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¿Se viene la pejota?

Nadie sabe bien cómo será el proyecto de ley de reforma política pero es probable que se trate de otra legislación con nombre y apellido y que salga –según se dice– “como por un tubo”.

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Nadie sabe bien cómo será el proyecto de ley de reforma política pero es probable que se trate de otra legislación con nombre y apellido y que salga –según se dice– “como por un tubo”. Así, como la de Audiovisuales entró a la historia de la picaresca parlamentaria como la impracticable “Ley Clarín”, sospecho que ésta será la ley pejota, porque su inspirador, el Dr. Né$tor, tal como en la Audiovisual resignó el negocio del triple play de sus amigos de Telecom con tal de reventar al desagradecido señor Magnetto, en cuanto a la reforma se dispondrá a renunciar a todo lo prescindible del proyecto con tal de preservar su utilidad para quedarse con el control del Partido Justicialista. Aunque no es mi hábito, quizás por esta vez me equivoque. A esta altura –escribo esto el 27 de octubre– sólo han trascendido conjeturas, pero por lo que he visto y oído en pasillos subalternos del Ejecutivo y en oficinas de astutos players económicos, todo lo que se ha dejado saber “confidencialmente” son globos de ensayo para sondear el estado de ánimo –y tal vez los precios mayoristas y minoristas de los mercados de votos y editoriales de prensa– y poco tienen que ver con el producto textual de la fuerza de tareas jurídicas y cientipolíticas convocadas para perfeccionar el boceto y no repetir los papelones que ensombrecieron y atenuaron la Ley Clarín. Pero hay tantas manos en los papers que no es improbable que a partir de este mismo sábado 31 convenga repetir lo que escribí el sábado 5 de septiembre: “Si yo fuese diputado de una cámara digna, rechazaría este proyecto por ofensivo a la dignidad parlamentaria, por mentiroso y tan mal redactado”. Pero yo podré ser un imputado –en cualquier sentido de la expresión– pero jamás seré diputado y, me temo que, por mi edad, nunca veré funcionando una cámara digna. Las internas abiertas que –tal vez con otros fines– propician Né$tor y Cri$tina son un medio para librar al electorado de la obligación de optar entre grupos de representantes abominables –testimoniales, borocotoses, ausentistas y vendedores de votos siempre elegidos por una mafia interna– y sería un primer paso hacia la depuración y el que “se vayan todos”. Hoy no estoy en uno de mis días democráticos, pero, como siempre, cito de mi columna del pasado 4 de julio: “En los pocos momentos del año en los que me siento democrático opino que los partidos tienen derecho a presentar sus candidatos, siempre y cuando reúnan las condiciones formales para hacerlo y representen corrientes de opinión interna, pero que la población –afiliada o no– merece su derecho a inhabilitar a los que considere réprobos”.