En los últimos meses los problemas en la atención médica de la población es un tema recurrente en las noticias. La demora en los turnos de atención, las largas listas de espera para cirugías, la postergación y dificultad en conseguir el acceso a métodos de diagnóstico son los problemas más mencionados. Esto no solo en los hospitales públicos, sino también en las obras sociales y prepagas. Es evidente que la pandemia trajo consecuencias, y éstas son las más visibles en un sistema que está fragmentado y con diferencias muy grandes sobre la cantidad y calidad de los servicios accesibles a la población según las posibilidades de contratación que se tengan. Esto sobre todo se vincula a la capacidad económica de pagar un mejor servicio de salud, pero no se limita a la capacidad económica, también dónde se reside y la edad son condicionantes muy importantes. Las diferencias en los servicios de salud según localidades y provincias son gigantescas, por eso en esos casos muchas veces solo queda el traslado para la atención en otra localidad con mejor y mayor disponibilidad.
En este escenario hay especialidades médicas que se ven más afectadas porque están más exigidos sus profesionales por la alta demanda y las menores posibilidades económicas, no solo por los sueldos, sino también por otros beneficios asociados en patologías que usan alta tecnología para su diagnóstico y tratamiento, esto significa mejores ingresos. En este campo la atención primaria es la cenicienta, porque solo utiliza el conocimiento del profesional y la más simple tecnología, pero de gran valor: un buen interrogatorio y observación del contexto en que se desempeñan el paciente y su familia. Esto que constituye la base de una consulta médica es lo peor pago. Por eso la medicina general, la medicina de familia y la pediatría son las especialidades más castigadas en cuanto a la disponibilidad de profesionales. La falta de vocaciones no es porque son especialidades que no gustan, sino son especialidades que exigen mucho conocimiento y dedicación con muy mal pago. Promover la atención primaria debe acompañarse de una adecuada jerarquización de estas especialidades. Algo que no se observa en ningún subsector del sistema de salud, menos aún en el de los servicios públicos, si bien muchos ministros se expresan como grandes defensores de la atención primaria de salud. Por eso las últimas denuncias de falta de atención pediátrica con la mayor crisis por el cierre de la guardia en dos hospitales públicos de niños de la provincia de Buenos Aires: el Sor María Ludovica en la ciudad de La Plata y el Hospital de Niños de San Justo en La Matanza. En el primero se fueron a lo largo del año 49 pediatras y no lograron cubrir las plazas de residencia para pediatría. Lo que llama la atención es que en algo tan sensible como la atención médica infantil no se haya buscado una solución más efectiva. Y se haya llegado a esta grave situación.
Además, el aumento de la pobreza que continúa llega al 60% en la niñez y se asocia con la mayor dependencia de los servicios públicos de salud para su atención, por lo tanto, el cierre de las guardias de estos dos importantes hospitales infantiles tiene un mayor efecto sobre el problema de salud. El informe de la situación de la infancia del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, publicado recientemente, evidencia un aumento de niños que solo tienen acceso a los servicios públicos de salud, del 50,6% en 2010 al 58,4% en 2022. En las familias más pobres la cobertura exclusiva en el servicio público llega al 90,6%. Esto, sumado al aumento por el clima de las infecciones respiratorias, genera un grave problema sanitario con consecuencias en la salud de los niños. Por eso nos preguntamos: ¿dónde quedó aquello de que los niños son los únicos privilegiados? Parece lejos de cumplirse en la provincia de Buenos Aires.