En estas semanas pasadas, el tema de la elección de los dos candidatos para integrar la Corte Suprema de Justicia se ve cada vez más empantanado. Todos los senadores de los distintos partidos políticos están dudando o planteando objeciones a estos candidatos, pero no en base a sus características o capacidad e idoneidad, sino debido más a un interés de qué pueden obtener con esos votos, que a si corresponden o son adecuadas esas designaciones. Después de las presentaciones de los dos candidatos, el eje de la discusión eran los antecedentes y la capacidad e idoneidad de los candidatos. Ahora, se pasó de discutir si eran los mejores y adecuados candidatos, a discutir qué se obtiene si se los vota. De esta forma se degradó la discusión, de la negociación política a la “rosca”. La diferencia es clara: la negociación es transparente, se plantea a la luz, se dan argumentos, se defienden y todos los conocen. La rosca es oculta, es algo que ocurre en forma desconocida, que no se transparenta, porque implica que se están cambiando beneficios que no se dicen, porque son individuales o para un grupo, no acordados en el marco de la negociación, sino que se trata de un negocio: te doy el voto para que me des esto otro. Milei prometió acabar con la rosca y con los mecanismos de “la casta”. Pero ahora se sumergió en esto que dijo iba a acabar. Es interesante que incluso, él que no quería entrar en “negociaciones“, ahora está dirigiendo la rosca. Incluso está promoviendo la ruptura de los bloques sin ningún reparo, y obviamente para eso acepta “pagar” el cambio de las posiciones de los que son tentados. Entonces, el insulto a los “ratas”, a los insignificantes políticos , que no le llegan a él que es uno de los dos grandes dirigentes políticos del mundo. Ahora, para poder tener las leyes que quiere no negocia, “rosquea” al mejor estilo de la “casta” que desprecia y que niega. En estos momentos estamos ante una “rosca” que abarca desde aceptar el veto del Presidente, al aumento votado masivamente en las dos cámaras legislativas, y sin embargo, ahora el propio Presidente está doblegando voluntades contra la oferta no dicha, pero desde cargos futuros, pago en especies a las provincias y otros favores que ocurrían con el gobierno anterior y que ahora Milei está guiando y manejando. Lamentablemente la aceptación o no, de Lijo y de Garcia Mansilla ya no están en el campo de la negociación, están en la rosca. Entonces, dependerá de cuánto pague el Presidente para que lo consiga y ya no importa si son los mejores, si debería haber mujeres ni ningún otro argumento de los que antes se manejaban. Esto nos deja un sabor amargo, pero también nos aclara que el Presidente y su equipo no es diferente. Al contrario, es lo mismo y eso es algo que se evidenció en estas dos últimas semanas muy claramente. Fueron echados dos legisladores, una diputada y un senador por pensar diferente, pero no otros que reconocieron, como por ejemplo, que tienen asesores en gran cantidad y los tienen trabajando en su provincia, porque están preparando su campaña para 2025. Esto sumado a la restricción a la ley de acceso a la información pública, a través de un decreto que cambia la reglamentación y que afecta su aplicación. ¿Qué quieren ocultar los funcionarios públicos que tienen que cambiar el decreto reglamentario?, ¿es ser libertario y restringir la libertad de conocer e informarse?, ¿porque le preguntaron al Presidente cuántos perros tiene?, ¿cuánto cuesta su alimentación?, ¿cuánto costó adecuar los caniles en la quinta de Olivos? El Gobierno debe entender que lo que ocurre y se hace en la quinta de Olivos es algo que todos debemos conocer, porque es la residencia que todos los argentinos solventamos para que el Presidente se aloje mientras es Presidente. A estos “nuevos“ funcionarios públicos hay que enseñarles que no son los dueños de esta residencia, ni de los módulos que tienen como senadores, ni tantos otros beneficios que gozan. Es nuestro deber recordarles y no permitir que nos sigan mintiendo.