COLUMNISTAS
PASADO Y PRESENTE

Riesgo de 'duhaldización'

Mientras que solo el tiempo dirá cómo será el legado de Mauricio M, Alberto F tiene el desafío de apagar el fuego y conservar el poder.

20192912_macri_burro_aplazado_temes_g.jpg
Al rincón, Mauricio Macri. | Pablo Temes

Una pregunta plausible para el año que se termina es cómo será recordado por la historia.

Te leo al revés. Cada uno puede tener su versión de 2019, pero una posibilidad es que el recuerdo principal, en clave política, se centre en la derrota electoral de un gobierno no peronista, que venía a dar vuelta la página de la historia, o en su contrario, la vuelta actual del peronismo, en una versión que se irá descubriendo con el correr de los días.

Con respecto al gobierno de Mauricio Macri, la evaluación fría e histórica se redondeará con el paso del tiempo. Es difícil saber hoy si encerró algún legado para el futuro. Sus detractores le niegan todo espacio de tiempo histórico. Insisten en que simplemente se trató de un núcleo oligárquico conservador que vino a restaurar jerarquías sociales y económicas: el famoso “vinieron a hacer eso”. Para sus defensores, Macri deja una estela de transparencia, honestidad, y tal vez ingenuidad en el ejercicio del poder. Con respecto a lo último, se puede realizar la pregunta sobre por qué no pudo desarrollar su programa de reformas. Luego, algunos insisten en que faltó la audacia para dividir al peronismo, situación que le hubiera permitido acceder al ballottage, construyendo una llave para abrir el cofre de un segundo mandato y encontrar allí la legitimidad para desplegar su proyecto.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Desde otra perspectiva se puede evaluar, si se permite un punto de vista teleológico, que Macri “llegó” para desperonizar al país. Su misión, bajo esta hipótesis, era arrancar ese cordón umbilical que une a buena parte de la sociedad argentina –especialmente a los sectores populares, pero también a un núcleo vigoroso de clase media intelectual– a lo más cercano a un modelo de bienestar que conoció el país. En otras palabras, se intentó despegar a los argentinos de sus demandas sobre el Estado, para que comenzaran a valorar el espíritu emprendedor y de autosuperación, una suerte de revolución cultural. Por eso la narrativa amarilla tuvo, en sus cuatro años, muchos atisbos de manual de autoayuda.

En este sentido, también se debe recordar que en el inicio de la gestión de Cambiemos, cuando se abría el cepo cambiario y desarmaba el núcleo de las retenciones, se hablaba de una “explosión de las fuerzas productivas” que ocurriría en el país, sin saber que Karl Marx planteaba casi en esos mismos términos el pasaje del feudalismo al capitalismo. La ironía de la historia es que el mandato del ingeniero finaliza con aquellas mismas medidas producto de la sequía de dólares, y con las fuerzas productivas al borde de la agonía.

Más allá de esto, resulta aventurado pensar que el proyecto macrista esté acabado. El virtual empate entre los adherentes al proyecto “nacional popular” y los del “liberal-conservador”, en aproximadamente un 35% de la base electoral por espacio, coloca a un 15% restante en la posición de árbitro. Este sector le dio la espalda a Macri como castigo por los pésimos resultados económicos percibidos, y observa que es el turno de Fernández para mostrar otros logros. Si sus expectativas se ven medianamente satisfechas, es muy probable que vuelva a acompañar al FdT en 2021; si no, se generará una situación de empate inestable.

Distinto tiempo. Es el décimo mandato para un gobierno de origen peronista electo por el voto popular, aunque el séptimo mandatario. A Alberto Fernández lo precedieron Juan Perón (1946-1951 y 1951-1955), Héctor Cámpora (1973), Perón/Isabel Perón (1973-1976), Carlos Menem (1989-1995 y 1995-1999), Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2011 y 2011-2015). Aunque difícil de evaluar el corto pero intenso período de Cámpora (49 días), cada etapa tuvo su impronta particular, aun en los casos en los que hubo reelección.

Sin embargo, si se pudiera encontrar un denominador común del peronismo a lo largo de esta historia, sería la búsqueda de la coexistencia entre el modelo capitalista predominante en el país, basado en la explotación intensiva de materias primas, con las expectativas de las clases medias, las presiones de los sectores populares y el poderío de una elite económica mundializada.

Las clases medias quieren pertenecer a ese mundo globalizado hipermediatizado, con bienes de calidad –centralmente educación y comunicaciones– y acceso a recursos simbólicos de excelencia, que en general son dólar-demandantes. Los sectores populares luchan por no ser no expulsados a la marginalidad, en un mundo donde la robotización crece y la clase obrera retrocede numéricamente.

Aunque denostados por los medios y por la óptica de quienes rechazan sus modalidades de expresión, los piqueteros, convertidos en movimientos de la economía popular, expresan a esos sectores que reclaman ser vistos y asistidos por el Estado. Finalmente –o debería decirse al principio–, la elite concentrada mundializada tiene en sus manos una decisión clave y que no puede ser interpelada por ningún gobierno en la actualidad: invertir o no invertir, y aunque no lo parezca, es su arma más poderosa.

Duda capital. La pregunta central es qué modelo económico puede satisfacer a todos los espacios de la población que tienen intereses y objetivos divergentes. Ese modelo actual combina un sector agropecuario que mira al exterior, muy eficiente, con una industria de mercado internista poco vigorosa, y un Estado exhausto socorriendo a quienes han ido quedado fuera del sistema crisis tras crisis, que tiene que elegir entre aumentar impuestos o endeudarse en el exterior, sobre todo en coyunturas de recesión profunda.

Este conjunto inarmónico trae como consecuencias la restricción externa (falta de divisas), inflación galopante y la imposibilidad de generar bienes asequibles para un tercio de la población. En vista de eso, Fernández opta por comenzar su gestión con el término “emergencia”, que le permite una redistribución forzada de los ingresos. La emergencia múltiple declarada por ley implica expresar que la casa se está incendiando, pero mientras se apaga el fuego se debe estar planteando cómo se reconstruirá.

Si no se presenta esta alternativa, Fernández corre el riesgo de ver “duhaldizada” su gestión, es decir, de lograr apagar buena parte del fuego, pero no tener el poder para proponer los planos y los materiales de construcción del nuevo país.

 

*Sociólogo (@cfdeangelis)