CORONAVIRUS
Desde Madrid

Diario de la peste: el camino no elegido

La incertidumbre nos lleva por un sendero que no hemos escogido. ¿Resignarnos? No. Aunque parezca naíf deberíamos apelar, una vez más, al optimimo de la voluntad (otro no hay).

Robert Frost
Robert Frost | Twitter

Apenas son las seis de la mañana y un leve resplandor, ínfimo, no conjura aún la oscuridad. El silencio, sin embargo, se abre con los pájaros (todavía no los han quitado, dice mi pequeño sobrino, que ha desarrollado una inesperada conciencia medioambiental al margen de Naruto y Ninjago). Hoy es dos de junio y a los 78 días de cuarentena, ayer fue la primera vez que no se registraron muertos por el coronavirus, siempre y cuando ninguna de las diecisiete comunidades autónomas lo desmienta más tarde.

La otra novedad, también buena, es que entra en vigor el Ingreso Mínimo Vital, una suerte de renta universal para apoyar a los más golpeados por la crisis económica que ha desatado la Covid-19. Para la izquierda es un derecho que la sociedad tenía pendiente consigo misma, para la derecha es un mal menor (no estamos aquí para mantener vagos sería la bajada clara de su mensaje) pero que no lo obstruye porque así, como las rentas del capital son los ingresos, las rentas de la máquina electoral son los votos. Así, también, lo piensa la ultraderecha, que en el Congreso representan los diputados de Vox, que cree que esta renta atraerá más inmigración ilegal. Es decir, a la pereza detectada por los conservadores le suman ellos un matiz xenófobo.

EEUU: claves para entender el caos y a quienes ponen a prueba el poder de Trump

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De todos modos, las pantallas que ya habían empezado a sustituir, afortunadamente, los hospitales atestados y las avenidas vacías, por algunas manifestaciones menores de los mencionados más arriba con las cacerolas al grito de ¡Libertad!, expresando ese oxímoron en modo happening y las terrazas de los bares llenas de gente, ahora, en bucle, vemos secuencias de las distintas ciudades de Estados Unidos arrasadas por la ira y el descontrol. Donald Trump, en su más radical estilo del marketing empresarial aplicado a la política, ha sacado las armas y la Biblia, que más allá de marcar un carácter puede llegar a registrar una tragedia que conviva orgánicamente en el tiempo con la del coronavirus. Puede lograrlo. Ayer, después de poner a la Guardia Nacional a la calle, habló, texto bíblico en mano, ante la puerta de una parroquia de Washington y fue preciso: "Soy el presidente de la ley y el orden". A esa hora exactamente, las distintas cadenas emitían las movilizaciones y los enfrentamientos frente a la Casa Blanca, en Brooklyn, Atlanta, Chicago, Birmingham (Alabama), y, por supuesto, entre más ciudades, Minneapolis, donde empezó todo cuando un policía blanco acabó con la vida de George Floyd. "¡No puedo respirar!", imploraba agónico Floyd mientras el agente Dereck Chauvin le oprimía el cuello con la rodilla. Es lo que gritan hoy miles de personas en todo el país en una serie de revueltas que ya se comparan con las que provocó el asesinato de Martin Luther King. ¿Ha cambiado algo Estados Unidos después de ocho años de la administración Obama? "Me piden respuestas", dice desde su cuenta de Twitter el expresidente y, posiblemente, tenga preguntas nuevas en lugar de soluciones. Pero hay una cuestión que debería encarar: ¿por qué le ha sucedido Donald Trump en el Despacho Oval? Él está implicado en esto.

Trump, desde la perversión ha encontrado una manera de oponer un conflicto a otro que, no es que no sepa gestionar: no le interesa. Estados Unidos ya tiene 1.790.000 infectados de Covid-19 y ha superado los cien mil decesos. En una semana, según el Observatorio Global de la salud de la Universidad de Ginebra, alcanzarán los dos millones de contagios. Anoche, en la CNN, el epidemiólogo Anthony Fauci, asesor sanitario del presidente, ha dicho que hace ya dos semanas que no mantiene contactos con él. Mientras tanto, Trump, ha pasó de recomendar el uso de desinfectante a declarar que se medica con hidroxicloroquina contra la Covid-19 y romper, definitivamente con la OMS. Imposible no pensar en aquel giro negro que planteaba el canibalismo como solución ante el hambre.

Anoche, mientras conversaba con Nora Nicotera, una periodista argentina, sobre la situación allí, aquí, en Madrid, y en el resto del mundo, llegamos, como siempre en todo cambio sosegado de pareceres sobre este ¿nuevo? tiempo, al mismo punto: el principio de incertidumbre. Entonces recordé, el poema de Robert Frost sobre dos caminos que se bifurcan en un bosque, ¿cuál tomar?: "Debo estar diciendo esto con un suspiro/ De aquí a la eternidad:/ Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,/ Yo tomé el menos transitado,/ Y eso hizo toda la diferencia".

Hoy, la incertidumbre nos lleva por un sendero que no hemos escogido y no es nuestra pulsión, es el destino. ¿Resignarnos? No. Aunque parezca naíf deberíamos apelar, una vez más, al optimismo de la voluntad (otro no hay). Y eso puede hacer la diferencia.