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La ciudad ausente

Me invitan a la Legislatura de la Ciudad a celebrar los veinte años de una meritoria Asociación. Declino, pero en solidaridad recomiendo leer sus demandas en http://amigos-del-lago.blogspot.com. Es que ese lugar me recuerda los años 80 cuando solía acompañar a mis dealers, a veces a surtirse de cocaína y otras a efectuar ventas, entregas o cobranzas de sus pingües rubros.

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Me invitan a la Legislatura de la Ciudad a celebrar los veinte años de una meritoria Asociación. Declino, pero en solidaridad recomiendo leer sus demandas en http://amigos-del-lago.blogspot.com. Es que ese lugar me recuerda los años 80 cuando solía acompañar a mis dealers, a veces a surtirse de cocaína y otras a efectuar ventas, entregas o cobranzas de sus pingües rubros. Me indignaba ver tanta ineficiencia y displicencia. Y tantos ñoquis. “Ñoquis” no se usaba en la época, pero la institución del empleo de vagos y delincuentes como dádiva política estaba tan vigente como ahora. Los representantes del Partido Radical y los del Partido Intransigente, ungidos por efectos comiciales del bluf alfonsinista y de la mitología progre del embaucador Oscar Alende, se dedicaban al tráfico de influencias para saquear el patrimonio colectivo y me producían un inmenso asco. Pero nada hay más fácil para un adicto que renunciar cualquier forma de dignidad y sobreponerse a cualquier asco que entorpezca su carrera por más droga. Volví a las puertas de ese edificio recién en vísperas de la elección de jefe de Gobierno que ungió a Macri. Junto a músicos, intelectuales y agentes culturales monté guardia una tarde mientras adentro los diputados discutían detalles la Ley de Mecenazgo, proyecto de Diego Santilli al que aporté algunas consideraciones. La discusión parlamentaria fue ardua y en el camino se hicieron concesiones que, sin afectar su espíritu, debilitaron la institución que apuntaba a fundar. La ley Santilli, tal como fue sancionada, se adecuaba a las expectativas de los dos potenciales ministros de Cultura a quienes Macri y Michetti habían prometido el cargo: el coleccionista Ignacio Liprandi y el economista Pablo Batalla, respectivamente. El primero fue vetado por la Iglesia. El otro por tomarse en serio las promesas electorales del PRO y por incompatibilidad con el grupo sushi festivalero que terminó imponiendo a Lombardi, al matrimonio compuesto por su actual jefe de Gabinete y su esposa, que revista como Directora de Festivales, y a dos miembros de la familia política del ministro. Todo es político y la familia política del ministro –dos muchachos de origen frigerista que ahora se desempeñan en rangos de Director y Asesor– se ha convertido políticamente al PRO pese a que ahora ha pasado a ser familia política de Chacho Alvarez por cuestiones pertinentes a la prensa del corazón. En un contexto tan festivo y familiero, no me sorprendió la protesta contra el Ministerio que en estas mismas páginas formuló Spregelburd hace un par de sábados. Yo padecí algo semejante pero me quedé pensando que quizá nos hayan hecho un favor.