… pero te miro y ese swing que tienes, mata”, cantan Los Náufragos desde 1970, el año del amor en el que Pedro E. Aramburu fue secuestrado y asesinado por Montoneros. El swing mortífero de los años 70 llega a nuestros días y se transforma en el sentido común de una clase media educada que sobreactúa su desdén ante las Fuerzas Armadas, al tiempo que pide mayor presencia policial del Estado. ¿Cómo te voy a proteger si me odiás?, pensará un policía, típicamente de clase baja o media baja como los cacos. Pier Paolo Pasolini escribió a sus amigos revolucionarios: “Cuando ayer se trompearon con los policías, ¡yo estaba del lado de los policías! Porque son hijos de pobres”.
Hace unos días, dos pilotos de Malvinas vivados por la Armada inglesa fueron a contar sus operaciones en el Atlántico Sur a un colegio céntrico, para retirarse increpados por padres y alumnos. El monstruo de la dictadura lo devora todo, incluso el interés por la historia y sus protagonistas. ¿Qué historia podemos tener si solo las víctimas pueden ser protagonistas? ¿Qué va a ser de las Fuerzas Armadas si se las entregamos al recuerdo de los malos?
Fogwill, escritor mayor y sociólogo, deploraba la desaparición de la colimba: era una experiencia sociológica con la otredad para los señoritos de Palermo, una especie de CBC con armamento que permitía censar y conocer otras realidades del país a todos por igual. La ministra Bullrich lanzó un programa voluntario para chicos de 16 a 19 años que no estudian ni trabajan: “formación en valores” dictado por Gendarmería. Gendarmería abarca el país pero no ha formado Premios Nobel ni magisters, con lo que la propuesta de la ex montonera es opaca. Sugiero vincular Gendarmería y mi alma máter Filosofía y Letras: crear escuadrones de Letras Clásicas y Filosofía Antigua para formar gendarmes maestros en la lectura de Cicerón. Luego, importar hovers voladores de Macron para la liberación (de la tiranía del suelo).