ser una potencia euroasiática de proyección mundial. Son innumerables los episodios vividos en diferentes ex repúblicas soviéticas, en los que el proceso de autonomía de todas esas repúblicas que siguió a la caída del comunismo, trató de ser desandado por el gobierno de Moscú.
Putin no ha ocultado ni su formación personal ni sus expectativas ni sus ambiciones para Rusia. Viejo cuadro de la inteligencia secreta soviética, KGB, Putin se ha manejado con un apego apenas formal a una cierta y muy indefinible democracia parlamentaria, que en rigor de verdad, no existe en su país. Su gobierno es duro, fuerte y muy poco apegado a ningún tipo de resguardo democrático. Consecuentemente, el verdadero talante de la política internacional de Putin, que muchos gobiernos de América Latina, el de la Argentina incluida, han curiosamente acallado para despojarla de toda proyección agresiva, tiene creciente influencia. Es una política de gran potencia.
El caso de Ucrania era paradigmático, porque -al igual que un par de repúblicas de la vieja Unión Soviética- Ucrania tiene una pertenencia histórica al espacio eslavo ruso, pero con particularidades nacionales que una enorme mayoría de los ucranianos han resuelto reivindicar como parte de Europa y a distancia de Rusia. Cuando apareció la fobia al poder de Kiev, o sea al poder de Ucrania, fue evidente la mano rusa en el armamento, apoyo y promoción de los separatistas pro rusos, que reclamaban sencillamente ponerse bajo el aparentemente poderoso paraguas de Moscú.
En estas condiciones, la afirmación del Departamento de Estado de los Estados Unidos de esta misma noche, según la cual el vuelo MH 17 de la Malaysian Airlines fue derribado por un misil, es francamente escalofriante. No hay manera de entender, admitir ni comprender que ese lanzamiento, derribando a un avión civil de pasajeros que volaba a casi 11.000 mil metros de altura, pueda haber sido un objetivo de un país débil y claramente acorralado como Ucrania, que no tiene ni el arsenal, ni la fuerza aérea, ni las baterías misilísticas como para emprender tamaña locura, más allá de que esa locura no tiene ninguna explicación posible.
Por otro lado, la situación de Gaza y la ofensiva terrestre israelí era sencillamente previsible. Quiero hacer un par de preguntas a manera de razonamiento, que quizás nos ayuden a encontrar en este asunto un poco de luz, a esclarecerlo, para salir de las definiciones comunes y de las frases hechas. Me resulta incomprensible la actitud de Hamás de haberse negado a suspender su permanente bombardeo con cohetes desde Gaza a Israel. La pregunta que sigue a esta tiene que tener una respuesta igualmente razonable: ¿por qué querría Israel regresar a la Franja de Gaza en la cual sus fuerzas militares habrán de sufrir inexorablemente bajas, cuya magnitud no estoy en condiciones de pronosticar? Si Israel se había retirado de Gaza y las botas de los soldados israelíes habían desaparecido junto con los 9.000 colonos judíos, sacados por el gobierno de Jerusalén hace ya nueve años, ¿por qué querría regresar ahora Israel a Gaza?
Durante diez días, los ataques aéreos de la Fuerza de Defensa de Israel sobre Gaza, se propusieron darle una lección a Hamás, que se vale de las poblaciones civiles para, inserto en ellas, lanzar cohetes. La idea de los israelíes es que los devastadores golpe aéreos le demostrarían a Hamás que no tenía caso, ni había manera alguna de encontrarle una lógica militar ni política al continuo lanzamiento de cohetes contra un enemigo poderoso que tiene clara supremacía estratégica como Israel.
A esta pregunta se le pueden dar un par de respuestas: o Hamás está seriamente golpeado y ya no tiene control sobre que milicias palestinas hacen uso de las baterías misilísticas de cohetes; o, de alguna manera, Hamás postula la famosa consigna “cuanto peor, cuanto mejor”, imaginando que Israel va a volver a empantanarse, como ya lo hizo algunos años cuando trató también de eliminar las estructuras terroristas.
Lo cierto del caso, es que a esta altura parece ser que ya no hay marcha atrás, lo cual es lamentable para todo el mundo: para los civiles palestinos, acerca de quienes uno se pregunta si son consultados o participan del lanzamiento de cohetes. Esos 1.600.000 seres humanos que viven apiñados, y sobre los que pesa también el bloqueo del lado egipcio, del que casi nunca se habla pero es un cierre total de fronteras, lo que hace que Gaza sea una zona del mundo absolutamente inhóspita, ¿le dan al régimen de Gaza realmente el apoyo para seguir lanzando cohetes que van a ir generando réplicas cada vez más terribles?
Tengo para mí que no. Tengo para mí que, sobre todo, lo que a esta hora de la noche en el mundo y en la Argentina prevalece, lamentablemente, es el peor de los mensajes. Porque más allá de las intenciones, los razonamientos los circunloquios, lo cierto es que lo que hoy se huele en el planeta tierra es el penoso olor de la guerra.
(*) Emitido en Radio Mitre, el jueves 17 de julio de 2014.