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No somos lo que creímos ser

Una de las dificultades de la lectura de estadísticas demográficas o sociales es su aparente abstracción. El público en general huye de las cifras como de la peste y se duerme con sagrada furia cuando comienzan los porcentajes a repiquetear en sus oídos.

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Una de las dificultades de la lectura de estadísticas demográficas o sociales es su aparente abstracción. El público en general huye de las cifras como de la peste y se duerme con sagrada furia cuando comienzan los porcentajes a repiquetear en sus oídos. Y la verdad, tiene razón. Porque, en realidad, ¿qué quiere decir por ejemplo que “la tasa de crecimiento anual medio fue de 14,7 por mil”?

¿Qué implica que “la tasa bruta de natalidad estimada es del 17,5 por mil”, o “una tasa bruta de mortalidad del 7,8 por mil”? Chino básico.

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¿O qué se dice realmente cuando se afirma que la brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre de los perceptores de ingresos es de 30 veces? ¿Qué cuernos sostenemos al señalar que en un país de estas dimensiones la tasa de actividad es del 46% y el desempleo afecta al 11% de la población económicamente activa? ¿Acaso que hay vida en Marte o qué ?

Ciertamente nada concreto parecen expresar estos galimatías, pero sólo en apariencia. Cuando salimos de las grandes cifras y reducimos la base de análisis a escalas pequeñas, en muchos casos entendemos mejor algunos datos aparentemente inexpresivos en las mega escalas como las que suponen los análisis en base a poblacionales efectivas.

Para ejemplificar lo que decimos con datos que nos interesan particularmente. Imaginemos por un momento que la Argentina actual tuviera no los treinta y nueve millones setecientos mil habitantes estimados por las proyecciones del Censo 2001 sino, apenas, cien residentes. Según los datos oficiales que disponemos, ¿cómo sería el perfil de este paisito de escala liliputiense? Pues bien, veamos algunos indicadores sociales y demográficos funcionando a esta escala bien reducida. Qué imagen nos devolvería este juego del espejito, espejito.

Si en Argentina fuéramos 100:

*51 serían mujeres.

*49 serían hombres.

*2 nacerían cada año.

*1 moriría cada año.

*30 serían casados y vivirían en pareja heterosexual.

*3 serían graduados universitarios.

*2 serían analfabetos absolutos.

*28 serían pobres, de los cuales 10 serían indigentes.

*De los 28 pobres 9 vivirían con seis pesos por día.

*7 con cinco pesos por día.

*4 vivirían con cuatro pesos por día.

*3 vivirían con tres pesos por día.

*2 con dos pesos diarios.

*49 serían usuarios de Internet.

*15 habitarían en villas de emergencia o asentamientos precarios.

*62 no tendrían cloacas.

*58 vivirían sin gas natural.

*33 no dispondrían de agua potable.

*47 no tendrían cobertura de salud por fuera del hospital público.

*39 poseería teléfono celular.

*7 serían discapacitados, de los cuales 4 sería pobres.

*De los 7 habitantes con discapacidad, 3 serían jefes de hogar.

*30 serían menores de 16 años; 10 de ellos serían pobres, de los cuales 4 serían indigentes.

*10 tendrían más de 65 años y de ellos 3 no tendrían ninguna pensión o jubilación disponible, ni tampoco cobertura alguna de salud, por fuera del hospital público.

*46 serían activos económicamente.

*4 de ellos estarían desocupados.

*3, subocupados.

*16 serían jefes de hogar y de ellos 3 serían mujeres.

*35 serían asalariados.

*De ellos 14 recibirían parte o todo su salario en negro.

*De cada 100 pesos existentes, los 20 habitantes más ricos se quedarían con 52 pesos.

*Los 20 más pobres, con cuatro pesos.

*Por cada peso que recibieran los 10 habitantes más pobres, los 10 más ricos recibirían 28.

Muy distinto del paraíso que durante generaciones nos imaginamos ser, un país ubicado bien alejado de las barracas latinoamericanas a las que mirábamos de reojo. Pues bien, el sueño terminó hace rato, no somos lo que creímos ser y, aunque nunca es triste la verdad, ¿lo que no tiene es remedio?


*Director de la consultora Equis.