La pregunta psicológica que esta semana se hacían en la oposición es si llegó el momento en el que Horacio Rodríguez Larreta deba matar a Mauricio Macri. Como intérpretes de Freud y Lacan, se preguntan si llegó la hora en que el hijo debe matar al padre para construir su propio destino.
Pero el dilema parte de un supuesto debatible: ¿es el ex presidente el padre político del jefe de Gobierno porteño?
Uno y otro. Larreta siempre se formó para ser político (la anécdota de que de niño quería ser presidente) y cuando en 1993, a los 28 años, regresó de Harvard con su máster en Administración, lo primero que hizo fue fundar un think tank, el Grupo Sophia, para diseñar políticas públicas y formar a futuros dirigentes (de allí surgiría Vidal, entre otros).
En ese año, Macri tenía 34 y era vicepresidente de Sevel, la empresa automotriz de su padre. Ni mostraba ni tenía inquietud por la política. Limitado por Franco para crecer en la empresa, su mayor tema de interés era el fútbol. De hecho, a los 36 años llegó a presidir Boca.
Existen dos debates de fondo entre ellos: uno político y otro estratégico. Macri celebró la dura carta...
1999 fue un año de elecciones para Larreta y Macri. El primero intervino activamente en las presidenciales del país (jefe de campaña de Palito Ortega y parte de la campaña presidencial de Duhalde). El segundo fue por su reelección en Boca.
Recién en 2001 Macri anunció que se dedicaría a la política. Para entonces, Larreta venía de ser uno de los interventores del PAMI con De la Rúa, trabajaba en el armado nacional del entonces gobernador Ruckauf, era presidente del Instituto de Previsión bonaerense y, en septiembre de ese año, asumiría como titular de la DGI. En ese cargo continuó durante las presidencias de Rodríguez Saá y Duhalde.
Las vidas de ambos se cruzaron en 2002, cuando Larreta y su fundación fueron contratados para asesorar y aportar cuadros para el flamante político: Macri se postulaba para 2003 como jefe de Gobierno porteño. Larreta fue su compañero de fórmula y perdieron en la segunda vuelta.
Hasta ahí, se podría decir que era una alianza entre un dirigente joven con experiencia; y una celebridad empresaria y deportiva sin antecedentes políticos, aunque popular y con el dinero suficiente para hacer carrera política.
Esa relación se afianzó en casi dos décadas, pero el malentendido actual surge de confundir ese vínculo con el de maestro-discípulo o padre-hijo: quien haya conocido en estos años a Larreta sabe que su sentimiento hacia Macri siempre fue de respeto y camaradería, pero nunca lo consideró su mentor. Y entre 2015 y 2019, se enfocó en la Ciudad sin exponer sus diferencias políticas y económicas con la gestión presidencial.
Listas. Por eso, no hay un parricidio, sino un debate ideológico entre quien hasta ahora fue líder del espacio y quien lo secundó y piensa que puede conducir el país. La disputa entre ambos por quiénes encabezarán las listas en la Ciudad y en la Provincia esconde un problema de fondo que ellos sintetizan en “cuál debería ser el posicionamiento político de la oposición”.
Patricia Bullrich representa el posicionamiento duro del macrismo que entiende que ningún opositor debería mostrar el menor diálogo con “un gobierno que, si triunfa, nos terminará llevando a Venezuela”. Mientras Vidal encarna a un larretismo que está convencido de que uno de los motivos por los que fracasaron los últimos gobiernos y fracasarán los siguientes es el estilo de los dirigentes que profundizan la grieta en lugar de cerrarla.
Es un debate en el que es difícil hallar un término medio, porque lo que cada sector proyecta, si se impone la posición del otro, es que el país no tendrá futuro.
Lo cierto es que, hasta hoy, la ex gobernadora no dijo qué va a hacer. Larreta espera que compita en la Ciudad porque lo que ya decidió es que Santilli juegue en territorio bonaerense. Y también espera que Bullrich al final no se presente. Sus estrategas no tienen dudas de que, si compitiera, Vidal le ganaría y que eso sería interpretado como un triunfo sobre Macri. Lo cierto es que si la ex ministra finalmente se bajara, también se podría interpretar de la misma forma: “Por eso –explican cerca de Larreta y Vidal– lo mejor sería una lista de unidad encabezada por María Eugenia, seguida por el cupo masculino y en el tercer lugar Patricia. Eso no se percibiría como una derrota de Mauricio, sino como un acuerdo superador”.
Ni Macri ni Bullrich están convencidos de ello. Esperan que, entre las presiones del ex presidente para que vaya a Provincia y el panorama de choque duro con la ex ministra, “Mariu” opte por bajarse de ambas carreras. Es una chance que cerca de Larreta consideran menor, pero no descartan”. ¿Qué pasaría entonces? “Se aceptaría que Patricia fuera la primera candidata, pero con dos condiciones: ocupar lugares en el resto de la lista; y acordar con ella una moderación del discurso”.
Debate. Sectores del círculo rojo, intelectuales y periodistas cercanos a la oposición les reclaman la urgencia de unirse para enfrentar a un gobierno que, de ganar, “vaciará la última gota de democracia”. Pero lo que Macri y Larreta llaman el debate sobre el “posicionamiento opositor” encierra el duelo de fondo entre dos miradas ideológicas y estratégicas distintas.
... de intelectuales contra el Gobierno de esta semana. Larreta cree que la sociedad hoy reclama moderación
Desde lo ideológico, el ex presidente representa la visión más ortodoxa de la economía. El ministro que mejor lo representó fue Nicolás Dujovne y el objetivo fue y será la liberación total de los mercados y la necesidad imperiosa de déficit cero. Larreta asume que la Argentina requiere de una heterodoxia económica, por eso trabaja con el ex ministro Hernán Lacunza la elaboración de su plan económico para 2023.
Desde lo estratégico, Macri entiende que su electorado pide la mayor dureza discursiva. Pone de ejemplo la reciente carta abierta cuya autoría intelectual se les atribuye a Sebreli, Kovadloff, Luis Romero y Gioffré, que advierte sobre los gobiernos populistas que “preparan el terreno con violencia discursiva, narrativas épicas y ofrendas simbólicas, para luego pasar, en su etapa de metástasis, a proscripciones, encarcelamientos y expropiaciones”.
Larreta, en cambio, piensa que esa estrategia lleva a profundizar la grieta de la que hace responsable principalmente a Cristina, pero también a Macri. Está convencido de que un país partido como el de los últimos años llevará al fracaso a cualquier gobierno, más allá de su ideología. Y cree que existe una nueva mayoría que pide moderación a sus dirigentes: la buena imagen de ese tipo de líderes, como Schiaretti, Vidal y él mismo, frente a la alta imagen negativa de otros como Cristina y Macri, sería una prueba de ese nuevo clima de época.
Lejos de la ansiedad y la angustia que generan estos desafíos en algunos sectores, se trata de debates que enriquecen la democracia. No es la parte mala de las campañas electorales. Es la mejor.