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La escritura oculta

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El escarabajo de oro, El código Da Vinci, La casa de Asterión, El Apocalipsis, narrativas con información cifrada, rompecabezas con claves, contraseñas, textos representados por una serie de símbolos y números aleatorios, un viaje intertextual o simplemente ¿“una forma de arte de lo enigmático”? ¿Ficción o realidad?

Desde la Antigüedad hasta nuestros días los criptogramas (mensajes cifrados) han sido protagonistas de episodios históricos extendiéndose más allá de la tradicional esfera política, militar, religiosa y diplomática cobrando radical importancia con el advenimiento de las nuevas tecnologías en el mundo de las finanzas e incluso adquiriendo una presencia esencial en la vida cotidiana a través de los dispositivos móviles, correos electrónicos y en cualquier sistema de almacenamiento de información.

Veamos, ¿qué es y cómo surge la criptografía?

Etimológicamente, del griego kryptos + graphia = “ocultar la escritura”. Remite a aquello que es secreto, lo que no se ve, “el arte de escribir en clave”, una técnica con el objetivo de alterar mensajes o representaciones lingüísticas.

Pensemos así en el sistema por transposición conocido como Escitala, utilizado por los espartanos hacia el 400 a.C., o el método por sustitución denominado el cifrado Cesar o el Atbash (cifrado hebreo), que resurgiría en la Edad Media y el Renacimiento, impulsado por las intrigas del papado y ciudades-estado italianas de la mano de León Battista Alberti, como el sistema de sustitución polialfabética. Casi un siglo después, el cifrado Vigenère, instituido por Giovan Battista Belaso de Brescia, revelaba una nueva técnica donde la clave, formada por una palabra o una frase, debía transcribirse letra a letra sobre el texto original. El siglo XX vería resurgir el método Alberti como fuente de inspiración para el diseño de Enigma, un traductor automático, una máquina criptográfica a rotor.

Ahora bien, estos primeros criptosistemas simétricos o de clave privada, que usaban la misma clave para el cifrado y el descifrado del mensaje, no eran tan fiables. Fue preciso desarrollar un nuevo método que combinara los dígitos del mensaje con otros, esto es, algoritmos de gran complejidad que permitieran solucionar uno de los problemas de la criptografía clásica: la distribución de las claves secretas a los participantes en la comunicación sin que por ello la seguridad de la clave se vea afectada.

Sin embargo, todo lo que es encriptado puede ser desencriptado.

Por ahora, buscar y encontrar la “llave maestra” no es tan sencillo. Los bancos, las plataformas de pago virtuales, los cajeros automáticos y, en general, todas las instituciones financieras emplean mecanismos de seguridad basados en la encriptación garantizando así una mayor seguridad a sus usuarios. Además, prácticamente cualquier proveedor de almacenamiento en la nube utiliza la criptografía para resguardar el envío de información entre servidor y usuario.

Códigos, secretos, claves atraviesan novelas, cuentos y personajes en busca de la resolución de un “enigma” pero también el conflicto, lo real, donde la vida cotidiana es resignificada matemáticamente.

Mientras tanto, para descifrar el mensaje habrá que descubrir el algoritmo. “Y el caso es –dijo Legrand– que la solución no resulta tan difícil como parece tras el primer examen apresurado de los caracteres”.

 

*Lingüista.