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La vacunación moral

Es bastante evidente que el uso de criterios morales no es el mejor camino para establecer diferencias específicas entre los espacios políticos, a pesar de que sus propios seguidores y seguidoras se sientan ininterrumpidamente orientados a su abuso.

Luis Costa
Luis Costa | CEDOC

Es bastante evidente que el uso de criterios morales no es el mejor camino para establecer diferencias específicas entre los espacios políticos, a pesar de que sus propios seguidores y seguidoras se sientan ininterrumpidamente orientados a su abuso.

Cuando se recurre a la moral, básicamente se persigue la constitución y defensa de aquello que se considera bueno, y la condena de lo valorado como negativo. Los casos de corrupción son un típico ejemplo en el que el espacio público encuentra una expansión valorativa que no se contiene sobre criterios legales únicamente, es decir sobre la referencia a una norma, sino en formato de indignación colectiva, sin requerir más que una idea general sobre referencias de lo aceptado como correcto o incorrecto. Esto implica que la moral, en realidad, no es tan fija ni concreta.

El abuso de la moral contiene un problema agregado. Quien define un territorio para su utilización contra los enemigos queda al mismo tiempo contenido bajo sus propias acciones, en ese mismo universo de positividad o negatividad sobre el que ha constituido su insistencia descriptiva. Lo que se señala de inmoral en Macri luego deberá contemplar las mismas reglas para su propio espacio, en casos que se parezcan a la descripción previa de quien se desea indicar de manera negativa. Para los seguidores de uno u otro espacio, la confusión entre moral y esencia, entre un punto de vista y la totalidad, es un camino terrorífico de problemas, ya que siempre habrá un inconveniente nuevo en el que se quedará encerrado y atrapado, con los criterios construidos para los enemigos. Todos en moral edifican sus propias trampas, para el paso siguiente.

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Ya desde 2020, el proyecto político del Frente de Todos ha hecho trabajar intensamente a sus seguidores e intelectuales, para encontrar procesos de recuperación anímica a las recurrentes decepciones, que por lo general se vinculan a desajustes morales, sencillos de remarcar en otros, pero insoportables en su propio grupo. Formosa hace unas semanas, los vacunados “vip” en estos días.

Los balances recurrentes obligan siempre a encontrar gradientes de aceptación a las vergüenzas propias, sin que el mismo proceso sea aceptado cuando el ojo se coloca en los otros. Si la corrupción existe, es peor la presión de los medios concentrados; si la Justicia establece una condena, peor es el modo en que el poder muestra sus brazos malvados a través de la presión del aparato judicial; si un grupo empresario hace dinero, por lo menos no roba como supuestamente lo harían los políticos. En la historia política reciente, estos esquemas pueden ser rápidamente agregados a todas las fuerzas políticas.

Estas descripciones exponen un fenómeno sociológico que requiere una atención diferente a la que comúnmente se ofrece, que en general circula por el lado de las inconsistencias o la doble moral. Es decir, que a la acusación moral original se la retroalimenta con una acusación moral nueva, generando un esquema de doble incorporación de la dicotomía “bueno” o “malo”, en otra del mismo tipo. Quien acusa de inmoral se expone a ser acusado de lo mismo en un período de tiempo posterior. Nuestro punto aquí es que por la propia dinámica de lo que ofrece la moral en el mundo moderno, no hay otra alternativa que la de enfrentarse a sus propias idas y vueltas, a sus propios pliegues.

En muchos casos la sociología también da ingreso y bienvenida al uso de la moral, para mezclarlo indiscriminadamente con intentos de descripción del funcionamiento del mundo moderno. Los cuestionamientos a la economía de mercado son un ejemplo demasiado clásico, tal como su contraparte en relación a la brutal recurrencia de la solicitud del Estado para controlar a los malignos formadores de precios.

Este abuso de la moral deja siempre poco claro, si la sociedad que describen es una red compleja en la que las personas sobreviven sobre la base de tensiones que los exceden, o si es el producto de un grupo de malvados, que digitan sobre el universo que nos rodea, las únicas alternativas que a ellos les favorecen. Esta inconsistencia, en demasiados casos, se utiliza para describir la política y para incluirse a ellos mismos, en esa descripción; lo cual en lugar de dejarlos del lado de las ciencias sociales, los hace aterrizar en los esquemas típicos de la política de “gobierno” y “oposición”, sobre la base de sus propias preferencias personales.

La moral además siempre llega después, atrasada, en otro momento, para describir con horror o empatía, algo que ya ha sucedido en otros sistemas. Se puede cuestionar un fallo judicial por haber liberado a un preso (aunque esa decisión esté amparada en leyes), se puede lamentar la incorporación de tecnología en el mercado como algo que transforma las lógicas de las  identidades laborales, puede objetarse que un medio de comunicación divulgue información privada de alguien o reprobar el otorgamiento de un cargo público a algún familiar de un funcionario. Sin embargo, ni en el derecho, ni en la economía, ni en los medios de comunicación, ni en la política, tiene la moral la capacidad descriptiva para explicar los procesos efectivos de enlaces que allí ocurren. La moral es algo así como aquello de lo que hablamos, mientras el mundo funciona por otros medios.

Para poder sostener una identidad, los oficialistas rápidamente recurren a la condena, en un paso veloz por evitar el cuestionamiento de los opositores. Justamente, quien no haga uso de las declaraciones, podría ser tildado de incoherente o de moral dudosa. Sin embargo, ese accionar se parece más a las tensiones de la política, que a criterios de bueno o malo, incluyendo la velocidad sorprendente en la decisión de despido del ministro de Salud, en cuyo análisis cae más la oportunidad política como horizonte, que una supuesta indignación por haberse enterado de lo sucedido.

Así, la moral aparece cuando algo sale mal y no queda otra opción que ejercer el rol de la indignación por un rato, hasta que todo vuelva a tranquilizarse. Ya va a pasar, ya todo va a estar mejor, y la vacunación de elite encontrará nuevamente su lugar en el mundo.

*Sociólogo.