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Decisiones políticas

La pandemia populista

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Bolsonaro. | Pablo Temes

Con la mala literatura pasa lo mismo que con la mala política: mientras aquella se sirve de la ficción para reproducir la realidad y convertirse en un instrumento de autoayuda para que el lector se reconozca en su propio mundo, la mala política la usa para alcanzar el poder con el solo fin de retenerlo. La alta literatura se vale de la ficción para construir mundos distintos; la buena política, realidades diferentes.

El tema de la política y su relación con la mentira lo aborda la escritora y documentalista Eliane Brum para definir la deriva de Bolsonaro y Trump. No mienten, explica Brum, para encontrar atajos o vías secundarias para cumplir objetivos políticos, omiten la verdad con un criterio destructor: anular la política. Así, «el problema son los inmigrantes», afirma Trump. La homosexualidad es una enfermedad como advierte Bolsonaro. O «Europa nos saquea» según pregona Boris Johnson. Es aquí, en estas afirmaciones donde para Brum se entibia el huevo de la serpiente ya que la mentira pasa a ocupar para muchos votantes lo «auténtico», aquello que anida en lo más profundo de muchas conciencias: la homofobia, el racismo o la xenofobia dejando paso a lo «auténtico», con lo cual, la mayoría de los inmigrantes son delincuentes; los gais, desviados; los afroamericanos, violentos.

Resulta curioso el análisis del triunfo electoral de Jacinta Ardern que hace esta semana The Atlantic. Ardern, como es sabido, encabeza uno de los pocos gobiernos que ha sabido hacer frente a la pandemia. Ni bien sonaron las primeras alarmas, cerró las fronteras de Nueva Zelandia a todos los no residentes, impuso un confinamiento nacional y elaboró sobre la marcha, sin perder un minuto, planes sanitarios con test y rastreadores. Hoy contabiliza solo 1.912 casos, 1.831 pacientes curados y 25 decesos.

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A este marco hay que incorporar otros datos. El año pasado un hombre armado abrió fuego contra dos mezquitas y mató a 51 personas. Ardern, además de acompañar a los supervivientes y a los familiares en duelo, aprobó la prohibición de las armas semiautomáticas y los fusiles de asalto en el país con un apoyo parlamentario casi universal. Hay más hechos para destacar, pero lo descrito sirve claramente para demostrar el efecto de la política frente al populismo, ante la mentira como herramienta para erradicar la política, y poner en acto relatos religiosos, xenófobos, violentos y negacionistas. The Atlantic, por supuesto, valora la gestión de Ardern pero pone en duda su capacidad para revertir los efectos de la pandemia sobre la crisis económica y recuerda que en su anterior legislatura no redujo los márgenes de desigualdad ni crecieron los índices de prosperidad.

Es obvio, que una lectura completa del primer mandato de Jacinta Ardern tiene contrastes y que la gestión de la crisis sanitaria le ayudó a conseguir hace una semana una gran victoria electoral, pero no hay que perder la visión las consecuencias económicas que genera la Covid-19 donde a la ausencia de gestión política hay que sumar la impericia de la dirección económica y, en casos como en el Reino Unido, agudizados por el propio programa populista. El gobierno de Boris Johnson se enfrenta a una de las más serias encrucijadas no solo por las consecuencias de la pandemia, el peor marco desde la Segunda Guerra Mundial, sino por las dificultades en la que tropezará como precio a pagar por el Brexit.          

Un par de apuntes al respecto. Como Trump y Bolsonaro, Johnson negó el peligro de la Covid-19. Su criterio cambió, en parte, cuando fue víctima de la misma. Esa postura errática ha llevado al Reino Unido a ser el país con más decesos de Europa y el quinto del mundo. El principal argumento de la campaña del Brexit fue que el dinero que «robaba» Europa, 300 millones de libras semanales, nada menos, iría al sistema sanitario. No ha sido así, obvio. Su promesa de transformar el país en un «Singapur del Támesis», sin impuestos ni burocracia, de momento se vislumbra como una nación con puertos bloqueados, escasez de medicamentos y despidos masivos. Hasta ahora, 5 mil funcionarios han manejado 50 millones de documentos de aduana al año para el ingreso y la salida de productos hacia el continente. Después de Brexit, habrá un aumento de alrededor de 220 millones de declaraciones, con el consiguiente embotellamiento y demora en el acceso: no llegará a tiempo el champagne francés, pero tampoco los medicamentos de laboratorios europeos. Mientras tanto, ningún otro país industrializado occidental ha visto caer el PIB del último trimestre de forma tan drástica.

Este es el precio de la opción populista. Nada indica que Johnson pueda permanecer en el mediano plazo, al contrario. Es de suponer que Trump deberá hacerse a un lado. Biden o el líder laborista Keir Starmer, en el caso que no se imponga un conservador moderado, no son cambios revolucionarios, al contrario. Pero muchos de los enfermos que han superado la Covid-19 tardan un tiempo en respirar plenamente y recuperar el olfato y el gusto. A la política le pasa igual.

*Escritor y periodista.