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La música en Groenlandia

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Hace poco, un escritor italiano cuyos libros se venden de a miles me confesó que los libros nunca le dieron de comer: a menos que uno se conforme con poco, los libros nunca hicieron a nadie millonario. En su caso no es millonario, pero podría serlo, si lo quisiera; pero no escribiendo libros. Su entrada de dinero más sustanciosa procede de las charlas motivacionales que imparte a empresarios, pequeñas y concisas intervenciones por las que recibe cantidades de dinero enormes (él mismo pide cantidades de dinero enormes esperando que se las nieguen, pero siempre aceptan). Me confesó que, a fin de no poner demasiado en crisis sus ideales, acepta solo una docena de esas intervenciones anuales: no más. Del mismo modo solemos creer que los músicos viven de la venta de su música, pero eso tampoco es así. Como ocurrió desde siempre con muchos oficios y ocupaciones, en los últimos años los músicos tuvieron que habituarse a las nuevas reglas: los consumidores de música ya no recurren a los discos o a los CD sino que apelan a las plataformas multimedia que en muchos casos les permiten escuchar su música preferida sin desembolsar un peso. Lo que quiere decir que la entrada de dinero, lo que les permite vivir holgadamente en algunos casos, son los recitales en vivo (lo que a su modo también es vender música, del mismo modo que mi amigo italiano vende palabras). Esa es la situación de los músicos en sentido amplio, los más o menos reconocidos que pueden andar de un lado a otro tocando delante de más o menos gente. Los únicos que al parecer no tienen escapatoria, como cuenta la revista Bloomberg en un artículo reciente del periodista británico Feargus O’Sullivan, son los músicos de Groenlandia. Esa gente se la ve peor que el resto.

Groenlandia es la isla más grande del mundo, pertenece a Dinamarca y tiene una extensión similar a la Argentina. Pero las tierras de Groenlandia en su mayor parte están cubiertas de hielo: la población, muy escasa para semejante superficie, es de apenas 56 mil personas, distribuidas en su mayoría a todo lo largo de sus costas. Por estas razones, ser músico en Groenlandia es particularmente complicado: faltan lugares donde tocar, no hay rutas que conecten entre sí las ciudades principales, y moverse de un sitio a otro es una empresa complicada, incluso en posesión de los medios necesarios para moverse: los barcos en invierno quedan atascados por la nieve y los aviones muchas veces no pueden volar a causa de las tormentas.

Nuuk, la ciudad más poblada y la capital de Groenlandia, tiene alrededor de 18 mil habitantes, más o menos lo mismo que General Villegas. Como es de esperar, allí es donde se concentra la mayor actividad musical del país, pero incluso allí la actividad es poca. El año pasado, por ejemplo, la banda más popular de Nuuk, los Nanook (sí, de acuerdo, los groenlandeses no son muy originales a la hora de elegir nombres), una banda de poprock nacida en 2008 que canta en groenlandés, una lengua que entienden unos miles de personas en el mundo, hizo un tour moviéndose de ciudad en ciudad en barco, llevando consigo todo: instrumentos, escenario, personal y drogas, atravesando un montón de dificultades. Los Nanook tienen 23 mil seguidores en Facebook, casi la mitad de la población del país. Los Small Time Giants, en cambio, se formaron en 2001 y son de Qaqortoq, al sur de la isla, y cantan en inglés, por lo que tienen cierta popularidad también en Dinamarca, donde muchos lo hablan. Nadie vive solo de la música: Jonas Lundsgaard Nilsson, el baterista de los Small Time Giants, tiene una pequeña empresa: anualmente organiza el Nuuk Nordic Culture Festival, un evento bianual internacional de música, cultura, artes y literatura. Dice que gracias a eso zafa.

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