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COMO CONSTRUIR UN IDOLO

Sandro y sus “nenas”

Un ídolo popular es aquel que hace vibrar algún resorte del inconsciente colectivo y despierta sentimientos positivos de idealización e identificación.

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Un ídolo popular es aquel que hace vibrar algún resorte del inconsciente colectivo y despierta sentimientos positivos de idealización e identificación. La muchedumbre percibe, o cree percibir, que esa persona tiene algo para dar y que esa promesa es justamente lo que cada uno anhela y necesita. Y eso es personal, particular de cada uno. En la búsqueda de completud inherente al ser humano, o al ir siendo humano, eso esperanza y fascina.

Eso significó y seguirá significando Sandro, quien cumplió, seguramente por intuición y no por cálculo, con ciertos principios indispensables para alcanzar la categoría de ídolo popular:

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Siempre dio la sensación de tener un deseo “vacante”, nunca fue evidente que estuviese enamorado vigorosamente de alguien, las mujeres que podían asociarse a él no pasaban de sombras, tampoco eran bellas ni rutilantes figuras del ambiente artístico, no se exhibía con ellas. Podían ser asociadas a “cuidadoras” que resolvían sus necesidades de lo cotidiano, comer, vestirse, asearse. Pero no lo acompañaban a fiestas o estrenos del ambiente, a los que por otra parte, Sandro era muy poco afecto. Esa vacancia tomaba visos de realidad porque Sandro no tuvo hijos, no existía la evidencia de que su sexo tuvo acople con alguien, estaba allí el hueco luminoso para ser llenado sin competencia manifiesta por la fantasía deseante de sus “nenas”. Es decir que el deseo sexual, al menos erótico, (a)parecía vacío, suelto, libre, reclamante, disponible. En el escenario, el ídolo lo ponía en evidencia con los sacudimientos de su pelvis que en un comienzo pretendieron imitar a los de Elvis, pero que luego fueron su propia marca registrada.

Otro principio que abrió a Sandro el camino de la idolatría fue el misterio de su vida privada simbolizado por ese alto muro que rodeaba su vivienda. Poco y nada se sabía de él, nada trascendía de sus adhesiones, de sus disgustos, de sus indiferencias, nunca se le conocieron inclinaciones políticas ni fue frecuente que hablara sobre la realidad en medios masivos. Ello permitió que sus fans lo inventaran, que lo modelaran de acuerdo a sus proyecciones, a sus deseos, que fuera tan verde o tan violeta como verde o violeta lo necesitaban las fantasías inconscientes de quienes lo amaban.

También una condición de la idolatría entre nosotros, Gardel es un ejemplo de ello; es que la sexualidad debe tener una cierta ambigüedad. No fue habitual sospechar homosexualidad en Sandro pero tampoco cultivó el estereotipo del macho “cogedor” como, por ejemplo, Cacho Castaña. No se le conocieron, al menos para el gran público, pasiones jalonadas por escándalos a los que son tan afectas y afectos personajes de nuestra farándula que están erróneamente convencidos de que la fama está relacionada con la exposición. Al menos, no la fama perdurable y masiva como la de Sandro.

Otra condición que lo elevó a la categoría de ídolo es que las “nenas”que lo amaron y lo seguirán amando con un frenesí que provocaba oleadas de orgasmos en sus shows en público, con lluvia de corpiños y bombachas, es que lo percibían simple, humilde, que llevaba su talento musical con naturalidad, que nunca se fotografió en un auto lujoso de su propiedad, era un muchacho común, como tantos, eso lo hacía “accesible” en lo imaginario. Pero sus fans sabían que tanta pasión no se concretaría, porque una de las condiciones del ídolo es justamente la “inaccesibilidad” en lo real.

Esto es más claro en las mujeres de la misma generación de Sandro que sufrieron una educación represiva que fue desvaneciéndose en las posteriores. Mujeres contenidas en el campo de la sexualidad real, de su concreción en el vínculo con otra persona próxima y de carne y hueso, pero con el autopermiso de dejar libre esa pulsión en circunstancias erotizadas y potenciadas por el “contagio” colectivo en el que el acto sexual, el coito supuestamente anhelado, es imposible. Porque, ¿quién de ellas podía realmente imaginar que Sandro la llevaría a la cama? Eso era lo anhelado pero también lo temido.

El vínculo entre ídolo y quienes lo idolizan es de características histeroides, es decir que todo se erotiza con la condición de que la sexualidad no se fije en vagina y pene.

Eso lo saben muy bien los hombres que mantienen relaciones con bellas actrices o modelos, aquellas que, como suele decirse, enamoran hasta las cámaras de cine o de televisión y, a través de ellas, a multitudes, pero son poco eficientes en la cama. Porque si son capaces de erotizar aquello que poco tiene que ver con el sexo es porque no pueden hacer del sexo algo erótico.

La relación de Sandro con sus “nenas” permitía a éstas “calentarse” como no lo hacían con sus novios o sus maridos, paradójicamente, porque estaban protegidas del sexo genital, del auténtico, ya que como todos los ídolos a amar fomentaba, sin saberlo ni proponérselo, una versión infantil de la sexualidad femenina, que se satisface en lo ilusorio de la vista, de la imaginación, del grito. Por eso no eran sus mujeres sino sus “nenas”.


*Médico psiquiatra, escritor e historiador.