El gobierno de Macri llega a su fin y sus políticas se despiden con uno de sus efectos habituales: aumento en la mayoría de los precios, que impactan negativamente en el bolsillo de la ciudadanía. A esto hay que sumarle los incrementos diferidos del “plan alivio”, diseñado por Juntos por el Cambio para atenuar las consecuencias de sus políticas en el escenario electoral. Entre ellos, la suba de las tarifas del gas que empezaremos a pagar en febrero, ya que las aumentaron difiriendo su pago a fechas posteriores a las elecciones. Lo sabemos: se van dejando un país devastado, situación que el nuevo gobierno tratará de revertir desde el primer día.
Además, en la semana se conoció que el gobierno de Macri cerrará su gestión con una caída de 5% del PBI con relación al de 2015. Pero, en realidad, la caída no fue del 5% sino del 9%, si se hace el cálculo per cápita. Si a ese 5% del valor neto del retroceso en el PBI, entre 2019 y 2015, se le incorpora el crecimiento de la población en el mismo período, el PBI por persona cayó un 9% con relación al que había cuando se hicieron cargo del gobierno.
Nos dejan una Argentina mucho más chica. Es lo primero que hay que revertir. Porque ese país más pequeño produce menos, tiene menos trabajadores en actividad, genera menos ingresos fiscales, está muy endeudado y, en esas condiciones, se encuentra ante reales imposibilidades de cumplir con los compromisos externos.
Por supuesto, para poner en marcha este país achicado y devastado hacen falta políticas diferentes. Y la primera de ellas es hacia la deuda contraída por el actual gobierno. De allí la importancia de la frase que el presidente electo, Alberto Fernández, le dirigió al FMI: “no nos presten más”. Agregó a ello una pregunta retórica: “si tenés un problema porque estás endeudado, ¿vos creés que la solución es seguir endeudándote?”
Hace un tiempo, cuando se planteó que el Fondo no le iba a liberar a la Argentina los U$S 5.400 millones del tramo acordado, nosotros habíamos adelantado que eso nos favorecía, que lo mejor que nos podía pasar es que se detuviera el endeudamiento. Si la plata que entraba se fugaba, entonces lo que más nos convenía era que no nos entregaran el próximo tramo del endeudamiento. La solución no pasaba ni pasa por tomar más deuda, sino por negociar cómo se paga. Primero el país tiene que crecer, generar ingresos como producto de ese crecimiento, atender la deuda social heredada y, a partir de ahí, con las condiciones generadas, comenzar a cumplir con las obligaciones renegociadas.
La decisión de no pedir más dinero tiene un valor adicional: cambia el peso que cada actor tiene en la negociación. Hay una gran diferencia entre ir a pedir más plata y decir “no me des más plata y discutamos cómo te pago”. Hay un cambio cualitativo en la discusión, sobre todo en la capacidad de condicionamiento por parte del organismo de crédito.
Además, mientras se negocia con el FMI lo más inmediato son los compromisos de deuda privada, los bonos, que vencen en el corto plazo. Con los bonistas habría que negociar un período de gracia, tanto de capital como de intereses, para que esos recursos sean parte de las políticas de reactivación y reparación social.
Hay que cambiar las reglas y hay que iniciar otro proceso. Hay que ir en otra dirección.
Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, emitió hace pocos días una declaración donde hace un interesante aporte a la búsqueda de ese otro camino: “La región continúa siendo la más desigual del mundo (…) La desigualdad es la causa principal del desencanto que atraviesa a la ciudadanía de la región. Erradicar la cultura del privilegio que caracteriza a América Latina y el Caribe requiere abordar la desigualdad en el ingreso y en la distribución de la riqueza, así como la evasión fiscal, que representa U$S 340.000 millones al año en la región, 6,7% del producto bruto”.
El 10 de diciembre se inicia otra historia. La Argentina comenzará a recorrer otro camino.
*Presidente Partido Solidario.