Los modelos políticos miran al infinito y tienen líderes excepcionales. Desde 1948 se construye en Corea del Norte el modelo comunista de la familia Kim: Kim Il-sung, Kim Jong Il y Kim Jong Un. Para abreviar, llamémosles los K. Todos los años mueren de hambre miles de personas, sin que esto ponga su éxito en peligro: en 1996, Kim Jong Il dijo que para que funcionara, sólo se necesitaba que viviera el 30% de la población. En Argentina, otra familia quiso construir un modelo: Néstor K, Cristina K, y casi llega Máximo K. Llamémosles los K. Era un modelo orientado a los pobres que fue exitoso: crecieron hasta ser el 40% de la población, llegaron a ser, según los K, menos que los que hay en Alemania.
Los norcoreanos creen que viven en una sociedad perfecta. Todos los días los niños gritan en las escuelas que son los más felices del mundo, así como los funcionarios y periodistas K estaban felices en Argentina porque encabezaban la revolución mundial. Kim Jong il en cuatro año se graduó de economista, escribió 1.500 libros y compuso las seis óperas más importantes de la historia. Cuando Cristina se recibió, también fue una abogada excepcional. En pocos años, ganó juicios renombrados, amasó una gigantesca fortuna y se retiró del foro para dedicarse a la política.
El mundo giraba en torno a Kim. Durante muchos años, el 16 de marzo, los medios norcoreanos informaban que los obreros paralizaban París, Washington, Buenos Aires, México y todas las grandes ciudades del mundo para celebrar su cumpleaños. La ex presidenta también fue cristinocéntrica. En las Naciones Unidas denunció que EI pretendía matarla por su estrecha amistad con el papa Francisco, a quien tanto visitó y atendió cuando fue arzobispo de Buenos Aires, y también por su defensa de los chiitas: según ella, “en 1994, en el mundo se decía que Hezbollah había sido responsable de la voladura de la AMIA; hoy Hezbollah es un partido en el país del Líbano”.
A Kim lo atormentaba su pequeña estatura. Diariamente dedicaba un buen tiempo para cardarse el pelo y diseñar zapatos con plataforma para ganar unos 20 cm. Su gobierno informó que fue tan perfecto que nunca defecó. Aunque proletario, gastaba cerca de un millón de dólares anuales en cognac Hennessy, que importaba de Francia. Cristina también dedicaba tiempo para presentarse impecable, tenía una colección de carteras de lujo; según su joyero, compraba joyas por un millón de dólares mensuales. Para los K, ser líderes de los pobres no impedía darse unos gustitos.
Los K nunca se mezclaron con la gente, la veían desde arriba cuando hablaban desde tarimas y balcones. Sus empleados no podían verlos y menos hablarles. Los altos funcionarios no debían contradecirlos. Cuando el tío de Kim 3 lo hizo, terminó devorado por doscientos perros hambrientos en presencia del gabinete. Los empleados tampoco podían ver a Cristina ni hablar con ella. Una señora estaba emocionada hasta las lágrimas porque Mauricio la saludó el 10 de diciembre. Nunca lo hicieron ni la ex presidenta ni sus colaboradores. Corea del Norte tiene el cuarto ejército más grande del mundo y desarrolla armas nucleares para atacar al imperialismo. Cristina hizo lo que pudo: envió a su canciller armado de un destornillador para atacar a un avión norteamericano estacionado en Ezeiza.
Felizmente, están zozobrando los modelos. Los sabios iluminados no oyen a nadie, predican. Los estadistas modernos escuchan, miran a los ojos de los otros y aprenden. Tenemos un presidente que bromea y celebra el Año Nuevo con los empleados de palacio, expresa sus emociones. Durante años se reunió con profesionales, académicos y cientos de personas sencillas para escucharlos, confrontar sus puntos de vista con ellos y aprender. Quienes estuvimos cerca y fuimos críticos, expresando sin ambages nuestras discrepancias, nunca tuvimos problemas. Supongo que si un asesor de los K hubiese actuado así, habría llegado del aeropuerto a la jaula de los perros hambrientos sin escalas.
*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.