José “Pepe” Mujica dice en el reportaje largo de este domingo que no cree que los empresarios puedan ser buenos gestores del Estado “no por malicia”, aclara, sino porque naturalmente tienden a creer que el país es como una empresa y no lo es. Probablemente un profesional de la gestión pública tampoco pueda comprender totalmente cómo se gestionan las empresas pero sus decisiones las terminan determinando.
Cuando el viernes Alberto Fernández se refirió en la clausura del Coloquio de IDEA al sistema de indemnizaciones de los países escandinavos y que un sistema de relaciones laborales inflexible no modifica la generación de empleo, demostró ese mismo desconocimiento. No es difícil imaginar esa perspectiva en quien toda su vida trabajó en el Estado, donde el empleo en su nómina es vitalicio y no puede haber competencia por productividad con otro Estado dentro del mismo territorio.
Al igual que Macri no entendía al Estado, Alberto Fernández no entiende la gestión de las empresas
Pero por su carácter de profesor universitario, sí debe ser consciente del error que cometía al elevar un hecho particular: “Con estas mismas leyes laborales creamos millones de empleos con Néstor Kirchner”, a fundamento de una teoría general sin dudar sobre si se hubieran podido generar muchos más empleos más flexiblemente, de manera más sustentable, o que lo posible en un momento de viento de cola puede no ser aplicable a tiempos normales.
Tratando de entender la abstrusa lógica de un malabarista a quien le toca conducir una coalición en la que es el eslabón más débil, probablemente para anunciarles a los empresarios que se acabaría la doble indemnización y la prohibición de despido a fin de año, sintió que precisaba equilibrar anunciando al interior de su propia coalición, especialmente a los sectores más duros, que estaba en contra de los proyectos de reforma del sistema de indemnizaciones que se vienen proponiendo desde distintas fuerzas, incluso cercanas, como la de Roberto Lavagna.
Y aprovechara también parcialmente para pronunciar un discurso electoral, diferenciándose de Juntos por el Cambio, donde Horacio Rodríguez Larreta y Elisa Carrió se manifestaron a favor de cambiar la indemnización de una sola vez por un seguro de desempleo, idea profundizada en un proyecto de ley presentado en Diputados por Martín Lousteau. Pero la esencia de esos proyectos no reside en eliminar ni reducir el monto del beneficio que genera el actual sistema de indemnizaciones para el total de los trabajadores como desde el oficialismo se los denuesta.
El más elaborado de los distintos planes presentados es el llamado Mochila Argentina (SGI: Seguro de Garantía de Indemnización) propiciado por el –sui generis– empresario textil Teddy Karagozian, doble rara avis en su género porque siendo miembro histórico de la UIA fue empujado a renunciar de AEA. En una columna donde responde diplomáticamente a los dichos de Alberto Fernández en IDEA, Karagozian esboza las ventajas de su propuesta sobre la que se puede profundizar en su sitio www.mochilaargentina.com .
Resulta contraintuitivo que pueda existir un sistema donde la suma del conjunto de todos los sectores gana sin que la suma de algunos pierda. La mente está programada para juegos de suma cero: lo que uno gana el otro lo pierde. Y más aún en la Argentina de la puja distributiva permanente que produce la inflación.
Pero la organización social es el mejor ejemplo de conjunto de concesiones recíprocas donde todos salen ganando, un ejemplo básico es respetar los semáforos: hasta el más rápido perdería más tiempo en el caos que se generaría sin ellos.
El objetivo es destinar la misma cantidad de dinero que el total de las empresas pagan de indemnizaciones de forma que se logre simultáneamente aumentar el empleo y la productividad. Se puede lograr que gane el Trabajo al mismo tiempo que el Capital. Es más, no hay forma sustentable de que gane uno sin el otro, como está sobradamente probado en todos los países que lograron desarrollarse donde las condiciones de vida de sus trabajadores es mejor que en los no desarrollados. En algún sentido, la economía es la ciencia de las opciones donde todo se puede hacer pagando sus consecuencias. Un sistema laboral inflexible se mantiene con salarios bajos y falta de creación de empleos, como sucede en la Argentina desde hace cincuenta años, donde los empleos privados en blanco siguen siendo los mismos de 1974 mientras la población se duplicó. El mejor ejemplo fue el usado por Alberto Fernández en IDEA al mencionar el aumento de empleos de 2003 a 2008 cuando fue jefe de Gabinete: no fue sustentable, aumentó del subsuelo de la crisis de 2002 y volvió al piso, y hoy siguen siendo los 7 millones de empleos privados en blanco de 1974 para un país de 45 millones de habitantes.
La deuda, el déficit y la inflación son consecuencia de la falta de crecimiento del empleo privado
Se generarán más empleos si parte del costo del error para un empleador que se equivoca se distribuye en todos los empleadores, las empresas serán más competitivas si la productividad aumenta porque sus trabajadores desarrollan más habilidades, y los salarios aumentarán porque la economía en su conjunto crecerá.
Ese es el gran desafío del Gobierno y de la oposición el día después de las elecciones del 14 de noviembre porque la deuda, el déficit y la inflación son todas consecuencias de nuestra crónica falta de crecimiento de empleos privados.