Al fin, Presidente Miau salió de su modorra gatuna y atendió las plegarias de Madame Sarlo: “Juntos por el Cambio” se volvió una máquina discursiva. A juzgar por el despliegue electoral, Cambiemos ha convencido a sus contrincantes de que encarna el lenguaje de la modernidad: la comunicación de “Todos” es una copia abierta de “Juntos”. Los espejos deformados se multiplican: “Todos” se llaman por el nombre de pila, se filman en visitas a vecinos: Magario y Kicillof sostienen una pelota con la palabra “gestión”. Hasta hace poco, gestión era sinónimo de la falta de cultura política de Macri.
“Juntos” también se contagia de los antiguos defectos de sus adversarios, haciéndolos pasar por nuevas virtudes. Mike Pichetto imparte talleres de verticalismo a los fascinados cambiemistas, acostumbrados a sobreactuar el amor por la horizontalidad. Mike sabe entonar la balada antizurda que enamora a los libersaurios y sabe comerse las eses justas –destreza retórica que solo se le conocía a Ritondo. El peronismo, que mutó siempre que alcanzó el poder, estaría planteando una selección natural entre dos mayorías (dos peronismos) mutantes: una que canta loas al futuro, y otra que canta “vamos a volver”. A un pasado conocido: “Kisiló quiere volver al cepo”, advierte Mike.
El único a contrapelo es Kicillof. Participa en los spots actuados, pero se resiste a la ficción. Su falta de coaching es una jactancia (Alberto parece coacheado para hacer de Pitufo Gruñón). Axel no actúa: Axel “es”. Rodeado de grises Filmus y hordas suburbanas, Axel es un rockstar solista con su remera Kissylove. Escucha blues en su Clío, se detiene a comprar fruta en la ruta. No intenta caer simpático a la vendedora, ni interesarse en sus problemas; nobleza (viveza criolla) obliga, ella le cobra de más. Axel está más allá; no dice gracias, un lacayo le acomoda la fruta en el baúl. Que confunda los cítricos es irrelevante: ¿no son las mandarinas unas naranjitas mutantes?