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Los nuevos mersas

La publicación de Grasa. Retratos de la vulgaridad argentina, de Juan José Becerra, representa un hito en la crítica al mal gusto en la vida cotidiana.

Quintin150
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La publicación de Grasa. Retratos de la vulgaridad argentina, de Juan José Becerra, representa un hito en la crítica al mal gusto en la vida cotidiana. Aunque el libro es una recopilación de artículos escritos con otro propósito, el conjunto es coherente con el título y Becerra –un buen escritor– se revela como un cronista audaz, agudo y despiadado.
Hace cuarenta años, Landrú estableció en Tía Vicenta una desopilante taxonomía para distinguir a los mersas de la gente como uno. Su prédica tuvo efectos sociales tan demoledores como la decadencia de la musculosa. Hace veinte, Bioy Casares arremetió contra el uso cursi y pretencioso del lenguaje en el Diccionario del argentino exquisito. Hace diez, Silvina Walger publicó Pizza con champán, su best seller sobre el menemismo. Becerra viene a tomar la posta de un género cuya estrategia es tomar como víctimas a quienes creen detentar una superioridad sobre el prójimo que no hace más que exhibir sus propias limitaciones éticas, culturales o intelectuales.
Becerra elige víctimas encumbradas o por lo menos famosas: Roberto Giordano, Marcelo Tinelli, los periodistas deportivos, Gran Hermano, Alan Faena, las groupies, Jorge Bucay, las galerías de arte (en mi opinión, el mejor momento del libro), Rodolfo Ledo (el director de Bañeros III y Patoruzito II), los matones sindicales, Mauricio Macri, Baby Etchecopar. El autor no toma prisioneros: no hay piedad con ninguno de sus objetos de estudio y lo que varía, en todo caso, es la intensidad del odio o del desprecio que les manifiesta. Sería injusto decir que los retratados no se lo merecen: ninguno es un dechado de sabiduría ni de virtud y su vulnerabilidad es proporcional a su soberbia. Pero hay algo más: con algunos matices, son el epítome de lo que un argentino progresista detesta en la política, la cultura y los medios.
Grasa se inscribe en la lucha ideológica por el derecho a establecer el buen gusto social en la Argentina de hoy, y esa batalla tiene un eje claro: así como a mediados de los ’90 el asco por el menemismo era una obligación, el argentino intelectualmente elegante de hoy debe ser necesariamente kirchnerista. Y si no lo es debe callarlo, porque de lo contrario se convertirá en un grasa. En esa línea trabaja Becerra. No es que la liturgia haya cambiado demasiado: en el libro se sigue denostando a Perón, a Duhalde, a Moyano y demás nombres del justicialismo. Pero los Kirchner no le merecen una sola observación. Es en el capítulo dedicado a Macri donde se nota el sesgo de la mirada de Becerra. Escrito en ocasión de las elecciones municipales, el autor toma el debate televisivo que enfrentó a los tres candidatos para afirmar que Macri demostró allí su superficialidad y su incultura. Concluye que terminó pasando un papelón, como si las intervenciones de Filmus y de Telerman hubieran sido brillantes. Y luego repudia por clasista e ignorante una observación de Macri: que Filmus se tragaba la eses, cuando el problema es que el ministro de Educación se las tragaba solamente en la campaña.
Es justo decir que Macri actúa como si su limitada educación fuera sublime, pero no es menos ridículo que un burócrata como Filmus afirme provenir “del mundo del pensamiento”. Pero Becerra prefiere ser tuerto como son tuertos los progresistas que critican el crucifijo de Carrió pero no se inmutan cuando los Kirchner se manifiestan contra la legalización del aborto o mandan a sus hijos a colegios de curas. Como dice Becerra, en estos temas hay una gran cuestión de clase de por medio. Pero no se trata solamente de la burguesía que representa Macri, sino de una clase nueva en la que participan funcionarios, académicos, periodistas, escritores: la de los que trabajan para el poder y creen, como la vieja aristocracia, que esa habrá de ser su condición permanente de aquí en más. Desde allí y bajo el mote de gorilas se predica también la condición de grasas de los opositores.