Sirenas y navegantes: Volvió Beatriz Sarlo y en su columna del domingo propone abandonar la metáfora del cisne negro y reemplazarla por la de la sirena. No es una propuesta retórica, es una propuesta política. Dejemos de mirar para adivinar al “tapado” que rompa el antagonismo entre Macri y Cristina y prestemos atención al proceso en que los políticos que se mantenían fuera de la opción van cediendo al atractivo de la indiscutible lideresa imantados por su en-canto.
Y aunque Sarlo invita a repensar la alegoría original de La Odisea, no está de más detenerse en la estación más cercana (temporal y quizás también en los afectos) de la Dialéctica de la Ilustración, donde Horkheimer y Adorno discuten el mito como una declinación, un renunciamiento.
Taparse los oídos con cera para los navegantes, atarse al mástil para Odiseo, sería para estos pensadores de la Escuela de Frankfurt una abnegación que lejos de asegurarles la libertad los conduce más profundamente a la esclavitud. Y con ellos a la misma sociedad. Odiseo sería, para estos representantes de la Teoría Crítica, el primer “héroe burgués”.
Al luchar contra la naturaleza da una respuesta individual y convencional que sirve de vía a la dominación de la naturaleza por parte del hombre moderno y a su auto-enajenación. Naturaleza y Sirenas son el lado femenino que la modernidad escinde de la Razón masculina destinada a controlarlo y dominarlo.
Sarlo propone abandonar las metáforas ornitológicas (aunque las sirenas griegas eran mitad pájaro...) y recomienda a los dirigentes que pretendan presentarse como candidatos, que no sucumban al canto. Sin nombrarlo destaca a Lavagna, que dejó en claro que ningún impulso lo acerca a Cristina.
Finalmente se trata de salvar el barco de las derivas de un timonel que nos tiene a los tumbos. Animarse a quitar la cera de los oídos de los navegantes y cortar las cuerdas que atan a Odiseo para instalarnos en la crítica sin sucumbir, no parece ser la metáfora más atractiva como oferta electoral en estos tiempos.
El género de la desventura ciudadana: El domingo Carlos Gabetta adopta en su columna una buena estrategia de lenguaje inclusivo: habla del “desamparo ciudadano” (una forma de eludir hablar de los modos sexuados y binarios “la ciudadana” o “el ciudadano”).
Relata en el protagonismo de una colega jubilada el viacrucis cotidiano para lidiar tanto con el sector público como con el privado. Y en un precioso rulo narrativo final admite la sospecha de que él mismo sea esa jubilada, porque “podría ser cualquiera de nosotros”.
Hay por supuesto un punto de verdad, porque nadie es sólo su género. Muchas condiciones de subalternidad las compartimos varones, mujeres y trans: la vejez, la necesidad económica, la enajenación del mercado son algunas de ellas. Pero aún en esas condiciones, una diferencia en el análisis revelaría que los géneros subordinados la pasan peor. Ni siquiera en las penurias compartidas la vida es igual para cualquiera de nosotrxs...
Hinchas deudores: En la sección sociedad del sábado, Josefina Hagelstrom describe la iniciativa del Ministerio de Seguridad de la Nación para incluir en los registros de Tribuna Segura a los padres deudores de alimentos, impidiéndoles entrar a los estadios. Un registro que comenzó como restricción a la violencia barrabrava y a los prófugos de la justicia, establece una barrera para esta otra forma probada de violencia que lesiona los derechos de la infancia.
La medida se inspira en un creativo fallo de la justicia cordobesa que, en lugar de penar con recursos tradicionales al deudor, le prohibió asistir a la cancha a ver a Talleres. Duelo de amores y deberes.