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Games of Tlön

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Estoy mirando la transmisión de la final de la Champions League y aparecen Hernán Crespo y Gabriel Batistuta comentando la previa. Me doy cuenta de que Batistuta es idéntico al actor enano que la rompe en Games of Thrones. Claro que el personaje de la serie medieval no tiene que sufrir el aliento en la nuca de Hernán Crespo, como sí le pasó al Batigol a lo largo de su carrera en la Selección.

GOT es una serie que funciona de manera compensatoria en los televidentes: te muestran que el mundo es un lugar hostil repleto de depredadores al que tenés acceso mediante el pago de un paquete virtual. En la primera temporada los personajes están bastante bien delineados. Hay un actor –Sean Bean– que debe de vivir en la Edad Media, ya que lo vi también en El señor de los anillos. Me encanta la tribu de actores porno que comanda Karl Drogo y que andan semidesnudos y siempre cabalgando. Me gusta el personaje del hijo bastardo –un juguete rabioso– que se llama Jon Snow. Los rubios hermanos incestuosos me hacen acordar a unos amigos míos. GOT tiene eso: cada uno de nosotros tiene en su familia o en su grupo de amigos a alguno de los personajes que pueblan la serie.

En un trabajo que tuve hace años, tenía una compañera a la que le gustaba disfrazarse de personaje medieval. Iba a un club donde mucha gente como ella organizaba torneos con espadas o yelmos. Me contaron que en la última temporada de GOT hubo una o dos tomas donde, por error, apareció en una mesa un vaso de Starbucks. Una intromisión del mundo de Tlön en el mediodía del Medioevo.

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