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El espejo populista

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Marcha. Ante la protesta masiva, el gobierno libertario respondió como lo hacía el kirchnerismo. | cedoc

En la semana que pasó ocurrieron dos hechos significativos: el discurso del Presidente por cadena nacional y la marcha federal para reivindicar la educación universitaria pública. Sobre estos acontecimientos nos interesa destacar dos cuestiones. La primera es que la impronta y el contenido de lo que comunicó Milei en su alocución y el reclamo expresado en la manifestación popular multitudinaria, muestran el choque de dos lógicas contradictorias que en la historia argentina han sido muy difíciles, si no imposibles, de conciliar. La segunda cuestión es que ante la protesta social masiva la forma de responder del oficialismo ahora y del kirchnerismo en el pasado es similar, si se dejan de lado las diferencias narrativas.

Como sucede ante hechos políticos relevantes, cada intérprete revistió su acción de virtudes excepcionales. El Presidente consideró su anuncio como un logro trascendental, mientras los organizadores y participantes de la marcha sostuvieron que fue un acontecimiento histórico. Más allá de la complacencia de los protagonistas, nos interesa destacar la contradicción entre las lógicas de las que se valen. Hace más de un siglo, la sociología clásica denominó a una racionalidad formal del cálculo económico y a la otra racionalidad substantiva de las demandas sociales. En teoría, son dos formas incompatibles de pensar la organización social; en la práctica, podrían armonizarse si se dieran ciertas condiciones.

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Milei, con una conducta de manual, expuso la racionalidad del cálculo, expresada convencionalmente en forma numérica: 0,2% de superávit fiscal. Una buena nueva extraída de una planilla de cálculos, herramienta indispensable de los economistas. El uso del Excel no debe, sin embargo, quitarle mérito a la salud fiscal, que es un requisito necesario, aunque no suficiente, para enderezar la economía de un país crónicamente inflacionario como la Argentina. Otra discusión es cómo se logra y si es sustentable. De allí las discrepancias entre economistas del mismo palo: si es mejor motosierra o plan para alcanzar la consistencia; o, si es cerrando reparticiones o licuando el gasto como se asegura la sustentabilidad. Por ahora, el Gobierno celebra el número, desechando las dudas con descalificaciones e ironías.

La marcha por la educación supone una lógica completamente opuesta. Aunque se juzgue el éxito por el número de asistentes, su substancia nada tiene que ver con el cálculo. No se refiere a cantidades sino a cualidades; para los manifestantes poseyó la calidez de las peticiones de justicia, no la frialdad de las magnitudes económicas. La protesta fue dirigida, con legitimidad, a un gobierno que considera toda erogación como un gasto, omitiendo que los Estados no solo gastan, sino que invierten en áreas imprescindibles como salud, educación, infraestructura, ciencia y tecnología. Que esas inversiones puedan desnaturalizarse porque terminen sirviendo a intereses particulares, no autoriza desconocerlas. No obstante, los que macharon arriesgaban tocarse el codo con alguno que otro corrupto o aprovechador.

Como se aprecia, estas lógicas no representan el bien o el mal irreductibles; atribuir bendiciones o maldiciones es un recurso de la ideología, no del análisis social. En cualquier caso, no son pulcras, están sujetas a discrepancias, encubren tanto buenas intenciones como bajezas. En realidad, más que su antagonismo, interesa su eventual concordancia. Un país que progresa requiere una macroeconomía equilibrada con demandas sociales que se vayan satisfaciendo. O, interpretando a Gerchunoff y Rapetti, precisa aunar solidez fiscal con política de ingresos. La metáfora de la progresión de la ilusión al desencanto, popularizada por el primero, expresa el fracaso que implica no lograr la síntesis entre racionalidad económica y racionalidad social.

Muy distinta a esa tensión entre dos lógicas, es la manipulación que de ella hacen los populismos. La razón populista, según la definió Ernesto Laclau, parte de una unidad de análisis: la demanda social que, si no es resuelta individualmente por los gobiernos, deviene reclamo, organizado en torno a una cadena de requerimientos insatisfechos equivalentes, que serán unificadas bajo un rótulo que les otorgará identidad y sentido. En ese rótulo, que Laclau llama “significante vacío”, hay lugar suficiente para acomodar frustraciones simbólicas y materiales del más diverso tipo y proveniencia. Si la multitud que salió a la calle el martes lo hizo para defender la educación pública, también marchó, sin explicitarlo, por la licuación de sus salarios, por el temor a perder el empleo o por haberlo perdido, porque no puede llegar a fin de mes o se siente humillada por el Gobierno. En 2008 ocurrió lo mismo con “la 125”.

Qué explica el voto libertario

¿Cómo respondió a la protesta el Gobierno en 2008 y cómo lo hizo ahora? De una manera similar, si bien, como apunta Alfonso Prat Gay, lo que se discutía entonces representaba el 20 o el 25% de los ingresos del Estado y ahora representa el 5% de las erogaciones. Cristina habló de “piquetes de la abundancia”, para ilustrar su argumento: que con los chacareros se rebelaba la Sociedad Rural, usándolos para sus fines. Milei repite ahora el mismo clisé: los estudiantes fueron manipulados por los que usan las universidades públicas para hacer negocios. El populismo se construye trazando una línea divisoria entre nosotros, que somos “el pueblo” o “los argentinos de bien” y ellos, que representan a sus enemigos, se llamen “el campo”, como en 2008, o “la casta” universitaria en esta ocasión.

Estos movimientos, sean de derecha o izquierda, llegan al poder explotando las frustraciones acumuladas de un amplio colectivo, definido de un modo u otro, según sus narraciones. Conquistan la hegemonía identificando la frustración y logrando que se canalice a través de liderazgos cesaristas que promueven discursos de odio. El problema se les plantea cuando empiezan a no poder resolver de a uno los problemas de quienes le confiaron su destino. Entonces, se le vienen en contra los significantes vacíos que en el ascenso le jugaron a favor. En 2008 fue el agro, como símbolo de la creación de riqueza; ahora es la educación, como emblema de la creación de futuro.

Milei, con su nefasto economicismo, activó a Cristina. Ambos se miran en el espejo populista. Y se aprestan para un nuevo combate. Una desmadró el gasto, el otro nos conduce, sin piedad, a una severa recesión. Son envases con contenido similar y distinta etiqueta. A ella le siguió él. La sociedad, dividida y huérfana, votó esta ingrata sucesión.

* Sociólogo.