Como se esperaba, el FMI corrigió drásticamente sus pronósticos de enero pasado para 2020. Los redujo 6,3 puntos porcentuales para la economía global y 7,7 puntos para los para los países desarrollados, y los subió 1 punto para los emergentes –en buena medida por proyectar que China crecerá 1,2%. Para América Latina los redujo 5,2 puntos, sobre todo por los malos desempeños de las economías de mayor tamaño (Brasil, México y la Argentina). Merece consignarse que, luego de caer ininterrumpidamente desde 2014, y de cumplirse la proyección del FMI de -15% para este año, el PIB de Venezuela acumulará un 72% de caída en 7 años (sic).
Todos estos pronósticos dependerán crucialmente de la evolución de la pandemia y de sus eventuales terapias. Por ahora, los escenarios del FMI de hace menos de un mes se están convalidando. Por caso, en el primer trimestre el PIB de los EE.UU. cayó 4,8% respecto del anterior, aunque aumentó 0,3% interanual. Pero, por la pandemia, los datos de marzo son bastante peores que los del trimestre.
Recién ahora, y por el impacto de la pandemia, se está verificando el escenario mayoritario pronosticado hace más de tres años, cuando fue electo Donald Trump. Al impulso de un mayor déficit fiscal, por la rebaja impositiva, habría mayor crecimiento, más empleo y más inflación. Esto llevaría a la Reserva Federal a aumentar las tasas de interés, impulsando la entrada de capitales a los EEUU (y salida de los emergentes), resultando la apreciación del dólar y la caída de precios de los commodities. Aquí nunca compartimos tal diagnóstico. Ocurrió que, pese al mayor crecimiento y al aumento del empleo, la inflación no aumentó y la Reserva Federal no aumentó sus tasas, sino que las bajó, para evitar una eventual desaceleración de la economía norteamericana (y, también, por presión del presidente Trump). El resultado hasta ahora fue que no ocurrieron ni la masiva entrada de capitales a EEUU (y la salida de los emergentes), ni la fuerte apreciación del dólar, que fue moderada, ni una gran caída de los commodities. En nuestra opinión, la principal causa del fracaso del pronóstico mayoritario fue que, pese al gran aumento del empleo y a un desempleo decreciente, los salarios se mantuvieron bastante estables debido, pese al discurso oficial de Trump, a la sostenida inmigración.
Respecto del futuro de la economía global, hay tres cuestiones que lo condicionarán significativamente. Primero, cabe subrayar que hoy en día la capacidad de proyectar el futuro desde una perspectiva de economía, sociología y política, es muy limitada. La evolución de la pandemia será decisiva al respecto. Así se vio en la favorable evolución de algunos mercados en esta semana, debida exclusivamente a los trascendidos de que vacunas contra el Covid-19 podrían estar accesibles en el mes de septiembre, bastante antes que en las previsiones anteriores.
En segundo lugar, pero muy importante, hay que registrar que, bastante antes de la erupción de la pandemia, la economía global acarreaba problemas importantes. Por un lado, un alto endeudamiento, público y privado por partes casi iguales y cercano al 300% del PIB global. Por otro lado, claras tensiones comerciales, sobresaliendo las de China-EEUU, ahora en modo de espera, pero no resueltas. En ese marco se registra también una crisis del multilateralismo, desde la pasividad de la OMC hasta las polémicas en torno a la Organización Mundial de la Salud, pasando por la patética inacción del G20 ante la (posiblemente) peor crisis de la economía global en mucho tiempo. Esto último contrasta con la decisiva y exitosa intervención del G20 para salir de la Gran Recesión del 2008.
En tercer lugar, y quizás causa de los problemas del multilateralismo, hay una larvada crisis de gobernanza interna en muchos países, ocasionada por la creciente adhesión a las ideas y movimientos nacionalistas y populistas y, por cierto, sin que aparezcan alternativas.
En un marco tan complejo se hacen conjeturas acerca de si la salida de esta crisis será rápida (en J, o al menos en V o en U) o si, por el contrario, será muy problemática, trazando una L. Eso dependerá crucialmente de cuán rápido se logrará neutralizar o derrotar a la pandemia. Escapa totalmente al territorio de las ciencias sociales, pese a lo cual son bastantes los colegas que arriesgan pronósticos.
¿Cómo debería posicionarse la Argentina ante esta situación inédita y tan compleja e incierta? En el plano de la salud, da la impresión de que las medidas tomadas por las autoridades sanitarias están dando buenos resultados. En el plano de la economía no puede decirse lo mismo. No hay plan a la vista, ni una mesa económica, como sí la hay médica ni, que se sepa, diálogos entre ambos sectores. Esto es crucial, porque lamentablemente nuestro país está entre los peores preparados para encarar esta situación. Las causas enraízan desde hace cerca de un siglo: inflación crónica, déficit fiscal crónico, inversión y exportaciones muy insuficientes, y un largo etcétera. No es fácil decir qué debería hacer la Argentina, pero sí está bien claro lo que no debería hacer: reiterar el default de la deuda pública. Ello limitaría seriamente el crecimiento del país, ausente desde hace casi una década, y sin crecimiento se dificultan seriamente la lucha contra la pobreza y por una mejor distribución del ingreso.
Publicado en el informe económico de la escuela de negocios.