COLUMNISTAS
capitalismo

Propiedad privada y corrupción

En diciembre terminará su período por primera vez en un siglo un presidente no peronista. La democracia recién está empezando y sus valores solo tendrán vigencia cuando se produzca una revolución cultural.

20191407_cristina_cfk_angola_cedoc_g.jpg
Símbolo. El disparatado viaje a Angola puede resumir la política exterior del período de Cristina Fernández de Kirchner. | cedoc

Hasta fines del siglo XVIII la inmensa mayoría de la gente vivía en extrema pobreza, solo tenían riqueza los nobles, los eclesiásticos y una incipiente burguesía conectada con el comercio.

Etica o anomia. Cuando se produjo la Revolución Industrial aparecieron el capitalismo y la democracia. Personas que no tenían poderes mágicos produjeron una cantidad de bienes inimaginables con su trabajo, y la nueva realidad permitió que se desarrollen paulatinamente las ideas democráticas, como el respeto por la propiedad privada, los derechos humanos, de las minorías, de la mujer y otros valores que son parte de la cultura contemporánea. Nada de eso existió en la sociedad precapitalista, ni en los Estados socialistas que persiguieron a los homosexuales, fueron machistas y creyeron que la propiedad privada era una institución burguesa.

 En el centro y el norte de Europa se desarrolló un conjunto de actitudes y valores que Max Weber denominó “la ética protestante”, basada en el culto al trabajo, al ahorro, al sacrificio, al respeto por las normas. Sobre esa base se construyeron países ricos en los que la gente tenía claras las normas que regían sus relaciones y las respetaban. No pasó lo mismo con los habitantes del sur de Europa, y menos con los latinoamericanos, que generaron sociedades masivamente anómicas, con habitantes poco inclinados a cumplir con las normas.  

Nicaragua. Durante el siglo pasado se enfrentaron los países capitalistas con los comunistas. Los revolucionarios que asaltaban un banco no creían que cometían un delito; decomisaban el dinero de los ricos para financiar su lucha. Los gobiernos revolucionarios nacionalizaban o expropiaban los bienes de sus adversarios o de países extranjeros como nota legítima de rebeldía. Más de la mitad de la población del mundo estaba gobernada por gobiernos anticapitalistas que eran solidarios con los revolucionarios y garantizaban su impunidad. Cuando se derrumbó la Unión Soviética esto cambió, pero algunos latinoamericanos todavía no saben que esto es así.

En 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional tomó el poder en Nicaragua, se estatizaron los bienes de producción, campos petroleros, haciendas e incluso las casas de los burgueses que habían colaborado con la dictadura y el imperialismo, que pasaron a ser propiedad del Estado. En 1990 ganó las elecciones la líder de la oposición, Violeta Chamorro. Para evitar que entregue los bienes a sus antiguos propietarios los sandinistas organizaron la “piñata”, una especie de remate a precios irrisorios que usaron para repartirse las propiedades a título personal.

Daniel Ortega aprovechó para comprarse por cien dólares la mansión en la que vivía, que había sido decomisada al banquero Jaime González Carazo, quien fue perseguido y vivió en el exilio dando una obstinada batalla por recuperar su palacete. El conflicto se resolvió en 2007, cuando González finalmente aceptó que la casa era de Ortega a cambio de participar en la fórmula sandinista para la vicepresidencia de la nación.

Actualmente, el poder real lo ejerce la vicepresidenta Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega, bruja de profesión que dirige los grupos paramilitares que asesinan a estudiantes y miembros de la oposición. Para cumplir con sus creencias usa siempre treinta anillos que le cubren los dedos, veinte pulseras, y una decena de collares de colores que, en su conjunto, conforman una cábala que la protege y le permite enfrentar al mal, es decir a quienes se oponen a su poder. Carlos Marx saltaría en la tumba si supiese que estas personas se proclaman marxistas.

Venezuela. Venezuela es el país del socialismo del siglo XXI con más semejanzas con Nicaragua. En ambos casos las fuerzas armadas son parte del gobierno y armaron además a decenas de miles de delincuentes y marginales para que conformen grupos paramilitares que hagan las tareas sucias para defender la revolución. Estos grupos asesinan a los opositores a cambio de la licencia para asaltar a la población, pero ya no son personas que cometen delitos como cuando eran motochorros, pandilleros o barrabravas, son ahora patriotas que combaten a los ricos y al fantasma del imperialismo. Los militares venezolanos recibieron una cantidad enorme de dólares gracias al precio del petróleo, que se incrementó como nunca en la historia. Distribuyeron dinero a diestra y siniestra con las “misiones”, destruyeron la producción interna de casi todo. Tenían dinero para importar la mayor parte de productos de consumo masivo, mientras destruían los medios de producción y el trabajo. Chávez reeditó en pequeño el liderazgo mundial revolucionario de Muamar Kadafy financiando a Cuba, Nicaragua, algunos países minúsculos de las Antillas y a cuanto grupo político o intelectual que quería recibir su dinero.

Nuevamente, la confusión entre el patrimonio estatal y el privado se hizo presente. Muerto su padre, las hijas de Chávez se quedaron viviendo de okupas en el Palacio Nacional y una de ellas, María Gabriela, es actualmente la persona más rica de Venezuela, con más de 4.127 millones de dólares depositados en cuentas de Andorra y Estados Unidos. Como otras profesionales, explicó que había sido una exitosa vendedora a domicilio de cosméticos Avon y que con esa actividad había amasado su fortuna. Nicolasito Maduro, hijo del actual dictador, se pegó una ducha de dólares en una fiesta que tuvo lugar en un lujoso hotel de Caracas y ostenta frecuentemente su enorme riqueza.

El nepotismo es común en estos gobiernos autoritarios. Aparecen como dueños de enormes sumas de dinero hijas, hijos, hermanos y parientes que se han convertido en millonarios cuando el jefe del clan llegó al poder. La familia de Chávez, que vivía en una condición muy modesta, pasó a ser dueña de casi todo el estado de Barinas, así como un amigo de la familia Kirchner, que había sido funcionario bancario, llegó a ser propietario  de una extensión de tierras más grande que el Estado de Israel.

Argentina. En Argentina tomamos como normales algunos hechos que, vistos desde fuera, son insólitos. En bastantes países han existido redes de corrupción que han manejado enormes sumas de dinero a través de depósitos, giros bancarios y empresas fantasma. Aquí, durante una década se habló de cajas con billetes que iban de un lado a otro, se acumulaban en departamentos y se transportaban en aviones oficiales al sur del país. Lo peculiar era el uso del dinero físico, propio de personas con mentalidad precapitalista. Algunos políticos y periodistas valientes lo denunciaron reiteradamente sin que la Justicia se moviera demasiado.

Un día José trató de ingresar a la madrugada con bolsos con millones de dólares en el claustro de un convento para que María lo ayudara a esconderlos. Jesús, un criador de pollos del vecindario, se alarmó cuando vio que José se subía por los muros con una metralleta y llamó a la policía, que lo detuvo. Es difícil explicar estos hechos cuando algunos colegas extranjeros preguntan si es normal que en Argentina un ex alto funcionario actúe de esa manera.

La opción es entre mantener vigentes las instituciones y la democracia o el populismo. 

Cuadernos y Justicia. Cuando aparecieron los cuadernos Diez años de complicidad, de Gabriel García Centeno, todo se complicó más. La descripción del avión presidencial llevando cargamentos de cajas con billetes a una ciudad sin un movimiento financiero complejo era más insólita que la llegada del hielo a Macondo. Después aparecieron decenas de arrepentidos, algunos pertenecientes al círculo más íntimo de los K. Los detalles del maltrato a sus colaboradores políticos, que contrasta con los privilegios del chofer y del jardinero, nos trasladaron a Almodóvar. En ese escenario se explica perfectamente el viaje a Angola, símbolo de la política exterior de los K. Un barco lleno de chucherías, con una vaca falsificada, una cosechadora que no podía moverse, una presidenta vendiendo jabones a los gritos, algunos comerciantes de la Salada llevados como los mejores exponentes del empresariado argentino.

La propuesta de acabar con la división de poderes, nombrar jueces militantes, terminar con la libertad de prensa, confiscar la propiedad privada rural y urbana son parte del programa de gobierno de La Cámpora. Guillermo Moreno dice que hay que robar pero con códigos, un cómico que los apoya hace la apología del delito, uno de sus dirigentes declara que si no hubiese nacido en Barrio Norte y le tocaba ser pobre habría buscado un arma para asaltar. Existe un partido dentro de la Justicia que agrupa a jueces y fiscales que defienden a los delincuentes. Aplica la doctrina de un jurista connotado que defiende el garantismo.

Visto todo esto desde un mundo que se hizo capitalista y trata de organizarse para resolver sus disputas por la riqueza y el poder de manera civilizada, parece muy disparatado. También desde los ojos de una mayoría de argentinos que leen, estudian, se dan cuenta de que estas cosas son imposibles en la sociedad actual. Sin embargo hay muchos que apoyan esta visión arcaica de la vida, dicen que van a volver para corretear con cajas de billetes. Parecen tesis absurdas, pero son solamente arcaicas.

En diciembre terminará su período por primera vez en un siglo un presidente no peronista. La democracia recién está empezando y sus valores solo tendrán vigencia cuando se produzca una revolución cultural.

 

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.