Hoy la emergencia que vivimos producto del coronavirus sumada a lo que hemos dado en llamar la dictadura pandémica impiden que sepamos mucho de lo que ocurre y, peor aún, cuestionan que se discuta qué es lo que pasa, porque eso es distraer esfuerzos que deben ser utilizados para un interés mayor.
Podemos esperar que todo pase para hacernos las preguntas, pero quizás muchas de las respuestas lleguen tarde, por ello es importante realizar algunas de ellas ahora para no lamentarnos luego de no haber alzado la voz a tiempo.
La primera pregunta es obvia y evidente. ¿Qué estamos dispuestos a permitir en nombre de la emergencia? Y de ella se desprenden un sinnúmero de interrogantes.
¿Hasta cuándo estamos dispuestos a entregar libertad a cambio de una supuesta seguridad? ¿Cuál es la situación límite en la cual ya no estamos dispuestos a hacerlo? ¿Es una cuestión de límites o una cuestión de tiempos?
Nunca antes imaginamos que por no ser residentes en un municipio o una provincia no íbamos a poder ingresar a ellos, y mucho menos imaginamos que esto podía ocurrir en democracia. Muchos se han llenado la voz criticando a los países de régimen comunista argumentando que no había nada más sagrado que la libertad y que no había nada que la pudiera restringir, sin embargo hoy relativizan aquellas afirmaciones y aceptan que “el Estado dirige, regula y controla la actividad económica conciliando los intereses nacionales, territoriales, colectivos e individuales en beneficio de la sociedad”. Pues bien, el entrecomillado pertenece a la Constitución cubana.
Cierto es, como dice el presidente Fernández, que de una situación económica mala se puede volver, pero de la muerte no. Ahora bien, la sociedad como tal, aunque duela decirlo, estuvo dispuesta a sacrificar una parte de sus integrantes en pos de su bienestar general; sin ir más lejos, muchos son los compatriotas que hoy viven una situación acuciante por haberlos hecho a un lado durante mucho tiempo en pos de nuestro bienestar económico. Ya comienzan a escucharse voces, incluso en el oficialismo gobernante, que plantean que la actual situación no puede mantenerse in eternum. ¿Cuándo será el momento en que cese la situación actual? ¿Cuál es la cantidad de muertes “tolerables” para permitirse volver a una vida “normal”? La economía ya estaba en una situación compleja antes de las medidas adoptadas por el Gobierno. Cuando esto pase la economía estará peor. La pregunta es ¿cuánto más mal es tolerable?
Como afirmara el presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio, “cualquier medida tomada ante una pandemia parecerá exagerada. Cualquier medida tomada después parecerá insuficiente”, pero ¿cuál es el punto de inflexión en el que las medidas dejan de parecer, para ser, exageradas? Argentina luchó mucho por el Estado de derecho, y desde hace casi un mes este se encuentra aletargado en nombre de la emergencia. La Justicia de feria, el Congreso Nacional “funcionando” por teleconferencia pero sin legislar, el Ejecutivo gobernando por decreto y normas menores. Quizás el punto cúlmine hayan sido las compras que, muy por encima de los precios máximos estipulados por el propio Gobierno, realizara el Ministerio de Desarrollo Social. Entonces cabe preguntarse: ¿cuál es el nivel de discrecionalidad para negocios y negociados que está dispuesta a tolerar la ciudadanía argentina? En el pasado eligió mirar a un costado si no ponía en juego su bienestar temporal, aunque eso parecía una etapa superada. ¿Es así?
Como el mundo no se detiene, la economía tampoco, y hay quienes siguen haciendo grandes negocios en medio de la pandemia. ¿Cuáles son las empresas que, pese a todo, siguen proveyendo al Estado? ¿Cuáles son las nuevas empresas que comenzaron a proveer al Estado? Y en ambos casos, ¿en qué condiciones lo están haciendo?
En definitiva, la pregunta que sobrevuela por sobre todas las otras es si el fin justifica los medios. En nuestra opinión, no los justifica sino que los condiciona.
*Licenciado en Ciencia Política.