COLUMNISTAS
Democracia y candidatos

Voten a otro

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Ellos. Alfonsín constituyó la Conadep que el peronismo se negó a integrar, Luder no era líder. | cedoc

"Si me das a elegir”, canto a viva voz con Rosalía la letra de Los Chunguitos. Mi versión electoral del tema termina así: “Si me das a elegir/ entre tú y mis ideas/ que yo sin ellas/ soy un hombre perdido, ay, amor/ me quedo conmigo”. Suena a desafinado desprecio, pero no. El “ay, amor” revela el dolor que causa negar, por ahora, el favor de un voto. No soy más que un ciudadano, es todo lo que tengo.

Se agradece la foto, la sonrisa, las caminatas, los besos a los niños, los autógrafos, las selfies, las palmadas, los abrazos, la fe, la confianza, la promesa de que ahora sí, que esta vez sí. Conmueve el esfuerzo, el tiempo que dedican a ensayar las respuestas para todo. Da ternura verlos lanzarse a las calles de barrios, de pueblos, como niños a los que les abren las rejas del patio a la hora del recreo. Gracias por eso. 

Que sería de la democracia si nadie se ofreciera a participar del sistema dentro de las reglas del juego. Quedaríamos a merced del que impusiera su voluntad por la razón de una fuerza capaz de producir terror, o codicia. Personajes oscuros, millonarios, siempre amenazantes, rodeados de grupos de apriete, o de lobby, que, desde sus empresas, o sus gremios, son capaces de ubicar siervos leales, bien pagados, en puestos claves: ministros, jueces, hasta presidentes si fuera necesario.

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La sequía

Treinta temporadas de la misma serie, con los mismos actores. Gana el peronismo, los sindicatos que controlan el Estado riegan la planta permanente. Los empresarios cómplices negocian. Moyano recoge la basura que desparrama. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos olvidan quién fue Gerardo Martínez, el secretario general de la Uocra. Baradel no hace paros, Biró no habla, la CGT apoya. Nadie deja de robar, como pedía Barrionuevo. El episodio donde los giles que ganan la elección se creen que tienen el poder, también lo vi. Termina mal. 

Un líder es aquél que hace lo que no se espera de él. Apunté para mí esa impresión a comienzos de los años ochenta, durante la campaña electoral de Felipe González a la presidencia del gobierno español. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se definía como “un partido de clase, de masas, marxista y democrático”. Sevillano, abogado, a los 32 años Felipe fue elegido secretario general en 1974, durante un Congreso realizado en Francia. 

Muerto Franco, el rival político era la Unión de Centro Democrático (UCeDe), de Adolfo Suárez. En1979, Felipe propone al Congreso abandonar el marxismo. La mayoría de los mil delegados vota en contra, Felipe renuncia. Sus declaradas intenciones de convertir al PSOE en un partido moderno, democrático, interclasista, europeísta, que inclusive debía debatir el ingreso de España a la OTAN, le dio un reconocimiento general. La renuncia al cargo aumentó su popularidad en las encuestas. 

Liquido

Cuatro meses más tarde, en un Congreso extraordinario, Felipe habla como un delegado más: “No he sido un junco que mueve el viento en la dirección que sopla” (…) Insiste con su propuesta: “No se puede tomar a Marx como un todo absoluto, no se puede, compañeros. Hay que hacerlo críticamente, hay que ser socialistas antes que marxistas. Es aclamado, de pie, y elegido nuevamente secretario general con el 86% de los votos. ¿A qué viene ahora este recuerdo?

De regreso, seguí la campaña a las elecciones de 1983. El candidato Italo Luder estaba de acuerdo con la posición del peronismo: aprobar la amnistía que se habían dictado los comandantes de la dictadura. Alfonsín, contra el temor de una parte del radicalismo, constituyó la Conadep que el peronismo se negó a integrar, promovió el Juicio que finalmente se hizo. Argentina, 1985. Luder no era un líder, Alfonsín sí.       

Un candidato honesto debe dejar en claro los términos del contrato antes de la elección. No alcanza con el “qué”, hay que explicar el “cómo” para que no haya equívocos después, cuando la mayoría de la sociedad tenga que bancar las medidas anunciadas. De otro modo, no hay gobierno que pueda contra los que retienen el poder desde siempre. Al terminar el discurso, se tendría que oír la frase de cierre del líder, aunque no la diga: “Esto es lo que hay que hacer, si no quieren, voten a otro”.

*Periodista.