Ya no saben dónde llevarme. Me cuelgan de sus muñecas, del espejo retrovisor, enlazado en una oreja, o como babero andante; los más sofisticados me ponen cadenitas, y hasta me confunden con sus anteojos de lectura. Ya pasé por la etapa fashion, me confeccionaban de todos los colores y telas, era el top model de las lencerías, también en las barberías ocupaba un lugar importante en las vidrieras, y en las farmacias lideraba las ventas, ofreciendo los más onerosos y profesionales: neoprene, algodón, algodón con pliegues, tipo Olson, con o sin válvula, poliéster, celulosa y seda; quirúrgicos, panorámicos, con distintos porcentajes de eficiencia de filtración bacteriana, KN95, FFP2, N95, lavables, descartables… A los niños los convencían por disfrazados: modelos del Guasón, de princesas, hocicos de animales. ¡Impresionante mi naturaleza diversa ante la necesidad imperante!, con la ayuda del mercado, que diversifica para que todos puedan comprar. ¿No tendrían que haberme repartido como las vacunas?
Tan codiciado, obligatorio, fundamental y, por otra parte, fácil de olvidar. Para colmo, si me dejan en un bar o en cualquier negocio, la gente me mira con asco, tirándome a la basura con el desprecio de la respiración contenida. Ni que decir cuando me encuentran sobre el asfalto; algunos me consideran impúdico como bombacha de boca.
Ahora vuelvo al ataque. La vacuna no les alcanza para defenderse de las nuevas cepas. Soy la barrera necesaria, la máscara de la convivencia. Ya no vale ignorarse porque andan cubiertos. Hay que aprender a reconocer la sonrisa en los ojos, la palabra sin labios, a las personas sin sus narices. Otra vez soy protagonista en las calles, y mis nombres también se diversifican –sí, el lenguaje nombra y diferencia, por eso Alicia la pasa de maravillas en el bosque del olvido de los nombres–. Para algunos soy barbijo, otros me llaman tapaboca o mascarilla (esta última con matices, acentuando la doble ele, insuflándole aire o allanándola). Mientras me lleven puesto, puesta, impostada o impuesto, que me llamen como quieran.