CULTURA
literatura y complot

2021: entre la ciencia ficción y la incertidumbre china

El magnate de los videojuegos Lin Qi murió la noche de Navidad por envenenamiento, presuntamente por uno de sus colegas más estrechos. El director ejecutivo de Yoozoo Group tenía, además, un megaproyecto en Netflix.

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Lin Qi. El principal sospechoso de su asesinato es uno de sus socios. | cedoc

Ya por el origen del covid-19, ya por su relación geopolítica, incluyendo granjas de porcinos en nuestro país, y más allá de las teorías paranoicas, lo chino medra como una cuestión cultural soterrada en todos los ámbitos, algo que remite a la ciencia ficción. Veamos cómo llegamos a dicho género a partir de un misterio policial generado en… Sí, acertaron: China.

Lin Qi, emprendedor millonario de 39 años, creador y dueño de la empresa Yoozoo Games, murió en Shanghai el 24 de diciembre pasado a raíz de un misterioso envenenamiento que la policía adjudica a uno de sus socios, un tal Xu Yao, encargado de las adaptaciones cinematográficas. Corresponde recordar que cualquier empresario millonario es socio del estado chino, cuyo régimen ostenta un sistema político marxista consagrado en el poder (en 2021 el Partido Comunista Chino cumple 100 años), combinado con una economía capitalista. Dualismo que justifica como motor de su proyección imperial en lo militar y en lo económico.

La actividad de Lin Qi era el entretenimiento, desde los juegos electrónicos para un mercado cautivo (el pueblo chino bajo dicho régimen dual), al rubro de series y películas. Alibaba, por dar otro ejemplo, también invierte en ello. O, más bien, el estado bicéfalo los lleva hacia esa actividad. Para solidificar la presencia china en lo global, abrir fronteras, difundir bondades convincentes. 

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Meses antes de su muerte, Lin Qi había logrado un acuerdo con Netflix para la realización de una serie sobre la trilogía de ciencia ficción de su compatriota Cixin Liu, que implica las novelas tituladas El problema de los tres cuerpos, El bosque oscuro y El fin de la muerte. Cixin Liu, ingeniero, ganador del premio Hugo en 2015, algo así como el Nobel de Literatura Fantástica que desde su creación en 1953 distinguió en sus primeros 10 años a Isaac Asimov, Ray Bradbury y Philip K. Dick, tuvo una adaptación al cine en el ámbito chino: La tierra errante (2019). La temática y tratamiento: ante la anomalía solar, la tierra se traslada impulsada por reactores gigantes hacia otro lugar en el espacio, todo gracias a los héroes militares chinos. A la mitad del film confluyen en una escena de ascensor por caer (Spider-Man: Homecoming), militares chinos con exoesqueletos (Elysium) y escafandras, mientras uno de ellos dispara con poca lógica la ametralladora de alto calibre que utiliza Arnold Schwarzenegger en Terminator II (esa vez en homenaje a Rambo, su amigo Sylvester Stallone). En el conjunto, la noción de copia y mezcla va de lo cómico a lo burdo, desembocando en el tedio de una salvación gracias a esos militares ejemplares que toman decisiones todo el tiempo, sin equivocar, nunca.

En el ámbito literario, la trilogía referida abunda en teorías futuristas, descriptas en forma de informe técnico, con diálogos parcos entre abundantes personajes, tono que recuerda al estilo “informe de inteligencia militar” del ganador del Nobel de Literatura 2012, el militar Mo Yan. En sí, una prosa de pobreza cuantiosa, problema que minimiza la adaptación al cine con efectos especiales, salvo en la trama: en ella, la vida alienígena divide al mundo entre la asimilación y el rechazo, sumisión o guerra. La narración parte de una revisión de la gran purga criminal maoísta titulada Revolución Cultural, para recaer en las conductas de los personajes que resultan frías, para nada empáticas, dignas de psicópatas. No hace falta mucha imaginación para suponer las mezclas, entrecruzamientos y apropiaciones que Liu Cixin acomete con desparpajo.

A modo de antídoto para los lectores, privilegio del que no gozó Lin Qi pese a su fortuna, existe el premio Hugo 2010, China Miéville (China, pero en otro sentido). Este británico, doctorado en London School of Economics, trotskista, tábano ideológico del Partido Laborista, publicó una novela titulada El azogue (Interzona, traducción de Marcelo Cohen). Allí, en una Londres futura, los reflejos no ocurren en superficie alguna. Existe una guerra contra los seres que brotaron de los espejos, idea que surge de El libro de los seres imaginarios de Borges: “Al cabo de sangrientas batallas las artes mágicas del Emperador Amarillo prevalecieron. Éste rechazó a los invasores, los encarceló en los espejos y les impuso la tarea de repetir, como en una especie de sueño, todos los actos de los hombres. Los privó de su fuerza y de su figura y los redujo a meros reflejos serviles. Un día, sin embargo, sacudirán ese letargo mágico.” 

Entonces, puede que la ciencia ficción china sea un reflejo condenado por sus crímenes a repetir el carácter de copia con la imagen de otros.