Si existe un Index presidencial, una inquisición en materia de personas y no de libros, en la delantera de los condenados aparece Horacio Rosatti. Primerea la lista el nuevo titular de la Corte Suprema, supera en inquina a la izquierda, a Horacio Rodríguez Larreta, algunos periodistas, Kicillof y Cachanovsky. Particularidades del Presidente con el reincidente en el máximo tribunal, votado por sus pares (Carlos Rosencrantz y Juan Carlos Maqueda) para los próximos tres años. Una verdadera escudería. Contra la voluntad obvia de Javier Milei –la Casa Rosada ni siquiera se pronunció cortésmente por el advenimiento– y los intereses del disasociado del grupo cortesano, Ricardo Lorenzetti, quien abastece la terca ira de Milei. Parece que ambos persiguen un propósito común, pero una diferencia los distingue: para uno, se trata de inclinar la pugna a favor del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial, casi invocando la Justicia norteamericana y el carácter presidencialista de la Constitución argentina; para el otro, en cambio, el litigio se transformó en una intragable cuestión personal, un odio barrial y la obsesión por recuperar el cargo que alguna vez tuvo como si fuera un único amor perdido en Oceanía. Una bifurcación demasiado profunda detrás de una misma bandera.
A menos que se incorpore Ariel Lijo o haya una transacción con una dormida aspirante femenina, el trío de hierro de la Justicia dominará la Corte Suprema hasta fin de año. Noventa días de zozobra, según Milei, noventa días para aprobar o enterrar causas. O decisiones del Gobierno. De ahí que la Casa Rosada haya ampliado el espectro oficial para tender puentes con otros jugadores políticos, para bloquear esa hegemonía. Esa apertura implica el reparto futuro del tesoro judicial. Si bien resulta complicada la ampliación del número de miembros de la Corte, quedan en el mostrador de trueque la multitud de tribunales, jueces, la Procuración y otros organismos preciosos. Todos los partidos están a la pesca.
De ahí versiones insólitas como intentos de negociación entre Máximo Kirchner y Santiago Caputo, el intermediario inicial entre el Presidente y Lorenzetti.
Horacio Rosatti encabeza la lista de los odiados por Milei, más que la izquierda, Rodríguez Larreta o periodistas
Los dos cuarentones dicen que ya sellaron ciertos convenios. No le viene mal a Cristina intervenir en nominaciones, además ella guarda rencores con Rosatti –recordar que abandonó el Ministerio de Justicia, sin escándalo, pero advirtiendo sobre la corrupción en cárceles a construir por parte de Néstor– y ni hablar de la aversión de Macri desde que la Corte le cerró la puerta, en su momento, a una suba de tarifas. Curioso: Milei, Macri y la viuda de Kirchner coinciden en rechazar al titular de la Corte Suprema y sus dos colegas, Maqueda y Rosencrantz, al parecer indomables y ligeramente autónomos del poder político. Abruma la desconfianza, al límite del espionaje, de la incomodidad por preservar el silencio o movilizarse en la telefonía cambiando a cada rato sus direcciones de búsqueda. Si hasta uno de los juristas de la escudería llegó a la amputación de renegar de la computadora y escribir solo en su casa y en un vieja máquina Olivetti. Evitar cualquier contaminación posible.
Milei no teme decir pestes de Rosatti, inducido por Lorenzetti desde que se conocieron por medio de un periodista y luego se vieron gracias al asesor Caputo jr: compró el paquete completo de los dos florentinos, aunque hoy el cortesano se revuelve atrapado en su propio anzuelo ambicioso. Pero logró que el Presidente esté convencido de que Rosatti representa a su aborrecida Elisa Carrió (por el hecho de que ella, altri tempi, lo recomendó como juez a pesar de ser peronista), que se opone al liberalismo por su origen peronista (por declaraciones públicas del magistrado) y que podría adaptarse a conspiraciones de todo tipo en el futuro. Lo mismo afirma sobre Rosencrantz con menos virulencia, al que le añade un aditivo: la pertenencia a Clarín y que viaja mucho más que Zaffaroni. De Maqueda no habla, aunque este habla por sí mismo: está dolido porque no le ofrecieron continuar en el cargo por más tiempo y maldice, inquieto, por recibir intimidaciones presuntas de Lorenzetti antes de votar la renovación de Rosatti.Habrá que ver las consecuencias. Todos buenos muchachos. Mientras, siguen empantanadas las tratativas por la incorporación de Lijo y García Mansilla, alguien que también se queja por estar en las brasas aunque jamás salió a defenderse. Por ahora está menos chamuscado que Lijo, quien hoy sigue a cargo de tres juzgados, punto interesante a observar si lo dejan afuera del concurso: debió pensar que por haber sido solícito con dirigentes de todos los partidos, ganándose el mote de “gordo bueno”, se garantizaba cierta protección. También él se equivocó, como García Mansilla.
Que Rosatti, Rosencrantz y Lorenzetti voten todo en forma unánime es más difícil que el Sahara se vuelta un lago
Para los noventa días que vienen, hasta diciembre, fecha en que debe retirarse Maqueda por razones de edad, la mayoría reinante de tres está en condiciones de amargarle la vida a Milei. Según él mismo piensa y, como es su costumbre, enfrentará al trío si entiende que le anulan o impiden ciertas medidas. A su vez, Lorenzetti ya salió, como si fuera vocero de la Casa Rosada, a sostener que la designación de Rosatti por tres años puede y debe modificarse con la incorporación de los dos miembros que faltan. A favor suyo, claro. Coinciden en el mismo ánimo confrontativo, aunque representan objetivos diferentes. Por su parte, algunos sueñan con un “Maqueda no se va”, un estiramiento eventual de su mandato –él jura que nadie le ofreció esa alternativa– por la rareza obligada, después de las vacaciones próximas, de no contar con la mayoría suficiente para sancionar ciertos fallos. A menos que Rosatti, Rosencrantz y Lorenzetti voten todo en forma unánime. Y eso es más imposible que el Sahara se vuelva un lago. Aunque intervengan las fuerzas del cielo. Entonces, convocarán a conjueces de distintas cámaras, por una sola vez y por un solo caso, lo que implica cierta endeblez institucional. Como escribió el titular del Tribunal Fiscal, Miguel Licht:
“Permitir que diferentes mayorías aborden el mismo problema desde perspectivas variadas amenaza con erosionar la confianza, generar incertidumbre y discordia”. Se cree que ese no es el motivo deseado por Milei cuando se metió en el enredo judicial. Y será la pregunta que le formularán posibles inversores o prestamistas.