Recordarán ustedes, sin dudas, aquellas lluvias del comienzo de El matadero, es decir de la literatura argentina. Agua, barro, inundación. Un hecho de la naturaleza, sí, pero también un hecho político. O por mejor decir, politizado, debidamente politizado, necesariamente politizado. Porque en definitiva no hay ya relación con la naturaleza que no esté mediada por lo social, mediada por lo cultural, que no sea en última instancia política o precisada de politización.
Las lluvias de El matadero, por lo pronto, son puestas por Esteban Echeverría bajo una disputa de esa índole, una lucha por imprimirles un signo político u otro. Unitarios y federales (quien guste de etiquetar, puede llamarle a eso “la grieta”) entablan sobre la lluvia su indeclinable intercambio de hostilidades políticas. Llueve: ¿se estanca por eso el flujo mercantil del matadero? ¿Se castigan de esa forma las herejías de los profanos, con un nuevo diluvio universal? ¿Se trata de un episodio más de las fatales hipocresías del rosismo?
Ahora no ha estado lloviendo, pero ha estado haciendo frío. Lo propio del invierno, claro. El invierno es un hecho de la naturaleza, un efecto del ángulo de inclinación de la Tierra respecto del Sol. Pero la intemperie, por su parte, y el desabrigo, son hechos políticos; pasar frío, y no ya que haga frío, también lo es.
¿Podrá existir alguien tan indigno como para prestarse a quedar en la calle, vivir ahí, dormir ahí, a cambio de algunos pesos? ¿Y arriesgar con eso su vida? ¿Y exponer a eso aun a sus hijos pequeños?
Se dice que es lo que está pasando ahora mismo en Buenos Aires y que por eso se ve a tantas personas durmiendo desguarnecidas. Admito que, en lo que a mí respecta, se me hace difícil creer que semejante bajeza exista.
¿Podrá existir, entonces, alguien tan indigno como para prestarse a echar a correr semejante versión a cambio de algunos pesos? ¿Tan abyecto como para trabajar de eso: de enturbiar con falsedades el drama social de los que se han quedado sin nada? ¿Y llevar hasta tal punto la mentira y la insensibilidad?
Se me hace difícil creer que semejante bajeza exista. Y sin embargo, lo creo.
La miseria, por lo visto, tan expandida por la actual gestión de gobierno, multiplica miserables tanto en el sentido social como en el sentido ético de la expresión: tanto a los pobres como a los viles, tanto a los arruinados como a los ruines.