COLUMNISTAS
Decadencia

Tristeza social frente a lo inexorable

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Caída. La percepción del argentino sobre su presente es muy negativa. | cedoc

La percepción de la población, en general, es que el país continúa, perseverante, por un camino que solo conduce a destinos peores. Esto aparece verbalizado explícitamente por la mayoría de las personas que se consultan, sin diferencia entre las singulares preferencias políticas. Para cada uno de los electores esto resulta inexorable. No hay posibilidad de torcerlo.  Esta sensación queda anclada y rodeada por cemento en lo profundo del mar, simplemente porque ya votaron a todos los que se presentan o a sus jefes, o a sus maridos, mujeres, hermanos, hijos, secretarios. Ya todos fracasaron.

Los comportamientos descendentes de las curvas de salario real, PBI, ingreso per cápita, están inscriptos en cada uno de los electores, los llevan en la piel, lo encuentran en la casa, en las casas de sus padres, en el trabajo que perdieron, en las cosas que ya no pueden comprar o hacer, y, en sus recibos de sueldo, la mitad de la PEA que los tiene. No hace falta ver los gráficos en los programas de noticias. Al comportamiento de las curvas lo llevan a cuestas todos los días.

La percepción del argentino sobre su presente es altamente negativa, lo mismo que la que tiene sobre su pasado y su porvenir. En ese sentido los niveles de respuesta de todos los tiempos verbales se alinean, como nunca. Tanto los años anteriores como éste y los próximos, fueron, son y serán igual de malos.

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Esta novedosa homogeneidad, se da en todos los segmentos. Ni edad, género, instrucción u ocupación escapan de una enorme frustración, angustia y ausencia de expectativas.

La descripción que hace la población sobre la situación no es de infortunio o mala suerte. La percepción es de decadencia y la decadencia no se interrumpe, sino que continúa hasta el final. Este sentimiento, verdad, es nuevo y no porque no se hayan atravesado crisis, sino, porque en ese transcurrir subyacía, en general, la idea de un país que siempre sale. Esta pequeña llama parece haberse apagado frente a la imagen construida de una clase dirigente que solo piensa en ella misma y de manera definitiva. Se han tomado todos los botes y nos ven de lejos, hundirnos. Y los botes se los tomaron porque ya no somos negocio, no hay incentivo, demasiada pobreza.

El concepto que impera, entonces, en el discurso de la gente gira en torno a una larga decadencia en contraposición al de crisis o un mal momento generado por un episodio con chances seguras de concluir en determinado trimestre de este año o el próximo. Corto, largo, pero concluye. Es una situación que se piensa como impulsada por toda la clase dirigente, todas las opciones y, por lo tanto, las posibilidades de concluir son mínimas.   

Solo basta a cualquiera encender la radio o la televisión para darse cuenta de que la discusión entre dirigentes políticos solo pasa por qué espacio político ha dejado las cosas en perores condiciones cuando le tocó gobernar. Se acusan de ser los verdaderos responsables del desastre mostrando indicadores que, en ambos casos, son reales y tenebrosos. Es llamativa la exposición permanente sobre la incapacidad que ha demostrado la conducción en general.

Como audiencias, el correlato de este mensaje es directo. A una importante parte de la sociedad se le hace muy difícil argumentar a favor de algún candidato o partido. Dan rápidamente la derecha a quien critique su decisión. Las decisiones son frágiles, destructibles, poco sostenibles.

A esto se suma la idea de formar parte de una sociedad que asiste a una significativa reducción de la clase media lo que no es solo una mala noticia para los que la integran, al mismo tiempo, desaparece como aspiracional para las clases más humildes. Tanto la clase media como todo lo que está por debajo de ella deben recalcular nuevos caminos.  Aquellos que la integran, pueden no resignarse y pensar en cumplir sus proyectos en algún lugar de España, Italia, Francia, EE.UU., Australia; Chile o Uruguay. Ese vacío que dejan, a su vez, representa entre los más humildes una importante restricción de ascenso porque allí donde esa posibilidad yacía, hoy aparece una altísima barrera. Entonces, la gente está triste porque sus hijos se van o porque sus hijos no podrán salir del lugar que habitan.

La población se encuentra elaborando la enorme pérdida que significa una nueva configuración social.

*Politóloga.