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Mamita, Putin, chapeau

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Estoy esperando con una ansiedad propiamente adolescente que mi mamá me preste Sinceramente, el libro que le regalé para su cumpleaños y que leí de un tirón antes de dárselo, para poder comentarlo aquí. Es, en principio, un libro extraordinario, llamado a ocupar un lugar de privilegio entre los libros políticos de la triste historia argentina. Muchos quieren compararlo con La razón de mi vida. Yo lo compararía con los libros de Sarmiento (es igual de delirante y delicioso).

Dicen que ha vendido trescientas mil copias. Yo felicité al editor (cuyos criterios editoriales no siempre comparto) y le hice un chiste que no reproduciré aquí porque sería mal interpretado. De todos modos, habría que sumarle los cientos de miles de copias clandestinamente distribuidas a través de la red (me dicen que el PDF, incluso, ya se gastó). Un suceso que no puede ser minimizado salvo por el periodismo de derecha (es decir, casi todo), que se dedica a contabilizar los errores gramaticales (buah, digamos: esto es algo que yo podría anotar, pero para hacer el listado necesito el libro: maaaaaaaami), conceptuales y los desvíos respecto de la “verdad” que el libro encierra, como si la escritura (no importa quién la practique) supusiera una transparancia en la que ni los más recalcitrantes positivistas del siglo pasado y antepasado creyeron.

En 1916, Walter Benjamin le escribió una carta a Martin Buber (1878-1965), un humanista sionista que propuso una teoría intersubjetiva basada en una filosofía del diálogo. Esa teoría supone que en lo interpersonal hay verdad de encuentro y por eso en los mensajes debe haber manifestación de sinceridad. En 1916 invitó a Benjamin para que escribiera en Der Jude [El Judío], la revista que acababa de fundar.

Después de consultar con Gerhard Scholem, Benjamin declinó la invitación y le explicó a Buber por qué. Al hacerlo corrigió (¿conscientemente?) el nombre de la revista: Juden dice, y con eso elimina el riesgo del masculino singular determinante, que habilita a la constitución de un Unico o un Todo (que conduce al fascismo). A Benjamin la revista le ha parecido un aburrimiento mortal. Explica que solo concibe la escritura (en relación con su efecto), como poética, profética, mágica, esto es, inmediata). La eficacia del lenguaje no tiene que ver con la transmisión de un contenido, sino con la pura apertura de su naturaleza.

“Mi concepto de estilo y de escritura objetivos y al mismo tiempo altamente políticos es el siguiente: solo donde esta esfera de lo carente de palabra se abre en indecible poder puro, pueden saltar las chispas mágicas entre la palabra y la acción movilizadora, donde reside la unidad de estas dos entidades igualmente efectivas”. Sinceramente es mágico. De sus muchas invenciones yo rescato la más disparatada: “Mamita, Putin, chapeau”.