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El mundo del arte, es tal vez, el más cruel de todos los mundillos. Como no participo de las redes me entero mal y tarde de algunas polémicas intensas, como la que rodeó la exhibición de la Manifestación de Mondongo en Malba. Y como me enteré antes de las feroces objeciones (de la izquierda y de la derecha) tardé en ir al Malba, porque no confiaba en ir a verla con la cabeza llena de opiniones ajenas.

Mis impresiones, desde ya, importan poco y nada. Pero digamos lo obvio: el cuadro con el que Juliana y Manuel recrearon el celebérrimo lienzo de Berni es majestuoso y es raro que un “tributo” compita en pie de igualdad con su modelo. Además, se agregan a la presentación una estilizada casilla villera y dos cuadros más, que completan el recorrido conceptual.

Se han objetado muchas cosas a Mondongo: la espectacularización de la pobreza, un uso no militante de los motivos más estables de la imagen del pueblo (“sin pan y sin trabajo”, “pan y trabajo”) y una “traición” al modelo al haber reemplazado a los personajes retratados por Berni (que eran sus amigos) por otros (que son los amigos de Mondongo).

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Además: que la villa estilizada funciona como un escenario para que las visitantes del Museo se tomen selfies abominables para publicar en redes, o que lo que falta allí es precisamente la vida precaria, que dice mucho más que cualquier otra protesta.

Es como si Mondongo fuera, de pronto, responsable de la desigualdad social, del veto presidencial al aumento de las jubilaciones, de la indiferencia gubernamental respecto de las condiciones de higiene y habitabilidad de los barrios populares. Y, mucho más: Mondongo es mainstream y “los pobres quedan afuera, objeto de una obra que no van a ver, que trata sobre ellos, pero es para los demás”. Desde las agrupaciones se escucha: “No contentos con expropiarnos nuestra historia del arte, van por banalizar nuestras luchas contemporáneas”. Qué disparate.

Mondongo es mainstream, sí, y lo es desde hace mucho tiempo. Por decir algo, desde que la familia real de España le encargara sus retratos en 2004 (espejitos de colores). El asunto es cómo habita ese lugar incómodo. Ernesto de la Cárcova, muy presente en la instalación de Mondongo, también le vendió cuadros a los reyes de España, porque esa es la lógica del mundo del arte. Manifestación también es un encargo, ésta vez del Malba, que la propone como una instalación site specific. Es, pues, el Malba, quien ha comprado la obra, quien decide dónde ponerla y para qué público.

No es, claro, la tarea principal de Mondongo participar de tales o cuales luchas. Su campo es la representación y la producción de sentido. Que circule la potencia de Berni, la potencia de De la Cárcova. Que se entienda que esas imágenes siguen estando presentes, porque las condiciones que las hicieron necesarias todavía nos involucran.

¿Está mal aceptar dinero del Malba? “Es además un museo privado. Es de la Fundación Costantini, empresario que hizo su fortuna, entre otras cosas, a fuerza de gentrificación y destrucción de humedales”. ¿Son los Mondongo responsables indirectos de la destrucción de los humedales?

Lo dudo. Mondongo es responsable del arte que hacen, del que debe decirse que: 1. es un arte figurativo (se animan a figurar, a producir imágenes reconocibles), 2. es un arte de una técnica exquisita (el uso de ese material tan escolar, la plastilina, es llevado por el dúo a un umbral de sublimación inconcebible; el Baptisterio de los colores es una obra que quita el aliento), 3. es un arte deliberamente irónico que selecciona materiales de trabajo como índice de un efecto de sentido (¿no habrá algo de eso en Manifestación)? 4. Y es, finalmente, un arte de la celebración.

En el arte de Juliana y de Manuel yo escucho voces... Por ejemplo, una vocecita que dice: “Despojemos la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante. No imaginemos que es necesario estar tristes para militar, incluso si la cosa que se combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación)”.

Tal vez Manifestación sea un poco más condescendiente que el Baptisterio, pero de todos modos es un pensamiento: nos piensa como sujetos de la historia, como objetos del arte, como espectadores y como parte del pueblo.