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Violencia entre parejas del mismo sexo

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A partir de la masificación del feminismo, se impusieron cambios en casi todos los niveles de la sociedad. La perspectiva de género ganó presencia en terrenos muy diversos como la justicia, el arte, la política, la educación, la moda, el mundo empresarial y la salud. Lejos del desamparo atribuido a otros tiempos, las mujeres que padecen violencia, discriminación, acoso o abuso en ámbitos domésticos, públicos o laborales, hoy cuentan con el flamante Ministerio de la Mujer, líneas de contención, comisarías de la mujer, ONGs que brindan apoyo y legislaciones especiales con vistas a tratar en exclusiva todos sus problemas. En paralelo a lo institucional, a través de agrupaciones ultramediáticas como Actrices Argentinas o Niunamenos, tanto la denuncia formal como el escrache aumentaron exponencialmente, pero las cifras que los colectivos feministas manejan en cuanto a femicidios no mejoran desde 2015 y el sexismo sigue siendo un problema que no se trata con suficiente amplitud. La exposición mediática de la mujer víctima del hombre no alcanza para favorecer los resultados concretos, al tiempo que invisibliza otras violencias que parecen inexistentes para algunos sectores de un feminismo radicalizado en sus formas que cobra, al decir de la antropóloga Rita Segato, un carácter “punitivista” que lo mantiene afincado en una “subjetividad” que no deja ver “daños colectivos”.

Muchas voces insisten en que la visibilización de todas las violencias es un camino viable para combatir la violencia contra las mujeres, siguiendo una lógica plausible: una sociedad violentada difícilmente pueda mantener a un grupo en particular fuera de esa violencia generalizada. En este panorama reaparece un viejo concepto que, también según Segato, merece profundizarse como lo es “el mandato de la masculinidad”, un mecanismo de larga data que juega un rol crucial en la problemática de género.  

El hombre golpeado por su pareja evita buscar ayuda porque le resulta humillante

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Pero ¿cuál es el derrotero frecuente en los casos de violencia doméstica entre parejas heterosexuales y en parejas del mismo sexo cuando la víctima decide recurrir a las instituciones que deben garantizar su protección? Cuando una mujer denuncia haber sido violentada por una pareja o por su ex se da curso a una medida perimetral que el denunciado puede sortear sin sufrir mayores consecuencias, y el corolario en algunos casos es la muerte de la mujer a manos de su agresor, pese a haber recurrido a la Justicia. El panorama es aún más complejo cuando la violencia doméstica cursa en parejas no heteronormativas, como se vio con Mariel Rodríguez, asesinada a golpes por su novia Sabrina Pereyra, en octubre 2018. En este sentido, resultan esclarecedores los análisis de algunos profesionales, como la psicóloga Belén Toriacio, activista en La Fulana, que explicó en una entrevista que “es muy difícil para una lesbiana asumir que se encuentra en una situación de violencia” y que la violencia en parejas del mismo sexo “está deslegitimada” porque popularmente se asume que “no puede haber violencia de parte de una mujer y menos hacia otra mujer, y cuando quieren denunciar a su compañera, en la comisaría lo caratulan como ‘riña’. Con las parejas de hombres el concepto que subyace es que ‘si sos varón, tenés que saber defenderte’”. En este marco, el hombre golpeado por su pareja, sea esta del género que sea, evita buscar ayuda porque le resulta humillante, pero si se anima a denunciar, es muy posible que sea ignorado, como sucedió con Alfredo Turcuman, llamado “maricón” cuando se presentó en la comisaría para denunciar a su esposa en 2017, para ser luego asesinado por ella de una puñalada. Y a la mujer lesbiana no se la considera víctima de la violencia de género, bajo los supuestos de la equivalencia de fuerzas y de la violencia como atributo excluyente de los varones heterosexuales, dos presunciones que cuestan vidas.

 

*Periodista, guionista y docente.