CULTURA
Aniversario

15 años sin Saer

Hoy se cumplen 15 años de la muerte del notable escritor santafesino Juan José Saer. Su editor y amigo Alberto Díaz, lo recuerda en esta entrevista.

Tapas de libros de Juan José Saer-20200610
Juan José Saer, durante su última visita a Buenos Aires, junto a Alberto Díaz. En el Malba, en 2004. | Alejandro Guyot

Alberto Díaz es sin dudas uno de los más grandes editores que ha parido nuestro país. Publicó más de 4 mil libros en cincuenta años de carrera. Algunos nombres: Borges, Quino, Di Benedetto, Gelman, Piglia y, cómo no, Juan José SaerLas nubes está dedicado a él-, con quien trenzó una amistad que duró veinte años, hasta la muerte misma del escritor santafesino, el 11 de junio de 2005.

Con motivo de cumplirse 15 años de ese acontecimiento, dialogamos con Díaz.

–¿Cuándo conociste a Saer?

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–Primero conocí su obra. Leí Responso, su primer libro, por recomendación de Piglia, que también fue mi amigo. La primera vez que vi a Juani fue saliendo de la librería Gandhi, en 1985. Me acerqué, me presenté, le dije que lo admiraba y al día siguiente nos juntamos a tomar un café. Yo trabajaba en Alianza y firmamos contrato por Glosa y por El limonero real. A partir de ahí se estableció una relación muy estrecha, él era muy afectuoso. Nos encontramos con muchas coincidencias, literarias y también políticas.

–¿Qué le aportaste a su labor como autor?

–Creo que he hecho algo bueno por su obra. Desde 1985 fui su (casi) único editor en castellano hasta su muerte. Hasta ese momento, Juani llevaba publicados en 25 años de trabajo once libros, en diez editoriales distintas de seis ciudades diferentes. Glosa en este sentido termina con esa modalidad errabunda e inicia una etapa de profesionalización creciente en la circulación de sus libros. En total le publiqué 23 libros en distintas modalidades de edición.

–Si sumamos los cuatro que componen la serie de los borradores inéditos, podríamos decir que fueron 27.

–Exacto. Porque después de muerto Juani, con el trabajo que hizo el equipo de Julio Premat con los cuadernos de trabajos, publiqué cuatro más. Los borradores inéditos son el laboratorio de producción de Saer.

–¿Queda algo por publicar?

–Lo que quede inédito pueden ser cosas secundarias como correspondencias, eso lo está viendo Laurance, pero no creo que se publique.

–¿Cómo era su método de trabajo?

Él trabajaba con el método del poeta. Un libro lo iba elaborando durante diez años. Cuando lo tenía en la cabeza y en sus notas, ahí se ponía a escribir y lo terminaba en un par de meses. Muchos creen que él escribía rápido, y eso no era así por lo que te cuento. En 1986 ganó el Premio Nadal de España, 25 mil dólares de aquella época. Para llegar al premio escribe en menos de un mes La ocasión. Pero ya te digo, lo tenía en su cabeza. Cuando no trabajaba en un texto, hacía traducciones para ejercitar la muñeca, traducciones para él, de autores que le interesaban. Te digo más: nosotros nos llamábamos todas las semanas, entonces al principio del año, en febrero digamos, me decía tengo una nueva novela, ¿cuándo te la tengo que entregar para ir en septiembre a presentarla en Buenos Aires? En mayo, le respondía. La enviaba en junio, pero llegaba.  

–Pero puntualmente: ¿cómo escribía?

–A mano, incluso en la era de la computadora. Compraba cuadernos españoles muy lindos, decoraba las tapas. Después lo pasaba a máquina de escribir o a computadora cuando llegó esa posibilidad. En el pasaje entre la versión manuscrita y la final, las correcciones eran casi nulas, y en los cuadernos había poquísimas tachaduras.

–Hoy se cumplen también 15 años de la publicación de La grande (Seix Barral), su último libro. ¿Cómo fue ese proceso?

–Fue el único libro en el que titubeó. Cuando me mandaba los libros por correo, yo hacía las correcciones y se las devolvía; iban y venían. En La grande me manda dos capítulos y me pide opinión, al tiempo me dice tirá los capítulos que te los mando de nuevo. La grande son siete jornadas, siete días, y ahí aparecen todos los personajes del elenco estable. Me manda cinco capítulos corregidos listos para publicar, todo esto en medio de la enfermedad. Era muy profesional. El sexto capítulo lo fue escribiendo en distintos momentos de la internación y no sé si lo revisó… Le faltaba el último capitulo. Un viernes me llama desde el sanatorio, feliz porque había encontrado ese ultimo capitulo, me cuenta que iba a ser corto, unas veinte páginas, una coda, y me dice: ya tengo la frase del inicio y la del final (Con la lluvia, llegó el otoño, y con el otoño, el tiempo del vino. / Moro vende). La grande es el libro despedida, pone fin a un ciclo de su literatura.

–¿Esa fue la última vez que hablaste con él?

–Así es. El 10 de junio de 2005; hablamos sobre La grande, que ya estaba casi terminada. Al día siguiente me llama su hijo Jerónimo por teléfono, y me comunica que su padre y mi amigo había fallecido. Saqué un pasaje a París y me fui; él quería ser cremado, y como en Francia la autorización para la cremación dura como seis días, me permitió llegar y estar con la familia, verlo, acompañar a sus hijos a llevar las cenizas.

-¿Cómo fue como amigo?

Muy amigo de sus amigos. Era un tipo increíble, con mucho humor, un bon vivant que no gastaba un mango en pilchas, pero podía invertir lo que no tenía en un buen vino u ofrecer una comida increíble a sus amigos, porque además era un gran cocinero y anfitrión. Un tipo con una cultura vasta y profunda, pero que no hacía alarde de eso.

–¿Quién es Saer en la literatura argentina?

–Si bien tuve una relación de mucha amistad con él, siendo objetivo, para mí después de Borges es el mejor escritor argentino, tiene un cuidado en la prosa único. En términos de Piglia, es el polo negativo de Borges, pero también es borgeano en el sentido de que tiene un dominio del lenguaje exquisito. Él no quería ser escritor latinoamericano, quería ser escritor argentino, pero no por nacionalista, él era cosmopolita. Es un autor que quise y quiero mucho. He publicado autores muy famosos, pero él es el que más me gusta.